San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

domingo, 1 de julio de 2018

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús



         Antes de que Jesús se apareciera a Santa Margarita María de Alacquoque para dar a conocer la devoción al Sagrado Corazón, Él ya se había aparecido a otros santos, también como el Sagrado Corazón.
         Por ejemplo, se le apareció como el Sagrado Corazón a Santa Lutgardis de Aywières, quien nació en el siglo XII. Una vez que ingresó en un monasterio benedictino, comenzó a recibir visiones de Jesús y su Corazón traspasado. En una de sus visiones, ella experimentó un “intercambio de corazones”, donde Jesús le preguntó: “¿Qué quieres entonces?” Ella dijo: “Quiero Tu Corazón”. En respuesta, Jesús dijo: “¿Tú quieres Mi Corazón?”. Bueno, Yo también quiero tu corazón”. Lutgardis luego proclamó: “Tómalo, querido Señor. Pero tómalo de tal manera que el amor de Tu Corazón esté tan mezclado y unido con mi propio corazón que pueda poseer mi corazón en Ti, y que siempre permanezca allí seguro en Tu protección”. La enseñanza que le deja Jesús es que también nosotros podemos hacer este “intercambio de corazones”, esto es, darle a Jesús nuestros corazones, que son duros y están ennegrecidos por el pecado, para que Él nos dé a cambio su propio Corazón, inmaculado y envuelto en el Fuego del Amor de Dios.
         A Santa Matilde de Hackeborn, monja benedictina nacida en el siglo XIII en Alemania, también se le apareció Jesús numerosas veces y en una de esas apariciones, Jesús se presentó como el Sagrado Corazón. Como la santa escribía todas sus experiencias en un libro, cuando Jesús se le apareció, sostenía este libro en su Corazón con su mano derecha. Lo besó y le dijo: “Todo lo que se encuentra escrito en este libro ha fluido de Mi divino Corazón y volverá a él”. Jesús también le dijo: “En la mañana deja que tu primer acto sea saludar a mi Corazón y ofrecerme el tuyo. Quien exhala un suspiro hacia mí, me atrae hacia sí mismo”. En esta aparición, Jesús nos deja esta hermosa enseñanza: que nuestro primer pensamiento y nuestro primer acto de amor sea hacia su Sagrado Corazón y así el Sagrado Corazón vendrá a nosotros.
         También en el siglo XIII, se le apareció Jesús a otra monja, también benedictina, llamada “Santa Gertrudis la Grande”, la cual comenzó a recibir visiones celestiales a los veinticinco años, cuando ya estaba en el convento. Un día vio a San Juan Evangelista y a Jesús. Fue invitada a poner su cabeza sobre el Corazón de Jesús y le habló a Juan, y le preguntó: “Bienamado del Señor, ¿estos armoniosos latidos que alegran mi alma también te regocijaban cuando reposaste (tu cabeza) durante la Última Cena en el pecho del Salvador?”. Juan respondió: “Sí, los escuché, y mi alma fue penetrada con su dulzura hasta su mismo centro”. Gertrudis preguntó: “¿Por qué, entonces, has hablado tan poco en tu Evangelio de los secretos amorosos del Corazón de Jesús?”. Él respondió: “Mi misión era escribir sobre la Palabra eterna ... pero el lenguaje de estos benditos latidos del Sagrado Corazón está reservado para los últimos tiempos, cuando el mundo deteriorado por el tiempo, enfriado en el amor de Dios, pueda ser calentado al escuchar sobre tales misterios”. Esos tiempos han llegado, porque hoy más que nunca, las almas están enfriadas en la caridad, porque no aman a Dios y no tienen en ellas el Fuego del Divino Amor. Por eso es que, es para nuestros tiempos, esta revelación del siglo XIII, para que apoyando nosotros nuestra cabeza sobre el Corazón de Jesús, que late en la Eucaristía, como San Juan Evangelista, escuchemos sus latidos de amor y nuestras almas y corazones se enciendan de amor con los latidos del Corazón Eucarístico de Jesús.
         Por último, en el año 1673, Jesús se le apareció, como el Sagrado Corazón, a una monja llamada Santa Margarita María Alacoque, que pertenecía a las monjas de la Visitación (Visitadine). En estas apariciones, a diferencia de las anteriores, en las que permanecieron circunscriptas a la persona del santo, Jesús quiso explícitamente que la devoción al Sagrado Corazón fuera difundida por todo el mundo y que las apariciones fueran también conocidas por todo el mundo. Jesús le pidió a Santa Margarita que anunciara que su deseo era que la Iglesia honrara públicamente a su Sagrado Corazón. Entre las promesas que comunicó, Jesús le dijo a Santa Margarita María: “En el exceso de la misericordia de mi corazón, te prometo que mi amor todopoderoso otorgará a todos los que recibirán la comunión los primeros viernes, por nueve  meses consecutivos, la gracia del arrepentimiento final: no morirán en mi enojo, ni sin recibir los sacramentos; y mi corazón será su refugio seguro en la última hora”. En esta aparición, Jesús no solo quiso que la devoción al Sagrado Corazón fuera conocida en todo el mundo y venerada en la Iglesia, pero no se contentó solo con eso, sino que además quiso que los fieles católicos lo recibiéramos por nueve meses seguidos y la forma de hacerlo, es por medio de la Comunión Eucarística. Es decir, la Comunión Eucarística es el medio para recibir al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.
         Todo lo que el Sagrado Corazón pidió a los santos a lo largo de la historia, se cumple en la Eucaristía: el intercambio de corazones se da en la Eucaristía, porque mientras nosotros le ofrecemos nuestro pobre corazón, Jesús en la Eucaristía nos da su Sagrado Corazón Eucarístico; si Jesús quiere que nuestro primer pensamiento y nuestro primer deseo del día sea su Sagrado Corazón, este pedido se cumple si nuestro primer pensamiento y nuestro primer deseo están dirigidos a la Eucaristía, que es el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús; si Jesús quiere que escuchemos los latidos de su Sagrado Corazón para quedar encendidos en su Divino Amor, entonces lo que tenemos que hacer es Adoración Eucarística en silencio, para escuchar los dulces latidos del Corazón Eucarístico de Jesús; finalmente, si Jesús quiere que lo recibamos por nueve meses seguidos, lo que tenemos que hacer es comulgar con fe, con amor, con devoción y por supuesto en estado de gracia, durante nueve meses seguidos, para que el Sagrado Corazón quede entronizado, no solo en nuestros hogares, sino en nuestros corazones.
         Todo lo que Jesús quiere de nosotros en relación al Sagrado Corazón, se cumple en la Sagrada Eucaristía, porque allí se encuentra vivo, glorioso, palpitante con la vida divina trinitaria, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

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