San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 10 de junio de 2020

Los dolores internos del Sagrado Corazón



El Sagrado Corazón le reveló a una religiosa española, la Madre María Encarnación, cuáles eran sus dolores internos; le dijo además que debía hacer una imagen de su Sagrado Corazón con diez dardos en Él clavados, simbolizando estos dolores. Cuenta la Madre que el Señor le inspiró y le dio luz de cómo había de ser la imagen: un corazón de diez dardos, siete alrededor y tres al fondo y en el centro[1].
Los tres dardos del centro representan a los dolores provocados por el escándalo y sacrilegio de los malos sacerdotes, por el violar sus votos las esposas de Cristo y por la persecución a los justos; a su vez, los siete de alrededor de su Corazón son la representación de los dolores por ver a su Eterno Padre gravemente ofendido; por la herejía esparcida por todo el mundo; por la apostasía de los malos cristianos; por el olvido de sus beneficios; por el desprecio de sus gracias y sacramentos; por la frialdad e indiferencia de los suyos y finalmente, por la idolatría.
El escándalo y sacrilegio de los malos sacerdotes: aquí están incluidos tanto Judas Iscariote como toda la serie de consagrados que habrían de traicionar a Jesús y a la Santa Religión Católica a lo largo de los siglos. Este dolor lo provocan quienes, por dinero, por fama mundana, o por poder, traicionan al Magisterio de la Iglesia y a su Credo y se dedican a propagar otro credo, que pertenece a otra Iglesia, pero no a la Iglesia Católica.
El violar sus votos las esposas de Cristo: muchas consagradas, habiendo realizado sus votos perpetuos de castidad, obediencia y pobreza, los abandonan provocando escándalos; en vez de estos votos, estas religiosas, que por lo general abandonan también sus hábitos, se dedican a promover diversas ideologías, que nada tienen que ver con el depósito de fe de la Iglesia Católica, traicionando así a Cristo, a quienes juraron una vez servir.
La persecución a los justos: en nuestros días, en numerosos países, se persiguen a las personas y se las encarcela sin juicio previo y a muchos se los asesina, por el solo hecho de ser católicos. Esto sucede en países en donde predomina el comunismo como forma de gobierno tiránico.
Ver a su Eterno Padre gravemente ofendido: se ofende a Dios Padre cuando no se respetan, ni se observan, ni se tienen en cuenta sus Mandamientos, promulgados en las Tablas de la Ley, Mandamientos a los que hay que agregar los Mandamientos de Jesús: “Amen a sus enemigos y carguen la Cruz de cada día”. La falta de la observancia de los Mandamientos es causa de todo tipo de violencias, de crímenes, de atrocidades, que los hombres cometen unos contra otros, ofendiendo así gravemente a Dios Padre, Autor de la Ley divina.
La herejía esparcida por todo el mundo: cuando se niegan las verdades fundamentales de nuestra Fe Católica y se pretende suplantarlas por ideologías extrañas al Evangelio, se produce un grave escándalo, pues en el seno mismo de la Iglesia surge la herejía, que se caracteriza por ser contraria a la Verdadera y Única Iglesia Católica, la Esposa de Cristo. Las sectas -y sobre todo, la Madre de todas las sectas, la Nueva Era o New Age- contribuyen, en gran medida, a la propagación de las herejías, aumentando así los dolores del Sagrado Corazón.
La apostasía de los malos cristianos: los malos cristianos se caracterizan por abjurar de las promesas que una vez hicieron en su Bautismo sacramental y es así que estos cristianos, en vez de creer en los Mandamientos y observarlos y en vez de practicar los Sacramentos y realizar obras de Misericordia, se lanzan a perseguir cuanta ideología o religión extraña o anti-cristiana se ponga de moda. Así, abundan los malos cristianos que practican yoga, ocultismo, brujería, reiki, y demás prácticas no católicas, lo cual provoca un gran dolor al Sagrado Corazón de Jesús.
El olvido de sus beneficios: el Sagrado Corazón está permanentemente concediendo dones, beneficios y gracias, además de milagros de toda clase, pero muchos de los que reciben estos dones de parte del Sagrado Corazón, no tienen en cuenta su origen y así a las cosas buenas que reciben de Dios, las atribuyen a ídolos demoníacos, como por ejemplo la Santa Muerte o el Gauchito Gil.
La frialdad e indiferencia de los suyos: el Sagrado Corazón demuestra un amor de preferencia para con los bautizados en la Iglesia Católica, porque es a ellos y no a otro a quienes ha elegido para ser hijos adoptivos de Dios y hermanos de Él, para que participen de su Pasión y así alivien los dolores de su Sagrado Corazón. Sin embargo, muchos bautizados, olvidando su Bautismo sacramental y lo que esto significa, viven y se comportan como paganos, como si nunca hubieran recibido nada de Jesús, tratándolo con gran frialdad e indiferencia y provocando uno de los dolores del Corazón de Jesús.
La idolatría: los grandes ídolos de nuestros tiempos son el dinero, la fama mundana, el poder y el relativismo, doctrina según la cual ninguna Iglesia tiene la Verdad Absoluta sobre Dios, relegando así a la Iglesia de Cristo a un segundo plano, a una iglesia más entre tantas religiones. Cuando el hombre se dedica a idolatrar a los ídolos que él mismo se fabrica, entonces provoca un gran dolor al Sagrado Corazón de Jesús.
Tengamos en cuenta cuáles son los dolores del Sagrado Corazón de Jesús, para no ser nosotros los causantes de ellos.




[1] Cfr. https://un-paso-aldia.com/2020/06/01/los-madre-sor-maria-encarnacion-rosal/?fbclid=IwAR00417-y8x7O7Tz2HHUWcx6LtkdKuozcBU7Ut8EwXKaK1LXbFJFw4jBBZY . Sor María Encarnación relata así un diálogo que tuvo con el Sagrado Corazón y que explica la razón por la cual la eligió a ella: “Pasando unos días, acabando de comulgar, teniéndole aún, oí la misma voz interior que me decía: No celebran los dolores de mi corazón. Pero Señor le dije: porque no te fijas en otra monja y escuchó la misma voz en su interior: ‘Porque no hay otra más baja que tú’”.

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