San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 19 de noviembre de 2012

Beata María Crescencia Pérez




“Por cumplir la Voluntad de Dios iría hasta el fin del mundo”. Esta frase le valió a la Hermana María Crescencia Pérez el ser llevada al Cielo. Por supuesto que no fue solo la frase, sino el cumplirla en su vida, a costa de ella misma, porque para poder cumplirla, la Beata Crescencia renunció a su propia voluntad. Esta es la lección que nos deja la Beata: no pueden coexistir en el hombre dos voluntades, la voluntad propia y la Voluntad de Dios. O existe una o existe la otra. O se cumple la Voluntad de Dios, o se cumple la voluntad propia, porque en una y otra se necesita de la totalidad de la persona y de sus energías para llevarlas a cabo. Las dos voluntades son excluyentes la una de la otra, porque sus deseos y quereres son distintos: mientras la voluntad del hombre quiere la concupiscencia y las cosas del mundo, la Voluntad de Dios quiere sólo lo que Dios quiere, que es el Amor y la Bondad infinitas de Él mismo. Por esto se ve que no hay nada más perfecto que cumplir la Voluntad de Dios. Si la creatura cumple la Voluntad de Dios, nada más necesita, ni en esta vida ni en la otra, porque allí encuentra la máxima felicidad y la más grande y completa alegría; en la Divina Voluntad ve el alma extra-colmada, con creces, toda su capacidad de amar, y de nada ni de nadie necesita para ser feliz, al tiempo que hace felices a quienes entran en contacto con ella. Al cumplir la Voluntad de Dios, el alma sale de sí misma para vivir en Dios, olvidándose de ella misma, trascendiendo de sí para donarse por amor a los demás.
         Por el contrario, quien cumple su propia voluntad, sin preocuparse por cumplir la Voluntad de Dios en su vida, se encierra en sí mismo, egoístamente, como quien libremente se encierra y encadena en una oscura prisión; viviendo la propia voluntad, pierde todos los bienes que Dios le concedió, y se vuelve una creatura triste, sombría, e incluso malvada y perversa, porque la voluntad humana sin la Voluntad divina convierte al hombre es un ser avaro, mezquino, despreciable, merecedor sólo de dolores y penas.  
         “Por cumplir la Voluntad de Dios iría hasta el fin del mundo”. La Beata María Crescencia dio su vida por cumplir la Voluntad de Dios, y haciendo así, imitó a Jesús en el Huerto de los Olivos, quien pidió que se cumpla en Él la voluntad de su Padre: “Padre, que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Aunque parezca lo contrario, la Voluntad de Dios, que es siempre santa y buena, luego de la tribulación –que nunca es superior a nuestras fuerzas-, conduce a la felicidad eterna; así sucedió con Jesucristo que, en el Huerto de los Olivos, cumplió la Voluntad de Dios y no la suya de Hombre Perfecto, y luego de la Cruz, triunfó en la Resurrección, y es así como le sucedió a la Beata Crescencia Pérez que, imitando a Cristo en el Huerto de Getsemaní, cumplió la Voluntad divina en su vida -en su deber de estado como religiosa, amando a Dios y al prójimo como a sí misma- y fue llevada luego a la felicidad eterna en los cielos.

1 comentario:

  1. le ruego le suplico le imploro a la beata crescensia perez interseda y pueda hacer el milagro de maor entre viviana y enrique que se termine esta discucion y heridas

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