San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 19 de mayo de 2021

San Expedito enfrenta al Demonio con la Santa Cruz de Jesús

 


         Cuando Dios le concedió la gracia de la conversión, a San Expedito se le apareció el Demonio bajo la forma de un cuervo negro. No es que el Demonio sea un cuervo, ni que todo cuervo sea el Demonio, sino que el Demonio, puesto que es un ángel caído puede, con las propiedades y dones de su naturaleza angélica, tomar distintas formas, sea de animales como de personas humanas. En el caso de San Expedito, se le apareció bajo la forma de un cuervo negro, para tentarlo contra la conversión, seduciéndolo con la tentación de dejar la conversión “para mañana”. Como todos sabemos, San Expedito, levantando en alto la Santa Cruz de Jesús, dijo: “Hoy me convierto a Jesucristo” y, armado con la fuerza de Dios omnipotente, aplastó la cabeza del Demonio, que bajo la forma de cuervo se le había acercado inadvertidamente hasta sus pies.

         Es interesante conocer la vida de los santos, porque todos, sin ninguna excepción, tuvieron dos características en común: por un lado, amaron a Jesucristo crucificado y a Jesús Eucaristía, de modo que no hay ningún santo que no se haya destacado en su amor a la Cruz y a la Eucaristía; por otro lado, combatieron, al amparo de la Santa Cruz y recibiendo en gracia la Sagrada Eucaristía, al Demonio. Esto es muy importante tenerlo en cuenta, porque hay muchos –muchísimos- católicos, por no decir la gran mayoría, que dicen: “Yo no creo en el Demonio, no creo en las brujas, no creo en las brujerías”. Cuando un católico dice esto, es porque el Demonio está ganando la batalla en su corazón, porque el gran triunfo del Demonio es hacer creer al hombre que Él no existe o, que si existe, es bueno, porque puede dar cosas buenas. Y es así como muchos –muchísimos- católicos, cuando tienen un problema, sea de salud, de economía, o afectivo, o de la índole que fuere, en vez de acudir al rezo del Santo Rosario, a la Adoración Eucarística y a la Santa Misa, salen corriendo a buscar un curandero, una bruja, un brujo, que les haga desaparecer, mágicamente, los problemas. Esto es



cometer un pecado de idolatría, además de ofender gravemente a Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen, porque todos estos brujos trabajan con el Demonio. Además, demuestra una grave deficiencia en su formación en la fe, porque parte de nuestra fe católica es creer que el Demonio existe, que obra entre los hombres como “Príncipe de este mundo” y como “Padre de la mentira”, provocando toda clase de males y de desgracias entre los hombres. Por otra parte, quien dice no creer en el Demonio y en las brujerías, comete un pecado contra la fe en Jesucristo, porque la Escritura dice que Jesús vino para “destruir las obras del Demonio”.

         En nuestros días, la práctica de la brujería, de la hechicería, de la wicca, del ocultismo, del gnosticismo, del satanismo, ha alcanzado niveles jamás vistos en la historia de la humanidad. Y los primeros que encabezan la lista de los que practican estos actos malvados y supersticiosos, son los católicos. Debemos tener mucho cuidado en acudir a brujos y curanderos, porque es un pecado mortal, que no dejará de ser tenido en cuenta en el día del Juicio Particular, en el día de nuestra muerte. Por eso mismo, acudamos a los santos de la Iglesia Católica, como San Expedito, para buscar, no la solución a nuestros problemas mágicamente, sino la unión por la fe y por el amor a Jesús crucificado y a Jesús Eucaristía, que eso es lo que quiere Dios de nosotros. Dios no nos da esta vida para que vivamos sin problemas: la vida terrena está llena de tribulaciones, pero es para que nos unamos a Cristo Jesús, en la Cruz y en la Eucaristía, para sobrellevar las tribulaciones unidos a Él. Y será Jesús, el Hombre-Dios, y no los brujos, servidores del Demonio, quien nos de el alivio que buscan nuestros corazones.

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