¿Cuál es el sentido de establecer la genealogía de Jesucristo? (cfr. Mt 1, 1-17). Una respuesta nos diría que, tratándose Jesucristo de un líder religioso y moral con cierta predicación, es necesario, como con todo personaje importante en la historia, establecer sus orígenes.
Otra respuesta nos diría que se trata de una certificación histórica, llevada a cabo para comprobar la veracidad de la existencia de un ser histórico, es decir, que nació, vivió y murió en un tiempo determinado de la historia humana.
Una y otra respuesta son válidas, al intentar responder el porqué de la genealogía de Cristo, pero nos quedaríamos en un plano puramente racionalista si no intentáramos ir más allá.
La respuesta última se vislumbra en la constitución misma de Cristo: Cristo es Hombre, pero al mismo tiempo es Dios: Él es el Hombre-Dios, Dios hecho hombre sin dejar de ser Dios, y como tal, como Dios, es eterno; aún más, es la eternidad en sí misma.
Esto quiere decir que con
La descripción de la genealogía de Jesucristo, en Adviento, antes de Navidad, no es simplemente para establecer la veracidad histórica de su figura: es para recordarnos que, en Cristo, el tiempo humano –y por lo mismo, mi tiempo personal- adquiere una dimensión de eternidad: lo obrado en el tiempo repercute en la eternidad, sea para bien o para mal, porque también existe la eternidad negativa, es decir, la eternidad vivida en la ausencia del Dios verdadero.
¿Cómo darnos una idea de la eternidad, esta eternidad en la que ya estamos inmersos, de la cual participamos ya, desde esta vida, desde el momento en que por el Bautismo hemos sido injertados en la vida eterna del Hombre-Dios, que es la vida de
Un ejemplo real de un santo real puede ayudarnos a darnos una ligera idea. San Virila, abad de Leire –su figura histórica está perfectamente documentada en el Libro gótico de San Juan de
La historia de San Virila consta en el monasterio benedictino flamenco de Afflighem; en Francia es traducida par el obispo de París y lo reproduce en 1212, Jacobo de
No seamos tan ligeros al comulgar, pensando en quién sabe qué cosa, porque al comulgar algo que parece pan, incorporamos el Ser eterno de Dios Uno y Trino.
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