San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 3 de mayo de 2017

Fiesta de San Felipe y Santiago, Apóstoles


         En el Cuarto Evangelio se narran diversos episodios en relación a Jesús, que hacen de Felipe un testigo y apóstol privilegiado[1], porque es llamado por Jesús de modo personal; frente a él, Jesús se revela como el Hombre-Dios, que hace milagros que sólo Dios puede hacer; Jesús se revela a Felipe como el Mesías esperado por largo tiempo por Israel, y finalmente, como Dios Hijo, idéntico en naturaleza y consubstancial al Padre, al punto de que, quien ve a Jesús, ve al Padre.
         Uno de los episodios tiene lugar al día siguiente de la llamada de Pedro: cuando estaba a punto de partir para Galilea, Jesús se encontró con Felipe y le llamó al Apostolado con las palabras, “Sígueme”. Felipe obedeció la llamada, y poco después trajo a Natanael como nuevo discípulo (Jn 1, 43-45). Felipe le dice a Natanael: “Hemos encontrado al Mesías”, con lo cual Felipe es destinatario de la más grande alegría que hombre alguno pueda experimentar en esta vida y en la otra, y es encontrar al Mesías, el Hombre-Dios Jesucristo. De manera análoga, el cristiano que recibe la gracia de conocer y amar la Presencia real de Jesús en la Eucaristía, puede decir a sus hermanos, parafraseando a Felipe: “Hemos encontrado al Mesías, es Jesús Eucaristía”.
Otro episodio en el que se nombra a Felipe, ocurre momentos antes de la milagrosa alimentación de la multitud, en la que el Señor multiplica panes y peces. Antes de hacer el milagro, Cristo se dirige a Felipe con la siguiente pregunta: “¿Cómo vamos a comprar pan para que coman estos?”, a lo que responde el Apóstol: “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco” (6, 5-7). No es que Jesús dependiera de la respuesta de Felipe; sin embargo, por medio de la pregunta, Jesús quiere hacer ver el límite de la naturaleza humana y cómo Dios obra aquello que es imposible para el hombre. En efecto, Felipe se da cuenta de que están en apuros porque el dinero que poseen –doscientos denarios- son absolutamente insuficientes para alimentar a una multitud que sobrepasa las diez mil personas, entre niños, jóvenes y adultos. Felipe experimenta, por un lado, la frustración de la limitación de la naturaleza, pero inmediatamente después, es testigo del asombroso poder de Jesús, el Hombre-Dios, que crea de la nada la materia de panes y peces y en tal cantidad, que luego de alimentar a la multitud, aun sobran doce canastos de comida. Si bien Jesús hace este milagro como anticipo y prefiguración del más asombroso milagro de todos, la conversión del pan en su Cuerpo y del vino en su Sangre, la multiplicación de panes y peces delante de los ojos de Felipe, sirve a éste para comprobar, con sus propios ojos, cuán cierto es aquello de que “lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios”.
Otra ocasión en la que se nombra a Felipe es cuando algunos paganos en Jerusalén vienen a Felipe y le expresan su deseo de ver a Jesús; Felipe informa del hecho a Andrés y luego ambos llevan la noticia al Salvador (12, 21-23). Así, Felipe se muestra como el Apóstol que, habiendo encontrado a Cristo, no se queda este tesoro para sí mismo, sino que busca a sus hermanos para llevarlos ante Aquél que es la Causa de la alegría de los ángeles y santos, Cristo Jesús. Análogamente, el cristiano que encuentra a Jesús en la Eucaristía, debe llevar a sus hermanos al encuentro con el Dios de la Eucaristía, Cristo Jesús.
Por último, Jesús se revela a Felipe como Dios Hijo, idéntico en naturaleza y majestad al Padre cuando Felipe, después de que Cristo hubiera hablado a sus Apóstoles de conocer y ver al Padre, le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”, recibe la respuesta: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (14, 8-9). Gracias a esta revelación dada en ocasión de la requisitoria de Felipe, la Iglesia enseña al mundo que Cristo es Dios Hijo encarnado, consubstancial al Padre, con lo que la Eucaristía no es un mero pan bendecido, sino el Hijo de Dios, Jesucristo, enviado por el Padre, por el Amor del Espíritu Santo, para salvar a los hombres de la eterna condenación y conducirlos al Reino de los cielos.
Por todos estos encuentros y revelaciones dadas por Jesús a Felipe, es uno de los Apóstoles más privilegiados. Sin embargo, también puede considerarse como el más dichoso de los hombres, el cristiano que, al igual que Felipe, encuentra a Jesús, Dios Hijo, no oculto en una naturaleza humana, sino a ese mismo Dios, con su naturaleza humana glorificada, en el Pan Vivo bajado del cielo, la Eucaristía.



[1] http://ec.aciprensa.com/wiki/San_Felipe_Ap%C3%B3stol

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