San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 15 de octubre de 2014

Santa Margarita María de Alacquoque, las apariciones del Sagrado Corazón y la Comunión Eucarística


         Santa Margarita María de Alacquoque recibió, de parte de Nuestro Señor Jesucristo, grandes dones, el más grande de todos, fue, obviamente, el haberla elegido para que fuera ella el instrumento que divulgara al mundo una de las devociones más hermosas de la Iglesia Católica, junto con la del Inmaculado Corazón de María, y es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
         Fueron estas apariciones y revelaciones las que colmaron la vida espiritual de Santa Margarita de manifestaciones extraordinarias, reservadas por el Señor solo a los grandes místicos, y a las almas a las cuales Él elige. Ahora bien, si todo el conjunto de las apariciones constituye en sí mismo un don de gracia infinita, porque Jesús se revela, por su intermedio, como el Sagrado Corazón, para toda la Iglesia universal, hubieron apariciones en las que  Santa Margarita recibió gracias y dones especiales, reservados solo para ella, que había sido especialmente elegida por Jesús (hay que tener en cuenta que Jesús le dijo que ella era “un abismo de miseria e indignidad”), como por ejemplo, cuando Jesús le pide su corazón y le da a cambio el mismo devuelto en forma de llama; o bien cuando la hace partícipe de las penas y amarguras y agonía del Huerto de Getsemaní. Se trata de gracias particulares, extraordinarias, enmarcadas dentro de la gran gracia que significa para la Iglesia la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Sin embargo, a pesar de lo extraordinario y lo maravilloso que significa el hecho de que Jesús la haya elegido para ser el instrumento de difusión de la devoción al Sagrado Corazón, con todo, Jesús no se le dio a Santa Margarita en alimento, como hace con nosotros en cada Comunión Eucarística, y este hecho es algo incomparablemente mayor a la aparición en sí misma, porque quien comulga, no ve sensiblemente al Sagrado Corazón de Jesús, sino que recibe en cambio como alimento a este mismo Sagrado Corazón. Si en la aparición el alma ve al Sagrado Corazón, con las llamas del Amor de Dios que lo envuelven, con la Cruz en su base, con la corona de espinas que lo rodea, en la comunión eucarística el alma incorpora a su ser al Sagrado Corazón, es ella misma envuelta en las llamas del Amor de Dios que inhabita a este Corazón Divino, y es hecha partícipe y asociada como víctima al sacrificio de Jesús, es decir, que la cruz y la corona de espinas que en la aparición solo se ven, en la comunión eucarística se hacen carne en la carne y alma en el alma del que comulga.

En síntesis, con todo lo maravilloso que supone la aparición de Jesús como el Sagrado Corazón, sin embargo, una sola comunión eucarística, en estado de gracia, constituye un don de gracia infinitamente superior a cualquier aparición. En efecto, esto es así, porque en la comunión eucarística, Jesús, el Hombre-Dios, se dona al alma con todo su Ser trinitario, derramando sobre ella la infinita plenitud del Amor Divino, que sobrepasa al alma como miles de millones de universos sobrepasan a un grano de arena. Para graficar esta plenitud del Amor Divino derramado en cada comunión, podemos utilizar la imagen de una mística, Marta Robin, la cual comparaba al alma con una esponja, y al Amor de Dios como un océano, en el que la esponja es arrojada: ¿qué más quiere la esponja, que ser colmada por el agua, si está sedienta de ella?, era la pregunta que se hacía Marta Robin. De la misma manera, también nosotros podemos comparar al corazón que se dispone a recibir la Eucaristía –en estado de gracia, por supuesto-, con una esponja seca, en tanto que el Océano de Amor en el cual esta esponja es arrojada –más que incorporar nosotros a Cristo, es Cristo quien nos incorpora a Él, dice San Agustín- es la Eucaristía. Entonces, al conmemorar a Santa Margarita María y a la maravillosa devoción que por su intermedio se dio a conocer al mundo, el Sagrado Corazón de Jesús, hagamos el propósito de valorar nuestras comuniones eucarísticas, teniendo en cuenta que comulgamos al Sagrado Corazón de Jesús en Persona y le pidamos a la Virgen, la Madre del Sagrado Corazón, de aprovecharlas al ciento por uno, de manera tal que nuestro corazón, como esponja seca arrojada al océano, viva permanentemente inmersa en el Océano infinito del Amor de Dios, que inhabita en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

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