Es sabido que, en el momento en el que San Expedito decidió
convertirse a Jesucristo, se le apareció el Demonio en forma de cuervo, con el
objetivo de tentarlo y seducirlo para que postergara su conversión “para mañana”.
Es decir, mientras Nuestro Señor Jesucristo le ofrecía la gracia santificante
para que la aceptara en el momento e iniciara así su nueva vida, la vida de la
gracia, la vida de los hijos de Dios, la vida regida por los Mandamientos de la
ley divina y el deseo de alcanzar el Reino de los cielos, el Demonio lo tentaba
diciéndole, no que no se convierta, sino que se convierta, pero que “lo deje
para mañana”. Mientras tanto, afirmaba el Demonio, San Expedito podía continuar
con su vida de pagano, esto es, alejado de Dios y sus Mandamientos, y
esclavizado por sus pasiones y por Satanás. Ante la disyuntiva, San Expedito,
que tenía la Santa Cruz en sus manos, eligió a Jesucristo y, obteniendo de la
Santa Cruz la fuerza divina para vencer a la tentación, al tiempo que aplastaba
la cabeza del cuervo infernal, levantaba en alto la Cruz de Jesús y decía: “¡Hodie!
¡Hoy, ya, ahora, comenzaré a vivir la vida de la gracia! ¡Hoy comenzaré a vivir
como cristiano, tomando a los Mandamientos de la Ley de Dios como guía segura a
la vida eterna! ¡Hoy comenzaré a frecuentar los sacramentos, la Confesión y la
Comunión, para tener mi alma siempre en gracia y alimentada con el Pan de Vida
eterna! ¡Hoy abandono mi vida de pagano y comienzo mi vida como cristiano, para
así poder ganar el cielo!”.
San Expedito es ejemplo, entonces, para muchos cristianos
que, ante la tentación, no acuden a la Santa Cruz y terminan sucumbiendo a las
seducciones del Demonio. Muchos cristianos dicen: “Mañana me voy a casar por la
Iglesia”; “Mañana voy a ir a visitar a mi prójimo enfermo”; “Mañana voy a dejar
este vicio”; “Mañana voy a comenzar a cumplir los Mandamientos”, “Mañana me voy
a confesar”; “Mañana voy a empezar a ir a Misa”; y muchas otras cosas por el
estilo. Haciendo así, caen en la trampa del Demonio, porque no sabemos si hemos
de vivir mañana y porque con este pensamiento, posponemos de modo indefinido
nuestra conversión. Es por esto que debemos aferrarnos a la Santa Cruz de Jesús
para que, obteniendo de Jesús crucificado la fuerza divina necesaria para
vencer la tentación, comencemos hoy mismo a vivir la vida de la gracia, la vida
de los hijos de Dios.
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