San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 3 de octubre de 2014

El significado de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

         

    Una inmensa mayoría de católicos desconoce o malinterpreta la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Muchos piensan que se trata de una devoción puramente sentimentalista, basada en afectos pasajeros, o que está reservada a señoras de edad, integrantes de cofradías propias de siglos pasados, destinadas a desaparecer, puesto que ya no tienen lugar en una época como la nuestra, caracterizada por el avance de la ciencia, de la técnica y de la tecnología. Precisamente, una devoción sensiblera, anticuada, y sentimentalista, en una época de la historia dominada por la razón tecnológica y cientificista, no tiene razón de ser, y es lógico que quede relegada a señoras mayores de edad, ancladas en el pasado y nostálgicas de un catolicismo anticuado, deudor de unas formas de las que precisamente debe desligarse, para poder sobrevivir en el mundo actual.
         Sin embargo, quienes así piensan, son quienes desconocen por completo el verdadero sentido y significado de las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús, y lo hacen, porque en el fondo, desconocen al Sagrado Corazón de Jesús, es decir, desconocen por completo a Jesús, el Hombre-Dios. Si conocieran a Jesús, jamás podrían decir que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es una devoción sensiblera, sentimentalista, o pasada de moda; por otra parte, si conocieran al Sagrado Corazón de Jesús, las cofradías estarían repletas de fieles de todas las edades, desde niños que apenas están comenzando a hacer uso de la razón, pasando por jóvenes y adultos, hasta ancianos a punto de morir. Si los católicos conocieran verdaderamente la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, las iglesias rebosarían de fieles, y no se encontrarían vacías o semi-vacías, como en la actualidad.
         Pero para saber de qué se trata la devoción, es necesario recordar lo que el mismo Sagrado Corazón le dijo a Santa Margarita en su primera Aparición, el 27 de diciembre de 1673, en Paray-le-Monial, en Francia, cuando Santa Margarita tenía 26 años de edad y llevaba 14 meses de profesa. En esa primera aparición, Jesús le dijo: “Mi Divino Corazón está tan apasionado de Amor por los hombres y por ti en particular que, no pudiendo ya contener en Sí Mismo las Llamas de Su Ardiente Caridad, le es preciso comunicarlas por tu medio y manifestarse a todos para enriquecerlos con los preciosos Tesoros que te estoy descubriendo, los cuales contienen las Gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición”. En estas palabras, hay ya demasiados elementos para advertirnos de que no se trata de una mera devoción sensiblera: por un lado, Jesús, el Hombre-Dios, le declara todo el Amor de su Divino Corazón, tanto hacia ella, como hacia toda la humanidad, lo cual quiere decir, hacia todos y cada uno de nosotros: “Mi Divino Corazón está tan apasionado de Amor por los hombres”, y le dice también que no es tanto ese amor, que no puede contenerlo y que quiere darlo a comunicar, porque se trata de un Amor divino, lo cual es, por definición, un Amor eterno, infinito, celestial, sobrenatural, incomprensible e inagotable, y la ha elegido a Santa Margarita para darse a conocer: “no pudiendo ya contener en Sí Mismo las Llamas de Su Ardiente Caridad, le es preciso comunicarlas por tu medio y manifestarse a todos”.
Pero el Sagrado Corazón agrega después una revelación que nos advierte que el Amor de Dios, además de comunicarnos su Amor, nos quiere salvarnos de un peligro cierto, y ese peligro, no es el peligro de la inseguridad, de la inflación, de la escasez de alimentos, sino de algo infinitamente más grave: es el peligro de la eterna condenación: “(Mi Divino Corazón) contiene las Gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición”. Aquí se encuentra uno de los elementos fundamentales de la devoción al Sagrado Corazón, y que hace que esta devoción, lejos de ser una devoción sensiblera y sentimentalista, destinada a viejitas piadosas y anticuadas, esté destinada a toda la humanidad, y que sea una devoción recia y viril, y que el que no quiera ser devoto del Sagrado Corazón, o el que lo desprecie y no quiera ser abrasado por las Llamas de Amor que envuelven al Sagrado Corazón, se vea gravemente expuesto a ser envuelto, para siempre, por las llamas azulinas del Infierno.
Otro elemento de la devoción al Sagrado Corazón, es que Jesús elige a quienes son los más inútiles a los ojos del mundo, y eso es lo que le dice a Santa Margarita: “Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo Obra Mía”. Y esto lo hace, para que no nos ensoberbezcamos y pensemos que valemos algo, puesto que, como dice Jesús, “nada” podemos, sino es por Él: “Nada podéis hacer sin Mí.” (…).
Por último, el que es devoto del Sagrado Corazón, recibe a cambio, como Santa Margarita, al mismo Sagrado Corazón de Jesús, como le pasó a Santa Margarita: “Me pidió después el corazón y yo Le supliqué que lo tomase. Lo tomó y lo introdujo en Su Corazón adorable, en el cual me lo mostró como un pequeño átomo que se consumía en aquel Horno encendido. Lo sacó de allí, cual si fuera una llama ardiente en forma de corazón y lo volvió a colocar en el sitio de donde lo había tomado”. A nosotros no se nos aparece de esa manera, pero en la comunión eucarística, nos entrega su Sagrado Corazón Eucarístico, y a cambio, nosotros le entregamos nuestro pobre corazón, que es pequeño como un grano de arena y negro y duro como una roca.


Por último, el que quiera verdaderamente saber cómo es la verdadera devoción al Sagrado Corazón de Jesús, debe pedir unirse a los dolores de la Pasión de Jesús, y pedirle experimentar sus penas y sus amarguras, para ser, junto con Él, y unido a la Virgen de los Dolores, corredentor de la humanidad, porque el Sagrado Corazón de Jesús busca, así como buscó en Getsemaní  a los apóstoles, que se unieran con Él en la oración del Huerto, almas que quieran unirse con Él en el sacrificio redentor de la cruz: “Busco una víctima para Mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación en el cumplimiento de Mis Designios”. Y esta unión con el Sagrado Corazón, la puede hacer cada uno, en el Santo Sacrificio del Altar, en la Santa Misa, uniéndose a Jesús, que renueva sobre el altar, su Santo Sacrificio de la cruz. En esto consiste la verdadera devoción al Sagrado Corazón de Jesús: unirse a Él, como víctima, como hostia de inmolación, en la Santa Misa, que es la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la cruz, para reparar por los pecados del mundo”.

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