El Sagrado Corazón de Jesús no solo se apareció a Santa
Margarita María de Alacquoque, aunque sí fue con esta aparición que la devoción
se extendió a la Iglesia universal. Antes de Santa Margarita, diversos santos
fueron devotos del Sagrado Corazón: por ejemplo, los Padres de la Iglesia veían
en los versículos de San Juan, tanto en el episodio de la lanzada como en San
Juan 13, 23-28, al Corazón de Cristo, tomando al corazón en referencia a toda
la persona de Cristo, que es el Amor Misericordioso de Dios encarnado. Luego, San
Juan Eudes será quien redactará la primera misa para el Sagrado Corazón en 1672;
finalmente, otros santos, como Santa Gertrudis, también se caracterizarán por
tener un gran devoción al Sagrado Corazón[1]. Luego
de las apariciones a Santa Margarita, Nuestro Señor Jesucristo se apareció a
diversos santos, eligiendo a un santo por siglo: en el 1600, en España en 1731,
en el Beaterio de Belén de la República de Guatemala en 1857[2]. Las
apariciones más conocidas, son la primera y la última (la de Santa Margarita y
la de Santa Faustina), pero entre medio se apareció al Beato Bernardo de Hoyos
y a la Beata María Encarnación Rosal[3]. En
todas, dejó distintos mensajes, aunque hay un elemento común a todas las
apariciones: la manifestación de su Amor, contenido en su Sagrado Corazón, y el
pedido de reparación, por los sacrilegios, ultrajes e indiferencias que recibe
de modo continuo de parte nuestra, los hombres ingratos.
Con respecto a Santa Margarita María de Alacquoque, Jesús se
le apareció en el año 1673, en el día del apóstol San Juan, permitiéndole a la
Santa recostarse en su pecho y oír los latidos de su corazón, tal como hiciera
San Juan en la Última Cena. Fue a ella a quien le reveló las Doce promesas para
quien fuera su devoto[4]. El
objetivo principal en esta devoción es acercarnos a la Persona Divina de
Jesucristo, siendo el Corazón, como órgano sagrado, el vínculo de unión con
Jesús. El fin de esta revelación es recibir el Amor que envuelve en llamas al
Sagrado Corazón, que es el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad. Esta
es la razón por la cual Jesús, al aparecerse, le muestra a Santa Margarita su
Sagrado Corazón envuelto en llamas: es el Fuego del Divino Amor, el que Él ha
venido a traer a la tierra, y es el fuego que Él “quiere ver encendido”, porque
lo que quiere incendiar son nuestros corazones, para que al contacto con su
Sagrado Corazón, ardan en las llamas del Amor de Dios. El hecho de que el
Corazón se muestre con la herida abierta producida por la lanza, es para
significar que Jesús nos da todo su Amor, sin reservarse nada. En las
apariciones a Santa Margarita, también se queja por la ingratitud de los
hombres, los primeros de todos, los católicos, que hemos recibido la filiación
divina por el bautismo: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y
en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud,
irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor”[5].
En Valladolid, el Beato Padre Bernardo de Hoyos recibirá del
Corazón Sacratísimo el encargo de extender su culto, para que sea más amado,
adorado y reverenciado su Sacro Corazón[6]. En
estas apariciones, el Señor le hizo ver cómo el Sagrado Corazón, lleno de
llamas, se acercaba a los corazones para incendiarlos, cosa que hizo con el
mismo Padre Bernado, quien en ese entonces aún no estaba ordenado. A estas
revelaciones se le sumó una aparición de San Miguel Arcángel, quien le
manifestó al Padre que cuidaría de aquellos que propaguen esta devoción, pues
habrían de atravesar muchas dificultades. El Sagrado Corazón
volvió a prometer –como con Santa Margarita- que quienes le honren y busquen
que otros le honren, habría de derramar sus bendiciones para ser más agradables
sus trabajos. También le dijo al Beato Padre Bernardo que “cualquier cosa que
se le pidiera al Sacro Corazón sería concedido”, finalizando con esta promesa: “Reinare
en España con más y mayor devoción que en otras partes”. Recordemos que los
hispanoamericanos podemos llamarnos, con orgullo, “España”, pues nuestro
estatus colonial era el de “Provincias Ultramarinas de España”[7],
con lo cual, esperamos que esta maravillosa promesa de Jesús se haga extensiva
a nuestra Patria Argentina y a todo el continente Hispanoamericano.
Otra aparición del Sagrado Corazón fue en Guatemala a la
Madre Encarnación, en 1857, un 9 de abril. Ese día, la Madre fue a la Capilla a
meditar en los sentimientos de pena y tristeza que habría experimentado el
Sagrado Corazón, al ser traicionado por Judas Iscariote. Mientras meditaba, oyó
el sonido como de una sutil campana, como de un metal muy fino; sintió además que
tiraban suavemente de su velo, hasta que escuchó la voz del Señor que le dijo al
oído: “Los hombres no celebran los dolores de mi Corazón”[8]. Esta
experiencia se repitió unos días después, mientras comulgaba.
Posteriormente, en el siglo XX, se le apareció a Sor
Faustina Kowalska, a la cual, además de encargarle la difusión de la Devoción a
la Divina Misericordia, le reveló que esta devoción, que habría de ser “la
última, hasta el fin de los tiempos”, era para hacer conocer al mundo la Divina
Misericordia, el Divino Amor, derramado sobre las almas por medio del Agua y la
Sangre que brotaron del Corazón traspasado de Jesús en la Cruz[9]. La
Devoción a la Divina Misericordia es, así, una continuación de la devoción al
Sagrado Corazón, puesto que está indisolublemente ligado al Corazón de Jesús.
Jesús se le apareció caminando con una túnica blanca mientras con su mano abre
su pecho de donde brotan rayos: los rayos de color rojo y blanco, son símbolos
de la Sangre y el Agua que brotaron del Corazón de Jesús el Viernes Santo. En
esta devoción, también aparece el reclamo de Jesús de que Él es olvidado en su
sacrificio de amor hecho por los hombres en la Cruz.
A
nosotros no se nos aparece visiblemente, pero sí se hace Presente en Persona,
con su Sagrado Corazón, vivo, glorioso, envuelto en las llamas del Divino Amor,
en cada Eucaristía, y nos da, en silencio, el mismo mensaje: que recibamos el
Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico, y que hagamos reparación por los
ultrajes que recibe en el Sacramento de la Eucaristía.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.
[4] En mayo de 1673, el Corazón de
Jesús le dio a Santa Margarita María para aquellas almas devotas a su Corazón
las siguientes promesas: Les daré todas las gracias necesarias para su estado
de vida./Les daré paz a sus familias./Las consolaré en todas sus penas./Seré su
refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte./Derramaré
abundantes bendiciones en todas sus empresas./Los pecadores encontrarán en mi
Corazón un océano de misericordia./Las almas tibias se volverán fervorosas./Las
almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección./Bendeciré las casas
donde mi imagen sea expuesta y venerada./Otorgaré a aquellos que se ocupan de
la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos./Grabaré
para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción./Yo
te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente
concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes
seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin
recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último
momento. Cfr. https://www.ewtn.com/devotionals/heart/promesas.htm
[7] Por ejemplo, España regía a toda
Centro América como Capitanía General de Guatemala, hasta 1820.
[9] Cfr. ibidem.
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