San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

sábado, 28 de diciembre de 2019

Los Santos Mártires Inocentes


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         Vida de santidad[1].

         El Día de los Santos Inocentes es la conmemoración de un episodio hagiográfico del cristianismo: la matanza de los niños menores de dos años nacidos en Belén (Judea), ordenada por el rey Herodes I el Grande con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret. La Iglesia católica recuerda este acontecimiento el 28 de diciembre, aunque de acuerdo con el Evangelio de Mateo, la matanza debió haber sucedido después de la visita de los Magos al rey Herodes I el Grande (uno o dos días después del 6 de enero), aunque también la fecha de la adoración de los astrólogos a Jesús no tiene una fecha dada exactamente en las escrituras. La brutalidad del episodio está en armonía con el carácter de Herodes, tal como Josefo lo describió en Antigüedades judías (15.3, 3 § 53-56). Josefo presentó a Herodes como un ser patológicamente celoso de su poder: varios de sus familiares fueron asesinados por orden suya, ya que sospechaba que trataban de suplantarlo.

         Mensaje de santidad.

         Su mensaje de santidad está dado por su testimonio de Cristo, puesto que murieron a causa de Cristo. La paradoja es que los niños aun no podían hablar y sin embargo dieron testimonio de Él; no lo conocían personalmente, pero murieron a causa de Cristo y dando testimonio de Él. Y si bien murieron, en su mayoría, traspasados por las lanzas, las espadas y las cuchillas de los esbirros de Herodes, todos, sin excepción, murieron participando, anticipadamente, de la Pasión de Cristo. Es decir, los niños a los que Herodes mató, pensando que en ellos mataba a Cristo, son mártires no por sí mismos, sino porque murieron dando testimonio de Cristo y dieron testimonio de Cristo porque Cristo los asoció a su Pasión. De otra manera, si no estuvieran asociados, de alguna manera, a la Pasión de Cristo, no serían mártires. Pero sí lo son, porque fueron asociados, sin saber hablar aún a causa de su corta edad y sin conocer personalmente a Cristo, a la Pasión de Cristo: murieron unidos a la muerte de Cristo en la Cruz y por esa razón es que son mártires y testigos de Cristo. Sus frágiles cuerpos fueron atravesados, cortados y desmembrados por el frío y cruel hierro de las armas de los soldados de Herodes y de esa manera imitaron y participaron de la muerte de Cristo en la Cruz, porque el Cuerpo de Cristo en la Cruz también fue atravesado por el frío y cruel hierro de los clavos y luego su Sagrado Corazón fue traspasado por el duro acero de la lanza del soldado Longinos. Por esta participación en la Pasión, por ser asociados a la muerte de Cristo, es que los Santos Mártires Inocentes, luego de un breve período de dolor y muerte en la tierra, viven ahora adorando al Cordero en los cielos, por toda la eternidad.
         En nuestros días, la matanza de los Santos Inocentes no solo se perpetúa sino que se multiplica, porque cientos de miles de niños por nacer son asesinados en el vientre de sus madres a causa del aborto. También son mártires, porque en el fondo, el genocidio del aborto es de causa demoníaca: detrás del aborto en masa está el demonio, que busca matar a Cristo en sus imágenes, los niños por nacer y puesto que no le puede hacer nada a Cristo, que lo venció en la Cruz, descarga su furia homicida en aquellos que son imágenes vivientes del Hombre-Dios, los niños por nacer. Y puesto que mueren porque el Demonio persigue a Cristo –como en el episodio del Apocalipsis, en el que el Dragón persigue a la Mujer con el Niño y ésta con el Niño huyen al desierto-, mueren asociados a la Pasión de Cristo y así son también mártires que mueren dando testimonio de Cristo, Creador de la vida y la Vida Increada en sí misma. Los niños que mueren en los abortorios no conocen a Cristo en esta vida, pero sí lo conocen apenas pasan de esta vida a la otra y si bien no pueden hablar, dan testimonio de Él con su muerte silenciosa en el seno de sus madres. Es decir, sin conocer a Cristo y sin poder hablar de Él, dieron testimonio de Él porque fueron asociados a su Pasión. Cada niño muerto en el seno de su madre nos recuerda a Cristo crucificado.

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