Muchos consideran que la devoción al Sagrado Corazón es algo
de poca monta, reservado a personas que no tienen otra ocupación que asistir a
la Iglesia. Muchos piensan que ser devotos del Sagrado Corazón es una especie
de hábito piadoso religioso, que da lo mismo tenerlo a tenerlo y, como el mundo
se presenta mucho más atractivo que la devoción al Corazón de Jesús, entonces
dejan de lado al Sagrado Corazón, para enfrascarse en las diversiones y
atractivos del mundo.
Nada más lejano a la realidad y nada más peligroso para el
alma que así piensa, porque en la devoción al Sagrado Corazón están las gracias
necesarias para evitar la eterna condenación en el infierno. En otras palabras,
quien desprecia al Sagrado Corazón por considerarlo algo de poco o nulo valor,
se encuentra de lleno en el ancho camino que conduce a la eterna condenación. Es
esto lo que deja entrever Nuestro Señor, en las revelaciones a Santa Margarita,
diciéndole así en la Primera Aparición: “Mi Divino Corazón, está tan apasionado
de Amor a los hombres (….) que, no pudiendo contener en el las llamas de su
ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste
a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los
cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición.
Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea
todo obra mía”[1].
El Sagrado Corazón contiene las gracias necesarias para “separar al alma del
abismo de perdición”, es decir, del infierno; esto quiere decir que, quien
desprecia al Sagrado Corazón, se encuentra en el camino de la eterna condenación.
Esta misma idea se la vuelve a repetir Jesús en la Segunda
Aparición, en donde, según Santa Margarita, Jesús le hizo ver “el ardiente
deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la
perdición, en el que los precipita Satanás en gran número”[2]. Continuamente,
Satanás está conduciendo almas hacia el abismo –mediante las supersticiones, el
abandono de la oración, el abandono de los sacramentos, el desprecio de su
Sagrado Corazón Eucarístico-, hacia el infierno, pero los hombres no solo no
hacen caso de sus llamados, sino que devuelven, al Amor contenido en el Sagrado
Corazón, indiferencia, ingratitud, olvido y desprecio.
Es esto lo que Jesús le dijo a Santa Margarita en la Tercera
Aparición: “(…) me descubrió su amabilísimo y amante Corazón, que era el vivo
manantial de las llamas. Entonces fue cuando me descubrió las inexplicables
maravillas de su puro amor con que había amado hasta el exceso a los hombres,
recibiendo solamente de ellos ingratitudes y desconocimiento. “Eso”, le dice
Jesús a Margarita, “fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión,
mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que
hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más. Mas sólo
frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien”[3].
Y
después le dice: “Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo
cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades”[4].
Por
lo tanto, quien ame al Sagrado Corazón, que procure darle consuelo, por medio
de la oración, la penitencia, el sacrificio y las obras de misericordias,
pidiendo por la conversión de quienes lo desprecian en el Santísimo Sacramento
del altar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario