San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 29 de abril de 2019

San Atanasio



Ícono de San Atanasio (izquierda) y San Cirilo de Alejandría.


          Vida de santidad[1].

          Nació en Egipto, Alejandría, en el año 295 y estudió derecho y teología. Luego de retirarse por un tiempo para realizar vida ermitaña, regresó a la ciudad, en donde se dedicó totalmente al servicio de Dios. Precisamente, San Atanasio se caracterizó por servir a Dios de un modo particular: enfrentándose a Arrio, un sacerdote católico que, apostatando de la verdad, proclamaba la herejía de que “Cristo no era Dios por naturaleza”. Debido a que se trataba de una herejía de suma gravedad, se organizaron concilios ecuménicos para enfrentar este error. El primer Concilio se celebró en Nicea, ciudad del Asia Menor. Atanasio, que por ese entonces era diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría, sosteniendo la verdad católica con doctrina recta y gran valor. Finalmente, el Concilio excomulgó a Arrio y condenó su doctrina arriana.
          Al poco tiempo falleció el patriarca de Alejandría y San Atanasio fue elegido como patriarca de la ciudad; sin embargo, fue desterrado de la misma por el complot de los arrianos en su contra, quienes no cejaron hasta expulsarlo de la ciudad. Regresó a la ciudad en 336, siempre combatiendo la herejía arriana y fue nuevamente expulsado de la misma en el año 342, dirigiéndose entonces a Roma. Sin abandonar nunca la verdad de la doctrina católica acerca de la Encarnación del Verbo, regresó nuevamente a Alejandría, ocho años más tarde, aunque debió refugiarse en el desierto para evitar que sus enemigos lo apresaran. Vivió con los anacoretas durante seis años en el desierto, para luego regresar a Alejandría, aunque a los cuatro meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se vio obligado, en el año 362, a huir por quinta vez; finalmente, pudo regresar definitivamente a su sede, falleciendo el 2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras, como, por ejemplo, lo que se conoce como el Credo de San Atanasio.

          Mensaje de santidad.

          Además de su vida de santidad, el gran mérito de San Atanasio fue mantenerse incólume, a pesar de las persecuciones -tuvo que huir cinco veces de su ciudad-, en la fe católica acerca de Jesucristo, la cual afirma que es la Segunda Persona de la Trinidad encarnada. No es indiferente ser partidario o no de la herejía arriana, puesto que esta atenta contra la médula de la fe católica, al negar la naturaleza divina de Jesucristo y, por lo tanto, niega que Él sea la Segunda Persona de la Trinidad encarnada. Para Arrio, Jesús fue una creatura, excelente y santa, sí, pero creatura al fin y al cabo: él no concebía que Jesús no fuera creado, sino engendrado desde la eternidad, en el seno del Padre, tal como lo enseña la recta doctrina católica. Si no se cree en esta verdad, quien crea en esta herejía arriana se aleja radicalmente de la fe en Cristo. Ahora bien, la herejía arriana tiene consecuencias en la fe eucarística: si Cristo no es Dios, entonces no prolonga su Encarnación en la Eucaristía, por lo que la Eucaristía pasa a ser un trocito de pan bendecido en una ceremonia religiosa. Es decir, la herejía arriana es tan grave que no solo atenta contra la fe en Cristo, sino que atenta contra la verdad de la Eucaristía: en efecto, si Cristo no es Dios por naturaleza, entonces el Verbo no se encarnó y si no se encarnó, no prolonga su encarnación en la Eucaristía, tal como ocurre. Pidamos a San Atanasio para que nunca reneguemos de esta verdad, que él defendió con su vida: Cristo es Dios Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad, que se encarnó en el seno de María Virgen y que prolonga su Encarnación en la Eucaristía.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario