San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 1 de septiembre de 2011

El profeta Isaías y el Sagrado Corazón




Los Padres de la Iglesia utilizan la figura del “carbón ardiente” para referirse al Cuerpo de Jesús. Con esta figura quieren indicar a la Humanidad santísima de Jesús, penetrada por el Amor divino: el carbón es su humanidad, y el fuego es la divinidad.

Así como el fuego penetra el carbón y lo vuelve incandescente, comunicándole de su mismo ardor, así la divinidad impregna la Humanidad de Jesús, comunicándole todo el ardor de su santidad divina.

Este es el motivo por el cual, en las apariciones a Santa Margarita, el Sagrado Corazón de Jesús aparece envuelto en llamas.

Si la Eucaristía es el Cuerpo de Jesús, tal como lo creemos en la fe de la Iglesia, entonces la Eucaristía es ese “carbón ardiente”, la Humanidad sacratísima de Jesús, envuelta en las llamas del Amor divino, y si es así, la Eucaristía es también el Sagrado Corazón, que viene a nosotros, no en una aparición, sino en la realidad, para comunicarnos el fuego de la caridad divina.

Comulgar es entonces para el fiel católico una experiencia más trascendente que ser transportado a los mismos cielos, como le sucedió al profeta Isaías, a quien un ángel purifica sus labios tocándolos con un carbón ardiente (cfr. 6, 5-7), porque por la comunión no es un ángel quien toca nuestros labios con un carbón encendido, sino el mismo Dios quien se dona a sí mismo en ese carbón ardiente que es la Eucaristía, para encender nuestras almas y nuestros corazones en el fuego del Amor divino.

¿Cómo encuentra el Sagrado Corazón, envuelto en llamas, nuestro corazón? ¿Lo encuentra con humildad, es decir, como si fuera un pasto seco, en el que pueden prender con facilidad las llamas del Amor de Dios?

¿O lo encuentra con soberbia, es decir, como una roca fría, en la que el fuego nada puede hacer?

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