A
San Expedito, el Demonio se le apareció en forma de cuervo negro, para tentarlo
y así lograr que pospusiera su conversión, alejándolo de Dios; a nosotros, no
se nos aparecerá en forma de cuervo, sino que nos tentará con ídolos, para que
caigamos en el pecado de idolatría. ¿Qué es la idolatría? ¿Cuáles son esos
ídolos? Podemos decir que la idolatría es el pecado que se contrapone directamente
al más importante de todos los Mandamientos[1],
el que los contiene a todos, y es el primero –“Amarás a Dios por sobre todas
las cosas, y al prójimo, como a ti mismo”-, el cual describe cómo ha de hacer
la relación del hombre para con Dios: una relación de amor, en primer lugar, a
Dios; luego, al prójimo en Dios y, por último, el amor a sí mismo, por Dios y
en Dios y para Dios. La idolatría contraría a este mandamiento, porque hace que
el hombre, pervirtiendo su fe –el idólatra no es ateo, sino perverso en la fe-,
dirija su acto de amor y de adoración a una creatura –objeto, persona humana o
angélica, ideología- que, por definición, no es Dios y, por lo tanto, no merece
culto de latría, de adoración[2].
En
esto constituye entonces el pecado de idolatría, en colocar, en el corazón, a
algo que no es Dios Uno y Trino, y rendirle culto de latría. ¿Cuáles son los
ídolos, es decir, aquello con lo cual el Demonio pretende que cometamos el
pecado de idolatría? Los ídolos, en nuestros tiempos, son variados y diversos;
por ejemplo, el deporte –preferir el fútbol antes que la Misa dominical-, las
diversiones, el dinero, el poder, el placer, el tener, el esoterismo, el
paganismo, representados en el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, etc.
Cuando el hombre no adora a Dios, lo reemplaza por ídolos que, por definición,
son abominables. Nuestro mundo está prácticamente infectado por ídolos
post-modernos que cumplen a la perfección su rol, y es el de hacer que el
hombre se postre ante ellos, en vez de postrarse ante el Dios de la Eucaristía,
Cristo Jesús. La idolatría no es solamente un acto externo de adoración a creaturas
que no son Dios, sino más bien una disposición interior que concede a las
creaturas el lugar –en el corazón- y el amor –que brota del corazón del hombre-
debidos solo a Dios.
Ya
en la Antigüedad, a los ídolos tradicionales, que figuraban a hombres, mujeres
y animales, se los consideraba como a dioses, se les ofrecían dones, se les
distinguía con honores y se confiaba en ellos como si tuvieran un poder
extraordinario[3].
Esto es un pecado, porque se coloca al ídolo en el lugar de Dios Uno y Trino,
el Único Dios verdadero. En nuestros tiempos sucede lo mismo porque, como
dijimos, no es el tiempo de los ateos, sino el de los idólatras. En el Antiguo
Testamento, el Pueblo Elegido de Dios, Israel, cayó en la adoración del ídolo
del dinero representado en el becerro de oro, postrándose ante una estatua
muda, ciega y sorda y creada por sus propias manos, al tiempo que dejaban de
lado al Dios Viviente, el Único Dios verdadero. Por este acto de idolatría, Dios
debió dirigirse a ellos por medio de Moisés y los profetas, para indicarles su
extravío, para recordarles que sólo Dios era su Creador, su Defensor, su
Liberador de la ominosa esclavitud que padecía en Egipto –símbolo de la
esclavitud del pecado- y a que Él sólo le debían adoración. Dios es un Dios
celoso, que no admite competencias, y así como al Pueblo Elegido le hizo
recordar que sólo a Él y no a los ídolos, le debía la gratitud y la adoración,
y para ello fue Él quien determinó el culto que se le había de establecer, así
también, en Jesucristo, el Hombre-Dios, Dios mismo se auto-revela a sí mismo
como el Único Dios merecedor de poder, alabanza, adoración y gloria, y para
ello establece su Iglesia y su culto más preciado, la Santa Misa.
Para
nosotros, los católicos, existen los santos, como San Expedito, quienes son los
que nos enseñan, con sus ejemplos de vida, a no caer en la tentación de la
idolatría y a despreciar a los ídolos. ¿Cuál es el ejemplo de San Expedito? Lo vemos
en su imagen: San Expedito levanta en alto la cruz y dice: “Hoy y no mañana,
decido seguir a Cristo; hoy y no mañana, convierto mi corazón y abandono para
siempre a los ídolos del paganismo”. Que San Expedito interceda por nosotros para
que nos postremos, no ante ídolos como el becerro de oro, sino ante el Cordero
de Dios, Jesús Eucaristía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario