En la biografía de esa gran santa que es Sor Josefa Menéndez, se lee la siguiente anécdota, en la que la santa, por indicación del mismo Sagrado Corazón de Jesús, tenía la costumbre de ofrecer el Sagrado Corazón de Jesús al Padre, para expiar sus faltas de amor. Así escribe la santa, describiendo cómo le había indicado Jesús que hiciera las oraciones de ofrecimiento al Padre, es decir, le dice el Señor a Sor Josefa Menéndez:
-“Toma
éste, Mi Corazón, y ofrécelo al Padre. Con el podrás pagar todas tus deudas” .
También
podía decir esta oración “Para reparar por nuestros pecados” y también por los
de otra persona o personas agregando al final de cada reparación “y por los
de...”.
Otra
oración era la siguiente: “Padre Eterno, yo Te ofrezco el Sagrado Corazón de
Jesús, con todo Su Amor, todos sus sufrimientos, y todos sus méritos:
Primero:
-Para expiar todos los pecados que he cometido este día y durante toda mi vida;
Gloria al Padre, y al Hijo...;
Segundo:
-Para purificar el bien que he hecho mal este día y durante toda mi vida; Gloria
al Padre, y al Hijo...;
Tercero:
-Para suplir por el bien que yo debía de haber hecho y que he omitido este día,
y durante toda mi vida: Gloria al Padre, y al Hijo...;
Esta
práctica piadosa la observó Sor Josefa Menéndez toda su vida, pero también una
hermana suya en religión. Esta hermana suya, también una religiosa clarisa,
recién muerta, se le apareció a su abadesa o Madre Superiora, mientras que la
abadesa rezaba por el alma de la fallecida. En ese momento, la difunta habló,
diciendo: “Yo fui admitida directamente al Cielo porque, mediante esta oración
que yo rezaba todas las noches, se pagaron todas mis deudas”.
Algo
que hay que aclarar, sin embargo, es que con esta oración no se intenta
reemplazar la Confesión sacramental, puesto que el pecado mortal solo es
perdonado por el Señor a través del Sacramento de la Confesión.
En
nuestro caso, nosotros también podemos ofrecer a Dios Padre, a Dios Hijo, a
Dios Espíritu Santo, es decir, a la Santísima Trinidad, un obsequio real,
similar al que ofrecía Sor Josefa Menéndez, cada vez que asistimos a la Santa
Misa: cuando asistimos a la Santa Misa, le podemos ofrecer a la Santísima Trinidad,
por las mismas intenciones de Sor Josefa Menéndez, el Sagrado Corazón Eucarístico
de Jesús, la Sagrada Eucaristía, y así le podemos decir a la Trinidad: “Toma,
Beatísima Trinidad, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, para pagar mis
deudas, para reparar mis pecados; te ofrezco el Sagrado Corazón Eucarístico de
Jesús, con todo su Amor, con todos sus sufrimientos y todos sus méritos, para expiar
todos los pecados que he cometido en este día y durante toda mi vida; para
purificar el bien que he hecho mal este día durante toda mi vida; para suplir
por el bien que yo debía haber hecho y que he omitido este día y durante toda
mi vida y para darte el amor que debería haberte dado en este día y durante toda
mi vida; te ofrezco también, oh beatísima y sacratísima Trinidad Sacrosanta, el Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús, en expiación por todo el mal cometido y por todo el bien omitido o hecho imperfectamente por mis seres más queridos, por su eterna salvación”.
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