San Basilio, que nació en Cesarea de Turquía en el año 329, dejó un precioso
legado para la vida monástica, pues fue el primer en redactar unas “Constituciones”,
en las que se especificaban las actividades de los monjes. En estas
Constituciones, San Basilio establecía tres sólidas columnas sobre las cuales
todo monje debía construir su edificio espiritual: oración, trabajo y estudio. Si
bien es cierto que estas tres columnas fueron dadas por San Basilio para sus
monjes, no es menos cierto que no son, de manera alguna, privativas para ellos,
puesto que todo cristiano está llamado a santificar su vida ordinaria por medio
de la oración, el trabajo y el estudio. Veamos por qué.
Todo cristiano, y no solo los monjes, está llamado a la oración,
porque la oración es al alma lo que la alimentación al cuerpo, lo que la
respiración a la vida del organismo, lo que el flujo de sangre con oxígeno y
nutrientes para los órganos corporales. Si nadie puede pasarse la vida sin
alimentarse, llama la atención que existan personas –cristianos- que pasan la
vida sin rezar; si nadie puede vivir sin respirar, es causa de asombro el
comprobar que muchísimos cristianos, la gran mayoría, vive años y años, y
muchos toda la vida, sin hacer oración, o si hacen oración, esta es tan
escuálida como un suspiro; si nadie puede vivir sin los nutrientes y el oxígeno
que la sangre, bombeada por el corazón, proporciona a los órganos, deja
pasmados el comprobar la enorme cantidad de cristianos que nunca, o casi nunca,
dedican el más mínimo tiempo a la oración. Muchísimos cristianos viven en la acedia o pereza espiritual y sin hacer oración, y no por falta de tiempo, porque prefieren ver televisión o internet antes que rezar, sin darse cuenta que sus almas languidecen y mueren.
La condición de la oración como elemento esencial para la
vida del alma radica en que por la oración, el alma se une a Dios y obtiene de
Él todo lo que Dios es y tiene para darle, puesto que Dios es Amor, Alegría
infinita, Paz, Fortaleza, Luz, el alma que reza, obtiene de Él su Amor, su
Alegría infinita, su Paz, su Fortaleza, su Luz. Pero lo contrario también es
cierto: quien no reza, se aleja de Dios y por lo tanto se sumerge en el odio,
en la tristeza, en la discordia, en la debilidad ante el pecado, y en las
tinieblas más densas.
La
otra columna de la vida espiritual, según San Basilio, es el trabajo, porque y
si bien el trabajo quedó como una maldición luego del pecado original, no fue
por el trabajo en sí mismo, sino por la pérdida de la gracia que abarcó a todos
los aspectos y estados del hombre y su vida, comprendido el trabajo. En sí
mismo, el trabajo no solo no es malo ni una maldición, sino que es una bendición,
porque con el trabajo, el hombre imita a su Dios, que “trabajó” en la Creación,
e imita al Hombre-Dios que, siendo Dios, trabajó como carpintero hasta los
comienzos de la Predicación de la Buena Noticia y que sigue trabajando por la
salvación de las almas. Quien no trabaja, no solo comete el pecado mortal de la
pereza, sino que además contraría la imagen divina impresa en su alma, imagen
que resplandece en el trabajo, porque Dios mismo trabaja. Es tan importante el
trabajo, que San Pablo exhorta a “no comer” si alguien “no trabaja”: “El que no
trabaja, que no coma” (2 Tes 3,
10-12). De esto se sigue cuán funesto es el no trabajar y el inducir a otros a
no trabajar por medio de la corrupción política. Por el contrario, el que trabaja
y ofrece su trabajo, sin importar el brillo social que este posea, se santifica
y obtiene méritos para ganar el Reino de los cielos.
La
última columna de la vida espiritual, según San Basilio, es el estudio, porque
por medio de este no solo se disipan las tinieblas del error y de la
ignorancia, sino que se consigue el acceso a la verdad en el campo que se
estudia que, como toda verdad, participa de la Verdad Absoluta, Jesucristo. En otras
palabras, el estudio –no necesariamente se refiere al estudio sistemático
universitario y científico, sino también a la profundización en la fe que un
alma sencilla puede y debe hacer según sus posibilidades- no solo libera de las
tinieblas del error, sino que ilumina al alma con luz de la Verdad, que es
Jesucristo, y así se dispone el alma, en el tiempo, para el encuentro con
Cristo, cara a cara, en la eternidad.
Por
último, a la oración, al trabajo y al estudio, podemos agregarle la sana
diversión, porque la diversión –sana y ganada con sacrificio, luego de orar,
trabajar y estudiar- procura alegría y la alegría, la alegría buena y sana, es
participación de Dios Uno y Trino, que es “Alegría infinita”, como dice Santa
Teresa de los Andes.
Oración,
trabajo, estudio, son las columnas de la vida espiritual según San Basilio, a
lo cual le agregamos, según las indicaciones de los santos, la sana alegría. Éste
es el camino para llegar al cielo.
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