San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 6 de abril de 2011

Santa Catalina de Siena y la corona de espinas


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Santa Catalina de Siena elige la corona de espinas

Jesús se le presentó a Santa Catalina en una visión, con dos coronas, una de oro y otra de espinas, y le ofreció elegir una de las dos. Santa Catalina dijo: “Yo deseo, Oh Señor, vivir aquí siempre conforme a tu pasión, y encontrar en el dolor y en el sufrimiento mi reposo y deleite”. Luego, tomó la corona de espinas y se la colocó sobre la cabeza.
¿Por qué Santa Catalina eligió la corona de espinas? ¿Fue por un deseo de parecerse exteriormente a Jesucristo? ¿Fue por demostrar a Jesús que quería imitarlo exteriormente en su Pasión? Parecería que fuera esto, porque la misma Santa Catalina dice que quiere encontrar “en el dolor y en el sufrimiento” su “reposo y deleite”, es decir, quiere vivir aquí en la tierra imitando exteriormente a Jesús en su Pasión, y es por eso que elige la corona de espinas.
Esto es verdad, pero hay además otro motivo, más profundo, por el cual los santos eligen la corona de espinas. Encontramos un dato más en las revelaciones de Santa Brígida, reina de suecia.
En una de las revelaciones, le dice la Virgen María[1]: “Después le pusieron la corona de espinas y se la apretaron tanto que la sangre que salía de su reverenda cabeza le tapaba los ojos, le obstruía los oídos y le empapaba la barba al caer”.
En otra oportunidad, la Santa recibe una revelación similar: “Entonces la corona de espinas, que habían removido de Su cabeza cuando estaba siendo crucificado, ahora la ponen de vuelta, colocándola sobre su santísima cabeza. Punzó y agujereó su imponente cabeza con tal fuerza que allí mismo sus ojos se llenaron de sangre que brotaba y se obstruyeron sus oídos”. La Virgen María destaca la abundancia de sangre que comienza a salir de la cabeza de Jesús: es tal la cantidad, que los ojos “se llenan de sangre” y los oídos “se obstruyen” a causa de esta sangre.
Luego, Jesús revela de qué manera esta coronación suya es una muestra de su amor para con Santa Brígida (y, por lo tanto, para toda alma): “Yo soy el Creador del Cielo y la tierra, y el que se consagra en el altar es mi verdadero cuerpo. Ámame con todo tu corazón, porque yo te amé y me entregué a mis enemigos por mi propia y libre voluntad, mientras que mis amigos y mi Madre se quedaron en amargo dolor y llanto. Cuando vi la lanza, los clavos, las correas y todos los demás instrumentos de mi pasión allí preparados, aún así acudí a sufrir con alegría. Cuando mi cabeza sangraba por todas las partes desde la corona de espinas, aún entonces, y aunque mis enemigos se apoderasen de mi corazón, también, antes que perderte, dejaría que lo hiriesen y lo despedazasen. Por ello serías muy ingrata si, en correspondencia a tanta caridad, no me amases”.
Continúa luego Jesús dando la clave de porqué debemos siempre elegir la corona de espinas: para imitarlo, correspondiendo a su amor, y para llevar en el propio cuerpo viva la Pasión del Señor: “Si mi cabeza fue perforada y se inclinó en la cruz por ti, también tu cabeza debería inclinarse hacia la humildad. Dado que mis ojos estaban ensangrentados y llenos de lágrimas, tus ojos deberían apartarse de visiones placenteras. Si mis oídos se obstruyeron de sangre y oí palabras de burla contra mí, tus oídos tendrían que apartarse de las conversaciones frívolas e inoportunas. Al habérsele dado a mi boca una bebida amarga y negársele una dulce, guarda tu propia boca del mal y deja que se abra para el bien. Puesto que mis manos fueron estiradas y clavadas, que las obras simbolizadas en tus manos se extiendan a los pobres y a mis mandamientos. Que tus pies, o sea, tus afectos, con los que debes caminar hacia mí, sean crucificados a los deleites de manera que, igual que Yo sufrí en todos mis miembros, también todos tus miembros estén dispuestos a obedecerme. Demando más servicios de ti que de otros porque te he dado una mayor gracia”.
Esta es la razón por la cual el cristiano debe siempre elegir la corona de espinas: no sólo para imitar exteriormente a Jesucristo, sino para llevar en sus cuerpos y en sus vidas la Pasión de Jesús. El motivo es que el cristiano, como miembro del Cuerpo Místico de Cristo, debe ser otro cristo, que continúa y prolonga su Pasión en el mundo.
Jesús se dejó coronar de espinas en la cabeza, lugar donde se originan los pensamientos, para que no tengamos malos pensamientos, pero no solo eso, sino para que además tengamos pensamientos santos y puros, como Él los tuvo en la cruz.
A nosotros no se nos aparece Jesús, con una corona de oro y otra de espinas, como a Santa Catalina, pero nosotros elegimos la corona de espinas, y no tenemos revelaciones y apariciones, como Santa Brígida de Suecia, pero sabemos, por la Santa Madre Iglesia, por qué motivo elegimos la corona de espinas.



[1] Cfr. Revelaciones de Santa Brígida.

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