A
pesar de lo que pudiera parecer, la muerte del Bautista no se debe a la defensa
del matrimonio natural. Si fuera así, no sería mártir, y tampoco santo. Juan el
Bautista muere por Jesucristo, no por el matrimonio, y esa es la razón de su
santidad martirial. Es decir, Juan el Bautista no muere por la verdad del
matrimonio natural –porque Herodes es adúltero-, sino por la Verdad que es
Cristo, que eleva al matrimonio natural a la dignidad de sacramento. A partir
de Jesús, el matrimonio no será más una unión natural entre el varón y la
mujer: será, por la gracia santificante, la participación, del varón y de la
mujer unidos esponsalmente, a la unión esponsal mística entre Cristo Esposo y
la Iglesia Esposa. Esto significa que el esposo se convierte en representación,
ante el mundo, de Cristo Esposo, mientras que la esposa se convierte en
representación de la Iglesia Esposa. A partir de Cristo, los esposos cristianos
son injertados en esta unión esponsal y mística entre Cristo y su Iglesia, lo
cual determina las características de la unión esponsal entre el varón y la
mujer, características que superan a las del matrimonio natural. En otras
palabras, la fidelidad, la indisolubilidad, la apertura a la vida, virtudes que
caracterizan al matrimonio entre el varón y la mujer, se derivan de la fidelidad,
la indisolubilidad y la apertura a la vida –los hijos de Dios nacidos por el
Bautismo sacramental- que caracterizan a la unión esponsal, mística y
sobrenatural entre Cristo y la Iglesia. No es el matrimonio –ni el natural, ni
el sacramental- el que determina la indisolubilidad, la fidelidad y el ser
prolíferos, sino la unión esponsal anterior a toda unión esponsal humana, la
que se produce entre Cristo y la Iglesia.
Juan el Bautista no muere por el matrimonio natural, sino
por Aquel que con su gracia santificante convierte al matrimonio natural en
sobrenatural, esto es, en participación de la unión mística entre el Cordero y
la Esposa, Cristo Jesús, el Hombre-Dios. Así como es imposible pensar en una
Iglesia adúltera, esto es, que ame a los ídolos en vez de o junta a Cristo
Jesús, y así como es imposible pensar en Jesús Eucaristía en otro lugar que no
sea la Iglesia Católica, así tampoco es posible pensar en un esposo católico
con otra mujer que no sea su esposa, y viceversa. Admitir lo contrario –que la
unión adúltera no solo sea posible, sino agradable a Dios-, es admitir que la
Iglesia puede dar cabida a los ídolos paganos –que son “demonios” según la
Escritura[1]- y
que Jesús Eucaristía pueda ser introducido en otras iglesias que no sean la
católica. Y es negar la razón del martirio de Juan el Bautista, la santidad
Increada del Cordero.
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