San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 4 de febrero de 2014

Santa Águeda




En las persecuciones a los cristianos del año 250, el emperador Quinciano le ofreció a Santa Águeda la posibilidad de salvar su vida a cambio de hacer una ofrenda a los dioses paganos. La misma consistía simplemente en quemar unos pocos granos de incienso en los pebeteros que ardían delante de las imágenes de los ídolos paganos y en participar de las comidas que se hacían en su honor[1]. Si Santa Águeda hubiera cedido, habría salvado su vida terrena, porque el emperador no la habría ejecutado, pero habría perdido su vida eterna, porque con esto habría indicado que elegía al Príncipe de las tinieblas y no a Jesucristo. Todos sabemos, por las Actas del martirio, que Santa Águeda se negó a quemar incienso a los ídolos y a participar en sus banquetes, con lo cual perdió su vida terrena, porque fue ejecutada por el emperador, pero la ganó para la vida eterna, porque así manifestó que elegía como Rey a Jesucristo, salvando su alma al ser recibida por el Rey de la gloria.
Los mártires como Santa Águeda tienen muy presentes, a lo largo de la vida, pero sobre todo en la hora del martirio, las palabras de Cristo: “El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por Mí, la encontrará” (Mt 16, 21-27). En este sentido, los mártires iluminan nuestro paso por la vida porque quienes no sufrimos persecuciones cruentas, como Santa Águeda, sí en cambio debemos elegir, a cada paso, entre la muerte o la vida, entre el pecado o la gracia, entre los ídolos neo-paganos del mundo moderno, o Cristo. Al celebrar la memoria de Santa Águeda, le pedimos que interceda para que nuestra elección sea siempre perder la vida por Cristo para ganarla para la vida eterna.


[1] De modo análogo, equivaldría en nuestros días a encender una vela en alguno de los altares de los ídolos neopaganos llamados Gauchito Gil o San La Muerte y participar en sus procesiones y en sus bailes y posteriores beberajes.

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