San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 30 de septiembre de 2019

Santa Teresita del Niño Jesús




“En el corazón de la Iglesia, yo seré el Amor”. En sus Manuscritos biográficos, Santa Teresita tiene la siguiente expresión: “En el corazón de la Iglesia, yo seré el Amor”. Ella quería encontrar su vocación en la Iglesia, y descubrió que ésta era el Amor, la caridad. En el Cuerpo Místico de la Iglesia, el puesto de Santa Teresita era el corazón, fuente del amor que, en el caso de la Iglesia, está “ardiendo en amor”, según expresión de la misma Santa Teresita. Es decir, ella no se reconoce ni en los mártires, ni en los doctores, ni en ninguna otra vocación de la Iglesia: ella se reconoce en el centro mismo del Cuerpo Místico, el Corazón de la Iglesia, en donde “arde el Amor”.
          Ahora bien, podríamos preguntarnos si este deseo de Santa Teresita de ser “el Amor en el Corazón de la Iglesia” es un deseo que permanece en mero deseo o si puede llegar a ser cumplido efectivamente, porque no es lo mismo que un deseo permanezca como tal, a que se realice y se lleve a cabo en la realidad. En el caso de Santa Teresita, no se queda en un mero deseo, sino que verdaderamente se cumple, se hace efectivo, de manera tal que ella, en el Corazón de la Iglesia, es el Amor. ¿De qué manera? El deseo de Santa Teresita se cumple efectivamente y no queda en mero deseo, por medio de la Eucaristía, es decir, por medio de su unión orgánica a la Eucaristía. La razón es que la Eucaristía es el Corazón Eucarístico de Jesús, Corazón en el que inhabita el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo. La Eucaristía es el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, envuelto en el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo: esto quiere decir que quien se une orgánicamente a la Eucaristía por la comunión sacramental, se hace partícipe de este Divino Corazón, el cual le comunica las llamas del Amor de Dios que en Él inhabitan. Es decir, al comulgar, el alma entra en contacto con las llamas del Amor de Dios que se encuentran ardiendo en el Corazón Eucarístico de Jesús, por lo que comienza a participar y a ser parte viva y orgánica de ese Amor. El deseo de Santa Teresita de ser “el Amor en el Corazón de la Iglesia”, se cumple en la comunión eucarística. Si alguien, al igual que Santa Teresita, descubre que su vocación es también ser el Amor en el Corazón de la Iglesia, lo que debe hacer es comulgar con fe, con piedad y, sobre todo, con Amor.

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