San Esteban dio su vida por el testimonio de Nuestro Señor
Jesucristo, reflejando así la naturaleza sobrenatural de la fe católica, puesto
que su muerte no se debió a pasiones humanas, sino al intento de borrar de la
tierra el Nombre del Salvador. Todo en la muerte de San Esteban indica la
sobrenaturalidad de la religión revelada por Jesús y del carácter divino del
Mesías y Redentor: primero, es acusado, con calumnias y mentiras, utilizando
falsos testigos, de afirmar que Jesús “iba a destruir el templo y a acabar con
las leyes de Moisés”[1]. Esta acusación falsa y
calumniosa lleva el sello del Príncipe de las tinieblas, “el padre de la
mentira” (Jn 8, 44), lo cual indica
quién es el que está, verdaderamente, detrás de la muerte de San Esteban, y que
su muerte no se debió a meras pasiones humanas, sino al odio contra la fe en
Cristo como Dios hecho hombre.
Otros
hechos sobrenaturales en la muerte de San Esteban son el resplandor
sobrenatural de su rostro, que les hace recordar a quienes lo contemplan, al rostro
“de un ángel”: “Y los del tribunal al observarlo vieron que su rostro brillaba
como el de un ángel”, y la sabiduría divina que demostró frente al tribunal del
Sanedrín, recordando la historia sagrada y el carácter divino del Mesías,
Jesucristo; ambos hechos sobrenaturales se deben, según el Evangelio, a que Esteban
se encontraba “lleno del Espíritu Santo” (cfr. Hch 6, 8-7). En el momento mismo de la muerte de San Esteban, se
dieron otros hechos sobrenaturales: la visión que el santo tiene de Jesús, “el
Hijo del hombre”, de pie a la derecha de Dios, y las palabras pronunciadas
antes de morir, similares a las pronunciadas por Jesús: “Señor Jesús,
recibe mi espíritu” (cfr. Hch 7, 59) y “Señor, no les tengas en
cuenta este pecado” (cfr. Hch 7,60).
Estas palabras, en las que pide que Jesús reciba su espíritu, como el perdón
que otorga a sus verdugos, además de implorar misericordia para quienes le
quitan la vida, indican que San Esteban participa de la muerte en cruz de
Jesús, muerte en la que Jesús perdona a los pecadores, que le quitan la vida,
al tiempo que implora misericordia para ellos, alegando ignorancia en su
maldad: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34), además de pedir al Padre que “reciba su espíritu” (Lc 23, 46).
La
muerte de San Esteban, propiciada por el padre de la mentira, revela el triunfo
fe Jesucristo, porque mientras los hombres cubren su rostro y su cuerpo de
sangre, al lapidarlo, Jesús, el Hombre-Dios, lo premia con el cielo,
cubriéndolo de luz y de gloria divina, como premio por ofrendar su vida por su
Nombre. En nuestros días, en los que se intenta disminuir la condición divina
de Jesús, reduciéndolo a un revolucionario social, cuando no de erradicar el
Nombre de Jesús de la vida, la mente y el corazón del hombre contemporáneo, la
muerte sobrenatural de San Esteban es más valiosa que nunca antes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario