San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 15 de octubre de 2024

Santa Teresa de Ávila y el recuerdo del amor de Cristo

 



         En el peregrinar de nuestra vida terrena hacia la Jerusalén del cielo, sucede con mucha frecuencia que se presentan pruebas, dificultades, tribulaciones, situaciones de dolor, enfermedades, fallecimientos de seres queridos, las cuales nos hacen olvidar lo que dice la Sagrada Escritura: “Lucha es la vida del hombre en la tierra” (Job 7, 1) y si no tenemos un fuerte auxilio espiritual, con toda seguridad, vamos a perecer en estas tribulaciones. Precisamente, para no perecer en estas tribulaciones que se presentan tan a menudo en esta vida terrena, en este peregrinar hacia el Reino de Dios, Santa Teresa de Ávila viene en nuestro auxilio, para recordarnos qué debemos hacer en dichos casos o, mejor aún, a Quién debemos recurrir y es a Nuestro Señor Jesucristo. Dice así Santa Teresa[1]: “Con tan buen amigo presente -Nuestro Señor Jesucristo-, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. Él ayuda y da esfuerzo, nunca falta, es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita”. Santa Teresa dice que con Jesús “todo se puede sufrir”, porque fue el primero en padecer (en la cruz) y además Él ayuda, da fuerzas, no falta, es decir, está siempre y es amigo verdadero y que si queremos agradar a Dios y que Dios nos haga “grandes mercedes”, es decir, grandes dones y milagros, que acudamos a su “Humanidad sacratísima” y esto no es otra cosa que la Eucaristía, o sea que Santa Teresa nos está diciendo que cuando nos encontremos en alguna situación de tribulación, acudamos a Jesús, el Amigo Fiel, en la Eucaristía y que Él nos ayudará desde la Eucaristía.

         Después dice la Santa: “He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos. Así que no queramos otro camino, aunque estemos en la cumbre de contemplación; por aquí vamos seguros. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes. Él lo enseñará; mirando su vida, es el mejor dechado”. Santa Teresa nos dice que Jesús es la Puerta, tal como Él nos enseña en el Evangelio –“Yo Soy la Puerta” (Jn 10, 9)- para conocer los secretos admirables de Dios y no hay otro camino que Cristo: “Yo Soy el Camino” y que es el Único Camino seguro por el que “nos vienen todos los bienes”. Entonces, desdichado quien busca otro camino que no es Cristo; feliz quien llega a Cristo y a su vez sabemos que el camino más rápido para llegar a Cristo es la Virgen.

         Luego dice Santa Teresa de Ávila que Cristo “no nos abandonará en las tribulaciones y trabajos”, como sí lo hacen los mundanos, y que es feliz aquél que ame verdaderamente a Cristo y que siempre lo tenga consigo, dando después el ejemplo de varios santos, empezando por San Pablo: “¿Qué más queremos que un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe de sí. Miremos al glorioso san Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino: san Francisco, san Antonio de Padua, san Bernardo, santa Catalina de Siena”.

         Por último, dice Santa Teresa que nos acordemos del amor de Cristo, con el cual nos hizo tantos favores -nos rescató de las garras del Demonio, nos lavó la mancha del pecado con su Sangre y nos adoptó como hijos de Dios Padre, haciéndonos herederos del Reino de Dios-, porque el amor con amor se paga y si tenemos en el corazón el amor de Cristo, todo, incluso las tribulaciones y las pruebas más difíciles de esta vida terrena, todo será más fácil: “Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene: que amor saca amor. Procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos para amar, porque, si una vez nos hace el Señor merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil, y obraremos muy en breve y muy sin trabajo”.  

 

 

 

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[1] Santa Teresa de Jesús, Libro de su vida, cap. 22, 6-7. 12. 14.