San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 6 de abril de 2018

El Sagrado Corazón quedó lleno de amargura desde el momento mismo de la Encarnación



         Muchos pueden pensar, al contemplar al Sagrado Corazón rodeado de espinas, con una cruz en su base y con su costado lacerado por la lanza, que las amarguras y dolores causados en su Pasión por la malicia de los hombres comenzaron, precisamente, en la Pasión. Muchos, al ver al Jesús adulto siendo flagelado, coronado de espinas, crucificado, pueden ser llevados a pensar que Jesús sufrió su Pasión en su juventud y en su edad adulta. Por lo tanto, su niñez, incluida su Encarnación, habrían quedado libres de estos dolores y angustias, habiéndose desarrollado según los estándares de los niños de Palestina de esa época.
         Sin embargo, no es eso lo que nos enseña la Iglesia y lo que Jesús mismo le revela a Santa Margarita. Dos o tres meses después de la Primera Aparición se produjo la Segunda Aparición, relatada así por Santa Margarita: “El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más brillante que el sol, y  transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en la parte superior (...) la cual significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir, desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en el la cruz, quedando lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su Santa Pasión”.
         Jesús le revela entonces, a Santa Margarita, que el dolor de la Pasión comenzó no en su juventud ni en su edad adulta, sino desde el momento mismo de la Encarnación. Recordemos que en el caso de Jesús, los cromosomas masculinos correspondientes al padre, al no haber contacto con varón alguno, fueron creados en el momento mismo de la Encarnación y que este hecho significa que, como todo hombre, Jesús ya tenía un cuerpo y un alma en el momento mismo de ser un cigoto, es decir, una sola célula. Jesús ya era el Hombre-Dios, aun cuando su Cuerpo humano estuviese formado, en la Encarnación, por una sola célula, el cigoto.
         Es desde es mismo instante de la Encarnación que Jesús comienza a sufrir su Pasión: de manera mística, espiritual, moral, pero no menos real y verdadera. Su Corazón, contenido en los genes del núcleo celular del cigoto, comenzó ya a sufrir en la concepción y continuó, por supuesto, sufriendo, hasta el día de su muerte en la Cruz. Lo que hace Jesús al mostrar su Corazón envuelto en llamas –las llamas del Amor de Dios, el Espíritu Santo; las espinas, la cruz y el Costado traspasado- es solamente graficar, en su Corazón ya perteneciente a un hombre adulto, aquello que Él comenzó a sufrir desde la Encarnación.
         Y todo este sufrimiento no es para que se desarrolle en la Iglesia una devoción sentimentalista, destinada a señoras jubiladas que porque nada tienen que hacer en sus hogares, se inscriben en la Cofradía del Sagrado Corazón: la devoción al Sagrado Corazón está íntima y estrechamente relacionada con la salvación de la eterna condenación en el Infierno y la eterna salvación en el Cielo. A tal punto, que se puede decir que quien desprecia las Llamas del Divino Amor que envuelven al Corazón de Jesús, será envuelto y quemado sin piedad, en el cuerpo y en el alma, por toda la eternidad, en el Infierno. Y la razón es que, en la devoción al Sagrado Corazón, están contenidas las gracias más que suficientes y necesarias para la eterna salvación y para evitar la eterna condenación en el Infierno. Dice así Santa Margarita: “Me hizo ver que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación, y de salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, al que se ha de honrar bajo la figura de su Corazón de carne, cuya imagen quería ver expuesta y llevada por mi sobre el corazón, para grabar en él su amor y llenarlo de los dones de que está repleto, y para destruir en él todos los movimientos desordenados. Que esparciría sus gracias y bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta su santa imagen para tributarle honores, y que tal bendición sería como un último esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la Redención amorosa, a fin de apartarlos del imperio de Satanás, al que pretende arruinar, para ponernos en la dulce libertad del imperio de su amor, que quiere restablecer en el corazón de todos los que se decidan a abrazar esta devoción”.
“Apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número (es decir, el Infierno); destruir en él todos los movimientos desordenados (los movimientos desordenados son los pecados que, si son mortales y no se confiesan, conducen al Infierno); apartarlos del imperio de Satanás (el Príncipe del Infierno)”. Es para esto para lo que Jesús nos revela su Sagrado Corazón; es para esto que comenzó a sufrir su Pasión desde la Encarnación; es para esto que nos entrega su Sagrado Corazón Eucarístico en cada comunión eucarística -la Eucaristía es la continuación y prolongación del Sagrado Corazón, porque en la Eucaristía el Sagrado Corazón está vivo y palpitante, lleno de la gloria y del Amor de Dios-. Es para esto que Jesús se revela como el Sagrado Corazón y es para esto que debemos ser sus amantes devotos: para librarnos de Satanás; para librarnos de la eterna condenación en el Infierno; para librarnos de los movimientos desordenados de nuestros corazones que nos conducen al pecado y al Infierno, todo lo cual nada tiene que ver con una devoción sensiblera, como erróneamente afirman muchos que desconocen al Sagrado Corazón.


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