San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 5 de diciembre de 2011

Isaías y el Adviento



El clima espiritual del Adviento está contenido en la expresión del profeta Isaías: “Si rasgaras los cielos y descendieras” (63, 19). En esta frase, el profeta suspira por la llegada del Mesías, el cual pondrá fin a la rebelión de Israel, que a pesar de haber sido elegida por Yahveh, se ha desviado de sus caminos y se ha rebelado, y ya no escucha ni obedece más a su voz: “Somos desde antiguo gente a la que no gobiernas” (63, 19 a).

Isaías ve con claridad que sin Dios, no solo Israel, sino también toda la tierra yace en oscuridad: “Mira cómo la oscuridad cubre la tierra”, oscuridad que es ante todo espiritual, porque es la oscuridad del pecado que ensombrece al hombre y le quita la vida divina. Es la oscuridad de la que habla Zacarías en su cántico: el Mesías ha de venir para “iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte”.

Cuando llegue el Mesías, puesto que Él es luz, que habita en la luz inaccesible, derrotará para siempre a las tinieblas que oscurecen el corazón del hombre, y hará resplandecer su rostro sobre ellos, concediéndoles el perdón de sus pecados, olvidándose para siempre de sus iniquidades.

Cuando llegue el Mesías, los hombres serán iluminados no con la luz del sol, sino con la luz eterna de Dios: “No será para ti ya nunca más el sol luz del día, ni el resplandor de la luna te alumbrará de noche, sino que tendrás a Yahveh por luz eterna, y a tu Dios por tu hermosura. No se pondrá jamás tu sol, ni tu luna menguará, pues Yahveh será para ti luz eterna, y se habrán acabado los días de tu luto” (Is 60, 19-20).

Cuando llegue el Mesías, los que están aprisionados por las pasiones, los que lloran por no poder librarse del pecado, se alegrarán con un gozo y una alegría que no terminará jamás: “El Espíritu del Señor me ha enviado a anunciar la liberación a los cautivos, para consolar a todos los que lloran, para darles gozo en vez de luto. (…) Con gozo me gozaré en Yahveh, exulta mi alma en mi Dios” (cfr. Is 61, 1-10).

La liberación de los cautivos, el consuelo a los que lloran, el gozo en vez de luto, inicia ya aquí en la tierra, cuando el Mesías, a través del sacerdote ministerial, perdona los pecados del corazón del hombre, diciéndole: “Tus pecados te son perdonados”.

Así el alma inicia, ya desde la tierra, la vida de la gracia, el anticipo de la feliz eternidad en los cielos.

Para esto viene el Mesías, al cual esperamos en Adviento.

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