¿Por qué en las imágenes de San Expedito aparece un cuervo
aplastado bajo los pies del santo? Porque ese cuervo en realidad no es un
cuervo, sino el Demonio en forma de cuervo y aparece bajo los pies de San
Expedito porque el santo, con la ayuda de Jesús, lo venció con la cruz. El Demonio
se le había aparecido a San Expedito como un cuervo, para intentar tentarlo e
impedir así su conversión, instándolo a que dejara la conversión para “mañana”.
El Demonio tentó a San Expedito porque ésa es su tarea, ése es su cometido, el
tentar a las almas para alejarlas de Dios y por eso uno de sus nombres es “El
Tentador”.
A nosotros el Demonio no se nos va a aparecer como un cuervo o como un animal, o
en cualquier forma sensible, pero no por eso va a dejar de obrar en nosotros su
obra perversa de tentarnos para alejarnos de Dios y su gracia. El Demonio
actuará sobre nosotros, de forma insensible e invisible, pero no por eso menos
real, y lo hará para que tomemos decisiones equivocadas que nos alejen de Dios.
Pero también es cierto que no todas nuestras decisiones
erróneas deben ser atribuidas al Demonio, porque si es verdad que es el
Tentador, es verdad también que nosotros seguimos siendo libres para cometer o
no un pecado, para ceder o no a la tentación. Por ejemplo, cuando se trata del
pecado de la pereza –sea corporal o espiritual-, si yo hago pereza, si cometo
el pecado de pereza, soy yo el perezoso y no es el Demonio el que “me obliga” a
ser perezoso; soy yo el que cometo, personalmente, el pecado de pereza. Lo que
sí puede hacer el Demonio y es lo que hace, es presentar al pecado –en este
caso, la pereza-, como algo bueno y apetitoso, porque como es el Engañador,
presenta a lo bueno como malo y a lo malo como bueno. Es decir, el Demonio me
presentará a la pereza como algo bueno y atractivo y me ayudará a caer en el
pecado de pereza, pero el responsable último del pecado sigo siendo yo. Y como
con la pereza, así actúa con todos los demás pecados y vicios: los presenta
como algo agradable y atractivo, pero siempre permanece mi libertad, que es la
que me lleva a resistir, con la ayuda de la gracia, a la tentación, o si
rechazo la gracia, a caer. En esta vida terrena, dicen los santos, los pecados
aparecen como algo atractivo, pero en la otra vida, y sobre todo en el
Infierno, es en donde aparecen en toda su horrorosa fealdad. Si los pudiéramos
ver en su fealdad en esta vida, no pecaríamos nunca.
A San Expedito el Demonio se le apareció en forma de cuervo
y lo tentó, no para que no se convirtiera, sino para que se convirtiera “al
otro día”, es decir, “mañana”, cuando eso es un error, porque no sabemos si
habremos de amanecer el día de mañana, por lo que no hay que desperdiciar las
gracias que Dios nos da y hay que aprovecharlas en el mismo momento, como hizo
San Expedito.
San Expedito venció con la fuerza de la cruz de Cristo,
porque es Cristo el que con su luz nos hace ver la realidad de cómo son las
cosas: nos hace ver la belleza de la virtud y la fealdad del pecado; nos hace
ver lo verdadero como verdadero y lo falso como falso, para que no nos
equivoquemos. Cristo nos muestra a la
virtud como algo bueno y al vicio y al pecado como algo malo, que es contrario a
la voluntad tres veces santa de Dios. Cristo nos muestra la virtud y la gracia
desde la cruz y nos hace desearla, porque fuimos creados para el bien y para la
verdad, fuimos creados para la virtud y no para el vicio y Él nos ayuda también
para que no solo deseemos la gracia, sino que nos ayuda para que seamos capaces
de elegir siempre el bien y no el mal. Cristo nos hace desear la gracia que nos
viene por los sacramentos y nos ayuda para que la conservemos y la aumentemos
cada vez más.
Frente a la tentación, Cristo nos da la luz, la sabiduría y
la fuerza de Dios para que eligiendo la gracia, lo elijamos a Él y lo imitemos
a Él y vivamos con su misma vida divina. San Expedito nos da ejemplo de cómo
vencer en las tentaciones: unidos a la Santa Cruz de Jesús.
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