San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 2 de junio de 2021

El Sagrado Corazón de Jesús, objeto de nuestro amor

 



         El 16 de junio del año 1675 Santa Margarita María de Alacquoque tuvo la gracia de recibir una de las más grandes y maravillosas apariciones de Nuestro Señor Jesucristo, quien se le apareció bajo la advocación del Sagrado Corazón de Jesús. En estas apariciones, Nuestro Señor, además de encargarle que difundiera la nueva devoción, le mostraba su Sagrado Corazón, sosteniéndolo con una mano. ¿Qué características tenía el Corazón de Jesús?

         Ante todo, el Corazón de Jesús estaba envuelto en llamas de fuego: esas llamas de fuego representan al Amor de Dios, el Espíritu Santo. El Sagrado Corazón de Jesús, envuelto en las llamas del Amor de Dios, está inhabitado por este Amor Divino; quiere decir que en el Corazón de Jesús no hay otra cosa que Amor y Amor de Dios, que es Eterno, Infinito, Inconmensurable, Incomprensible, Inagotable. Quien entra en contacto con el Corazón de Jesús, entra en contacto, indefectiblemente, con el Amor de Dios que inhabita en Él.

         El Corazón de Jesús se muestra con su Costado traspasado: es la huella de la Pasión de Amor que Jesús sufrió para salvarnos del Pecado, del Demonio y de la Muerte, por lo tanto, es una señal del Amor Infinito y Eterno que nos tiene Jesús a todos y cada uno de nosotros. Por otra parte, de la herida abierta del Corazón de Jesús, brota el contenido del Corazón, que es su Sangre Preciosísima: al ser la Sangre del Cordero de Dios, no es una sangre cualquiera, sino la Sangre de Dios hecho Carne, que ha donado su Vida y su Sangre por nosotros. Además, en esta Sangre está contenido el Espíritu Santo, el Amor de Dios, porque la Sangre sirve de vehículo del Divino Amor. Quien recibe al Corazón de Jesús, recibe su Sangre y, con su Sangre, al Divino Amor.

         El Sagrado Corazón está también rodeado por una corona de espinas: no debemos pensar que esto es sólo una imagen gráfica y nada más, puesto que el Corazón de Jesús está vivo y si está vivo, late y con cada latido, las espinas de la corona que lo rodean se introducen, en la fase de expansión o diástole, provocándole un agudo dolor, mientras que se retiran en la fase de contracción del corazón o sístole, provocándole otro agudo dolor, por desgarramiento. Es decir, en cada latido del Sagrado Corazón, experimenta Jesús un dolor que no es posible siquiera imaginar. ¿Por qué tiene una corona de espinas? ¿Qué significan esas espinas? La corona de espinas y cada espina que la compone, representan nuestros pecados, cualesquiera que estos sean, porque los pecados que cometemos, aunque a nosotros no nos provoquen ningún dolor, sí se lo provocan, misteriosamente, a Jesús -es un dolor de tipo moral y no físico porque Jesús, en cuanto resucitado y glorioso, ya no puede sufrir físicamente-, porque se materializan en las espinas de la corona que rodea al Sagrado Corazón. Es decir, nuestros pecados se materializan en las espinas y es esto lo que provoca un dolor agudísimo a Jesús en cada latido de su Sagrado Corazón. Con esto podemos ver cómo es de desigual el trato entre Dios y nosotros: mientras Dios nos da su Corazón con su Amor, nosotros le damos espinas y dolor con nuestros pecados. Por lo tanto, hagamos el propósito de evitar el pecado, de evitar las ocasiones de pecado y así aliviaremos el dolor del Sagrado Corazón de Jesús.

         Por último, el Sagrado Corazón tiene, en su vértice, una cruz: significa que, quien quiera acceder al Amor del Sagrado Corazón, debe hacerlo por medio de la Cruz, porque el Sagrado Corazón está en la Cruz. No hay otro camino, que el Camino Real de la Santa Cruz, el Via Crucis, para acceder al Corazón Sacratísimo de Jesús.

         Entonces, cuando se piensa en Santa Margarita María de Alacquoque y en las maravillosas apariciones del Sagrado Corazón, podemos pensar en lo dichosa que fue la santa, que recibió estas grandiosas apariciones. Sin embargo, nosotros, aunque Jesús no se nos aparezca como el Sagrado Corazón, visiblemente, nos podemos considerar infinitamente más dichosos que la santa, porque ese mismo Corazón, exactamente el mismo, vivo, latiente, glorioso, resucitado, inflamado en las llamas del Divino Amor, el Espíritu Santo, es el que recibimos en cada Comunión Eucarística, porque en cada Comunión Eucarística Jesús nos dona su Sagrado Corazón Eucarístico. Y si a Santa María de Alacquoque le pidió su corazón humano para devolverlo envuelto en llamas de Amor Divino, a nosotros nos pide que le abramos las puertas de nuestros corazones, para que Él nos done su Amor Divino, el Espíritu Santo, para que con sus santas llamas nos incendie con el Fuego del Amor de Dios. Si a nosotros no se nos aparece visiblemente como el Sagrado Corazón, se nos dona, invisiblemente, oculto en apariencia de pan, como el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Y esto, recibir al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, es lo más grandioso que puede sucederle a una persona en esta vida terrena y por esto mismo, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús debe ser el primero, único y exclusivo objeto de nuestro amor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario