San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 26 de diciembre de 2019

San Esteban, protomártir


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         Vida de santidad[1].

         Según el Martirologio Romano, San Esteban, protomártir, en el siglo I, fue un varón lleno de fe y del Espíritu Santo; fue el primero de los siete diáconos que los apóstoles eligieron como cooperadores de su ministerio, y también fue el primero de los discípulos del Señor que derramó su sangre en Jerusalén, dando testimonio de Cristo Jesús al afirmar que veía al Señor sentado en la gloria a la derecha del Padre, al ser lapidado mientras oraba por los perseguidores. Se le llama “protomártir” porque fue el primer mártir que tuvo el honor de derramar su sangre por proclamar su fe en Jesucristo.
Sucedió que después de Pentecostés, los apóstoles, llenos de la fuerza y el ardor del Espíritu Santo, dirigieron el anuncio del mensaje cristiano a los más cercanos, que eran los hebreos, pero este hecho despertó un conflicto por parte de las autoridades religiosas del judaísmo, quienes no aceptaban la prédica de los apóstoles, es decir, la Buena Nueva de Jesucristo.
Al igual que Cristo, por su prédica los apóstoles fueron humillados, azotados y encarcelados, aunque apenas eran liberados, inmediatamente continuaban la predicación del Evangelio. Debido a la prédica, la comunidad cristiana creció, por lo que se hizo necesario que se eligieran diáconos entre los varones justos y el primero de ellos fue Esteban, el cual, además de administrar los bienes comunes –para eso había sido elegido-, se dedicaba también a predicar el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo y esto lo hizo con tanto ardor y pasión que despertó el recelo entre los judíos, los cuales “se echaron sobre él, lo prendieron y lo llevaron al Sanedrín. Después presentaron testigos falsos, que dijeron: Este hombre no cesa de proferir palabras contra el lugar santo y contra la Ley; pues lo hemos oído decir que este Jesús, el Nazareno, destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos transmitió Moisés”. Es decir, apresaron a Esteban por el solo hecho de predicar el Evangelio y además presentaron contra él testigos falsos, que tergiversaban la Verdad de lo que Esteban predicaba.
Sin embargo, como Dios no abandona a los que lo aman y dan testimonio de Él, infundió en él su Santo Espíritu y es así como se lee en el capítulo 7 de Los Hechos de los apóstoles que Esteban estaba “lleno de gracia y de fortaleza”, y con la luz del Espíritu Santo, se defendió de sus adversarios con la luz de la Verdad: resumió la historia hebrea desde Abrahán hasta Salomón, luego afirmó que no había blasfemado contra Dios ni contra Moisés, ni contra la Ley o el templo, demostrando que Dios se revela aun fuera del templo, y cuando estaba por exponer la doctrina universal de Jesús como última manifestación de Dios, sus adversarios no lo dejaron continuar el discurso, porque “lanzando grandes gritos se taparon los oídos...y echándolo fuera de la ciudad, se pusieron a apedrearlo”. Esteban, que así se convertía en el primer mártir cristiano, doblando las rodillas bajo la lluvia de piedras, repitió las mismas palabras de perdón que Cristo pronunció en la cruz: “Señor, no les imputes este pecado”. También declaró que veía los cielos abiertos y al Señor Jesús sentado a la derecha del Padre; dicho esto, cayó muerto debido a la lapidación que le propiciaron sus enemigos.

         Mensaje de santidad.

         La vida y muerte de San Esteban nos demuestra, por un lado, que es verdad lo que Jesús dijo, acerca de que sus discípulos serían encarcelados y algunos asesinados; demuestra también que es cierto que no debían preparar su discurso de defensa, pues el discurso de defensa de Esteban lo dio el Espíritu Santo por él y de forma tan elocuente, que sus enemigos no tuvieron forma de refutarlo. También nos demuestra que a quienes más ama, más los hace partícipes Jesús de su Cruz: como a Él, Esteban fue apresado, humillado y calumniado; como a Jesús, fue muerto injustamente por el solo hecho de revelar la Verdad del plan salvífico de Dios manifestado en el misterio pascual de muerte y resurrección de Cristo. Finalmente, como Jesús, Esteban imitó a su Señor al perdonar a sus verdugos antes de morir. Como premio a su testimonio, Dios Trino le concedió, instantes antes de morir, ver la gloria celestial que le tenía reservada apenas concluyera su vida en la tierra. Otro mensaje de santidad que nos deja San Esteban mártir es el perdón a los enemigos ya que, al igual que Jesús hizo en la Cruz, pidió a Dios que no les tuviera en cuenta el crimen que estaban cometiendo.

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