San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 11 de agosto de 2010

Santa Clara eligió la pobreza, junto a San Francisco, para imitar a Cristo pobre en el Pesebre y en la Cruz


  


En el Directorio Franciscano, puede leerse cuál es la última voluntad de San Francisco, en relación a la rama femenina franciscana, en la cual se encontraba Santa Clara de Asís: “Yo, el hermano Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza del altísimo Señor nuestro Jesucristo y de su santísima Madre, y perseverar en ella hasta el fin; y os ruego, mis señoras, y os doy el consejo de que siempre viváis en esta santísima vida y pobreza. Y protegeos mucho, para que de ninguna manera os apartéis jamás de ella por la enseñanza o consejo de alguien”.
Como se ve, San Francisco, en su última voluntad, dictada a Santa Clara, hace mucho hincapié en que “no se aparten de la pobreza”. ¿Por qué esta insistencia en vivir la pobreza?
Visto con ojos humanos, la riqueza parece mucho más conveniente que la pobreza, incluso para la difusión del Reino de Dios: por ejemplo, con riqueza material, se poseen medios en mayor cantidad y calidad, se puede llegar a más cantidad de gente, y se pueden hacer muchas obras de beneficencia. Con la pobreza en cambio, todo esto se hace, si no imposible, muy difícil de alcanzar.
Sin embargo, a pesar de las aparentes conveniencias de poseer riquezas materiales, San Francisco recomienda con insistencia a Santa Clara “no apartarse de la pobreza”.
El motivo es que San Francisco recomienda la pobreza material, porque así el cristiano –y mucho más, el alma consagrada, como Santa Clara- se acerca más a Cristo pobre, en su Encarnación y en la cruz.
Cristo es pobre en la Encarnación, porque siendo Dios omnipotente, Dueño absolutamente de todo el universo, riquísimo en la abundancia exuberante de su Ser divino, se vuelve pobre, al asumir nuestra condición humana, tan limitada y tan necesitada de todo. Siendo Él el Dios Todopoderoso, decide encarnarse y asumir una naturaleza humana, que comparada con la inagotable riqueza del Ser divino, es igual a la nada. En la Encarnación, el Hijo de Dios, el Esplendor del Padre, el reflejo de la gloria del Padre, Aquel que fue engendrado entre esplendores celestiales en la eternidad, Aquel que es adorado por los ángeles y por los santos, posee en la Encarnación nada más que un cuerpo y un alma humana, un pobre pesebre hecho por su padre terreno adoptivo, San José, y una delicada manta tejida por su Madre, que es la Madre de Dios, para atenuar un poco el intenso frío de la Noche de Belén. Esos son todos los bienes materiales que posee Cristo Dios en la Encarnación.
Cristo es pobre también en la cruz, porque en la cruz está despojado de todo: no tiene nada, salvo unas pocas posesiones: el madero de la cruz, la inscripción “Éste es el Rey de los judíos”, tres clavos de hierro, una corona de gruesas espinas, un poco de tela para cubrir sus partes íntimas. Ésos son todos los bienes de Cristo en la cruz, no tiene más, y tampoco quiere más, porque con estos escasos bienes materiales, Cristo entrará en la gloria del Padre, y desde allí viene en cada Eucaristía para llevarnos con Él.
Cristo pobre en la Encarnación, Cristo pobre en la cruz. Santa Clara eligió la pobreza, no para ejercitarse en la virtud, ni para perfeccionarse en la carencia de todo. Santa Clara eligió la pobreza, junto a San Francisco, para ser pobre junto a Cristo pobre en Belén, y pobre en la Cruz.

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