San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 12 de noviembre de 2014

San Josafat, obispo y mártir


         San Josafat de Polotsk, llamado “mártir de la restauración de la  unión”, luchó y murió en su afán de conseguir la reconciliación de los que estaban separados de Roma[1]; fue, además de patriota, un católico oriental de espíritu romano y selló con su sangre su testimonio sobre una de las más notorias características de la Iglesia fundada por Jesucristo: la Iglesia es una y es católica, es decir, es universal y está fundada sobre la Piedra que es Pedro, por lo que su gobierno es jerárquico y vertical y Pedro, el Papa, en cuanto es el obispo de Roma, posee la autoridad suprema sobre toda la Iglesia, sobre su rama Occidental y sobre su rama Oriental. San Josafat derramó su sangre dando así testimonio sobre la catolicidad vertical de la Iglesia dentro de la unidad.
El martirio de San Josafat se comprende a la luz del gran cisma de Oriente de julio de 1054, cisma por el que se desprendió de la catolicidad la Iglesia Oriental luego de la controversia del Filioque: mientras la Iglesia Occidental sostiene que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (Filioque), la Iglesia de Oriente sostiene que el Espíritu Santo procede del Padre (y no del Hijo).
San Josafat era abad del monasterio de Vilna, Lituania. En esa ciudad convivían católicos latinos fieles a Roma, ortodoxos rusos y católicos orientales de rito griego. Cuando fue nombrado obispo de Polotsk en 1617, trabajó intensamente por la unidad de los cristianos, de rito oriental como latino. Su vida de santidad, sus extremas penitencias, su vida de oración continua, su humildad, su caridad, le hacían conquistar tantas almas para Cristo, que le valieron el mote de “ladrón de almas”. Sin embargo, esto le supuso también el granjearse un buen número de enemigos, los cuales tramaron su muerte, que se llevó a cabo al salir de la catedral. Al enfrentarse con sus asesinos, San Josafat les dijo así: “Me buscáis para matarme; en los ríos, en los puentes, en los caminos, en las ciudades, me ponéis asechanzas. He venido espontáneamente a vosotros para que sepáis que soy vuestro pastor, y ojalá el Señor me conceda el poder entregar mi alma por la santa unión, por la Sede de Pedro y sus sucesores los pontífices de Roma”. Con estas palabras, San Josafat estaba diciendo que ofrecía su vida por la unidad de la Iglesia y por unidad de los cristianos. De esta manera, imitaba a Cristo, que reconcilió a judíos y gentiles, con su sacrificio en la cruz, según la Escritura: “Derribó con su Cuerpo en la cruz el muro de odio que separaba a judíos y gentiles” (cfr. Ef 2, 14).
Las palabras de San Josafat impresionaron por unos instantes a sus asesinos, pero pasados unos minutos, dos de ellos, gritando “¡Muera el papista, muera el latino!”, se abalanzaron sobre él, lo hirieron con un látigo debajo del ojo hasta dejarlo sin sentido, y luego lo derribaron en tierra con un hachazo; ya en el suelo, lo destrozaron de tal forma con palos y puñales, que apenas se podía reconocer su figura humana, y para ensañarse aún más, descuartizaron el perro de la casa y mezclaron sus pedazos con la carne maltrecha del cuerpo del santo. Todavía agonizante, levantó su mano para bendecir a sus asesinos, pronunciando al mismo tiempo la jaculatoria: “¡Oh Dios mío!”, luego de lo cual, murió.
Luego de su muerte, ocurrieron numerosos milagros morales[2]  –entre ellos, la conversión de sus asesinos- y físicos –curaciones de todo tipo[3]-; el Papa Pío XI declaró a San Josafat Patrón de la Reunión entre Ortodoxos y Católicos el 12 de noviembre de 1923, III centenario de su martirio[4].
San Josafat es el mártir del papado: dio su vida, testimoniando con el derramamiento de su sangre, las palabras de Jesús: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18). San Josafat testimonió con su sangre que la Iglesia está fundada sobre Pedro, así como Pedro está fundado sobre Cristo y sobre el Espíritu Santo. Por lo tanto, el verdadero ecumenismo, es precisamente éste: dar testimonio de que la Única Iglesia de Jesucristo es la Iglesia Católica y que como tal, posee la totalidad de la Verdad Revelada y que Pedro, el Vicario de Cristo, posee la suprema autoridad sobre toda la Iglesia, sobre la Iglesia de Occidente y sobre la Iglesia de Oriente.







[1] Los rutenos. La Iglesia greco-católica rutena o Iglesia católica bizantina rutena es una de las Iglesias orientales católicas sui iuris en plena comunión con la Santa Sede de la Iglesia católica. Actualmente se encuentra dividida en tres jurisdicciones independientes entre sí aunque se considera al eparca de Mukachevo como el primado de honor de la iglesia rutena, pero sin ninguna autoridad sobre las otras. Cfr. http://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_cat%C3%B3lica_bizantina_rutena
[2] http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/11/11-12_S_josafat.htm
[3] http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/11/11-12_S_josafat.htm
[4] http://www.corazones.org/santos/josafat.htm

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