San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 3 de octubre de 2012

San Francisco y la paradoja de la pobreza evangélica



         La pobreza, tanto material como espiritual, no solo es elogiada por Jesucristo,  sino que es ante todo vivida por Él: la pobreza material, puesto que proviene de una familia pobre, y Él mismo en su vida no tuvo ningún bien material, siendo manifiesta esta pobreza en la Cruz; la pobreza espiritual, porque la pobreza espiritual consiste en sentirse carenciados de Dios, y Él, como Dios Hijo encarnado, manifiesta en todo momento su amor al Padre.
Es esta doble pobreza, material y espiritual, vivida y practicada por Cristo, la que sigue San Francisco, viviendo ambas hasta el extremo: la material, porque renuncia a su herencia, y la espiritual, porque toda su vida se consume en amor a Dios.
La paradoja de la pobreza evangélica es que, mientras más pobre se sea en la tierra, por amor a Cristo y al Evangelio –es decir, mientras la pobreza sea evangélica y no por motivos terrenos-, tanto más rico se es en los cielos, de acuerdo a la promesa de Jesús: “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos”.
La razón de esta riqueza paradojal es que, cuanto más se desapega el corazón de los bienes materiales, más se lo apega y adhiere al verdadero bien, la gracia santificante, que se encuentra como en su fuente inagotable en el Sagrado Corazón de Jesús.
Siguiendo el ejemplo de San Francisco, el cristiano debería desapegarse cada vez más de los bienes materiales, para apegarse cada vez más al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

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