“El Divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más
brillante que el sol, y transparente
como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y
significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en la
parte superior... (…) la cual significaba que, desde los primeros instantes de
su Encarnación, es decir, desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado
en él la cruz, quedando lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras
que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio
que su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su
Santa Pasión”[1].
El
Sagrado Corazón se le apareció a Santa Margarita María de Alacquoque para que
le manifestara al mundo tanto la magnitud de su Amor, que lo llevó a padecer de
modo infinito en la Pasión para salvar a la Humanidad, como la ingratitud de
los cristianos, que indiferentes al Amor de predilección demostrado hacia ellos
de manera especial, porque fueron elegidos de entre muchos para recibir los
sacramentos y la gracia santificante, lo dejan abandonado en el sagrario, viviendo
en el mundo de un modo que escandaliza aun a los paganos.
Hoy, en el siglo XXI, el Sagrado Corazón no se aparece
visiblemente a los ojos y a los sentidos corporales, pero sí se hace Presente,
sobre el Altar Eucarístico, por medio de las palabras de la consagración, en la
Santa Misa, de modo real y substancial, con su Cuerpo glorioso y resucitado,
con su Corazón palpitante, envuelto en las Llamas del Amor Divino, para donarse
a sí mismo, sin reservas, a todo aquel que lo quiera recibir con fe y con amor.
Pero al igual que sucedió en tiempos de Santa Margarita María de Alacquoque,
también hoy el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús tiene amargos reproches
para hacer a los cristianos, porque los cristianos de hoy, se comportan peores que
los paganos: los cristianos de hoy conocen más de los ídolos que el mundo le
presenta a través de los medios de comunicación, que de Él mismo, que murió en
la cruz y que perpetúa el Santo Sacrificio de la Cruz en el Santo Sacrificio
del Altar, la Santa Misa, y que se queda en el sagrario, en la Eucaristía, para
donar su Amor, eterno, infinito, insondable, inabarcable, sin límites, a todo
aquel que quiera acercarse a Él. Sin embargo, los cristianos, en vez de
postrarse en adoración ante Él, el Sagrado Corazón Eucarístico, que está vivo y
glorioso, y lleno del Amor Divino, en el sagrario, prefieren postrarse, como
neo-paganos, ante los ídolos mundanos, inertes, carentes de vida, pero
atractivos en la superficie, porque son multicolores y en vez del silencio del
sagrario, vociferan y aúllan a través de los televisores de plasma, las
pantallas de cristal líquido, los celulares inteligentes de última generación,
las tabletas, y cuanto dispositivo tecnológico exista. El Anticristo se vale de
la ciencia y la tecnología para atraer a ingentes masas de cristianos que,
convertidos en neo-paganos, corren detrás de los modernos ídolos -del fútbol,
de la política, del dinero, de la violencia, del sexo, del materialismo, de la
ciencia-, los cuales los conducen hacia el abismo de la eterna condenación, y
con su actitud, dejan de ser “la sal y la luz de la tierra”, para convertirse
en tinieblas, atrayendo a su vez a los paganos, a los que no han conocido a
Jesús, porque tenían la misión de hacer conocer al Sagrado Corazón Eucarístico
de Jesús y no de postrarse ante los ídolos del mundo.
La cruz del Sagrado Corazón, dice Santa Margarita, significa
el menosprecio que su Humanidad iba a sufrir en su Pasión, y significa también
el menosprecio que continúa sufriendo en la Eucaristía, porque los cristianos
de hoy, los neo-paganos del siglo XXI, conocen y aman más a los ídolos del
mundo que al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Está en cada uno de nosotros
reparar, con actos de amor y de adoración eucarística, por todos aquellos que no
creen, ni esperan, ni adoran, ni aman, al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús,
“horriblemente ultrajado por los hombres ingratos” -como les dice el Ángel de Portugal
a los Pastorcitos-, en la Eucaristía.
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