San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Santa Lucía, virgen y mártir


         Puesto que murió mártir, Santa Lucía es representada con una hoja de palma, que simboliza el martirio. Pero también es representada con una bandeja en la que están sus ojos y el motivo es que, según antiguas tradiciones, le habrían sacado los ojos por proclamar su fe en Jesucristo.
Todo en Lucía remite a la luz, porque su nombre -“Lucía”- significa “la luminosa”, mientras que los ojos, con los cuales se la representa en una bandeja, son la “ventana del alma”, por donde “entra la luz”.
En los tiempos presentes, tiempos “de tinieblas y sombras de muerte” (cfr. Lc 1, 68-71), Santa Lucía, en cuanto santa y mártir, se nos muestra entonces como quien nos anuncia la luz, una gran luz, la luz que eterna que derrota a las tinieblas vivientes -los ángeles caídos-, y a las tinieblas del error y del pecado, y esa Luz Viva e indefectible, eterna e inaccesible que nos anuncia Lucía, es Jesucristo, “Luz del mundo” (Jn 8, 12).
Si todo santo es puesto por la Iglesia como modelo y ejemplo de santidad, Santa Lucía, con su vida y muerte ejemplar, es para nosotros como una luz en la noche oscura, luz que nos anticipa y preanuncia el Sol de justicia, la “Lámpara que ilumina la Jerusalén celestial”, Jesús, el Cordero de Dios.

Lo que nos deja Santa Lucía como ejemplo a imitar es su luminosidad, pero no la luminosidad que se desprende de su nombre, sino la luz de la gracia, luz creatural participada de la Gracia Increada, Jesús, el Hombre-Dios. Quien se deja iluminar, como Santa Lucía, por la “Luz de Luz” que es Jesús, no solo no vive en tinieblas, sino que ya, en este mundo, vive iluminado por la luz de Dios, luz que es Vida y Amor, luz que derrota para siempre a las tinieblas del error y de la ignorancia. Que Santa Lucía, “la luminosa”, interceda por nosotros para que vivamos, en el tiempo que nos queda de vida terrena, en la luz de Cristo, como anticipo de la luminosa vida de gloria que por la Misericordia Divina esperamos vivir en la eternidad.

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