San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 4 de noviembre de 2011

Sólo la potencia infinita del Amor divino que late en Sagrado Corazón da las fuerzas necesarias para ser víctima de amor



Toda devoción, a Jesús, a la Virgen, a algún santo, se caracteriza por una particularidad. ¿Cuál es la particularidad del devoto del Sagrado Corazón?

Lo dice el mismo Jesús: “Busco una víctima para Mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación en el cumplimiento de Mis Designios”.

Es decir, el devoto del Sagrado Corazón debe ofrecerse en sacrificio, como víctima de amor, para que se cumplan los designios divinos de salvación de las almas.

En qué consista este ser “víctima de amor”, nos lo dice también el mismo Jesús, a través de Santa Margarita: “Tengo sed, pero una sed tan ardiente de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento, que esta sed Me consume y no hallo a nadie que se esfuerce según Mi Deseo en apagármela, correspondiendo de alguna manera a Mi Amor”.

Ser víctima de amor del Sagrado Corazón quiere decir entonces amar al Sagrado Corazón, como modo de corresponder al Amor divino que arde en Él, y el modo de amarlo es por medio de la adoración eucarística y las obras de misericordia, corporales y espirituales, para con los más necesitados, porque según San Juan, miente quien dice que ama a Dios, a quien no ve, sino ama a su prójimo, a quien ve: “El que dice: “yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, y no amar a su hermano, a quien ve? Él mismo nos ordenó: El que ame a Dios, ame también a su hermano” (1 Jn 4, 19-21).

El devoto del Sagrado Corazón, llamado a ser víctima de amor, repara, con su amor al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, por las frialdades, indiferencias e ingratitudes con los cuales este Corazón divino es ofendido continuamente, día y noche, no ya por los paganos, sino por aquellos que han sido adoptados como hijos de Dios por el bautismo: “…lo que más Me dolió de todo cuanto sufrí en Mi Pasión (…) fueron las frialdades, desaires e ingratitudes”.

Pero la fuerza del amor necesaria para ser víctima de amor del Sagrado Corazón, no está en el corazón humano, pues el corazón humano, por más noble que sea, posee un amor limitado y muy imperfecto. Para ser víctima de amor del Sagrado Corazón, se necesita un Amor con potencia infinita, y ese Amor sólo se encuentra en la Eucaristía, en donde late el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Dice así Santa Margarita, refiriéndose al pedido de Jesús de ser víctima de amor: “Y como yo le manifestase mi impotencia, me respondió: “Toma, ahí tienes con qué suplir todo cuanto te falta”. Y al mismo tiempo se abrió aquel Divino Corazón y salió de Él una Llama tan ardiente que creí ser consumida, pues quedé toda penetrada por ella y ya no podía soportarla, cuando le rogué que tuviera compasión de mi flaqueza”.

Sólo la potencia infinita del Amor divino que late en el Sagrado Corazón da las fuerzas necesarias para ser víctima de amor.

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