Era diácono de la Iglesia de Roma y murió mártir en la
persecución de Valeriano, cuatro días después de Sixto II, papa, y sus
compañeros, los cuatro diáconos romanos. Su sepulcro se halla junto a la vía
Tiburtina, en el «ager Veranus»; Constantino Magno erigió una basílica en aquel
lugar. Su culto se había difundido en la Iglesia ya en el siglo IV.
Mensaje de santidad.
En
la imagen, vemos a San Lorenzo de rodillas y ataviado con su dalmática
diaconal, recibe de manos del mismo Jesús en Persona la corona de gloria que ha
merecido por dar su vida por el Evangelio. La Virgen, que sostiene al Niño,
observa complacida la escena. Se aprecia la parrilla, en la cual San Lorenzo
sufrió su martirio al ser asado vivo, y también una gran cantidad de objetos,
ante todo litúrgicos, de gran valor. Esto último es en referencia a una
exigencia del alcalde de Roma: debía traerle los “tesoros de la Iglesia”, para
que el emperador pudiera costear sus guerras. San Lorenzo fue a buscar a cuanto
pobre, lisiado, minusválido, que halló por las calles de la ciudad, y se los
llevó al emperador, diciéndole que ellos –los pobres- eran los verdaderos
“tesoros de la Iglesia”, y no los objetos de valor material. Siguiendo el
ejemplo de San Lorenzo, que también nosotros seamos capaces, no solo de ver en
los pobres la riqueza de la Iglesia, sino de dar la vida por la Eucaristía y el
Evangelio.
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