Vida de santidad[1].
San Fidel de Sigmaringen, siendo abogado, decidió entrar en
la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Allí llevó una vida ejemplar de
observancia a la regla monástica de su orden, haciendo frecuentes vigilias y
oraciones. Gran predicador de la Palabra de Dios, fue enviado a la región de
Recia para consolidar la verdadera doctrina, en un momento en que la Verdadera
Fe estaba siendo duramente atacada por los herejes calvinistas. Precisamente, en
la ciudad de Sevis, de Suiza, fue martirizado por estos herejes, negadores de
la divinidad de Cristo y de su Presencia real, verdadera y substancial en la
Eucaristía. Fue canonizado y declarado mártir puesto que los calvinistas le
dieron muerte a causa de su ferviente defensa de la Fe católica.
Mensaje de santidad.
Su
principal mensaje de santidad es que dio su vida por la Eucaristía, es decir,
es un mártir del Santísimo Sacramento del Altar, sacramento que constituye el
fundamento, la base y la esencia de la religión católica y sin el cual, la
Iglesia Católica se desplomaría como un edificio sin cimientos. En el cuadro se
ve a una mujer virgen, que representa a la Iglesia, le coloca a San Fidel de
Sigmaringa la corona del martirio, mientras sostiene la Eucaristía, por cuya
defensa el santo dará su vida; el Espíritu Santo, que aparece en forma de
paloma, lo ilumina con luz celestial; San Fidel a su vez señala al cielo y a la
Escritura, sostenida por querubines que llevan también un lirio, símbolo de la
perfecta castidad observada por nuestro santo. La imagen representa el último
día de vida y el último sermón predicado por San Fidel, el domingo 24 de abril
del año 1622. Al acudir al templo para celebrar la Santa Misa, encontró en el
púlpito un papel que decía: “Éste será su último sermón. Hoy predicará por
última vez”. Luego de predicar sobre la frase de San Pablo: “Una sola fe, un
solo Señor, un solo bautismo” (Éf. 4, 5), los herejes le dijeron que
apostatara, obteniendo esta respuesta del santo: “Jamás renunciaré a la fe
católica. Yo me pongo bajo la protección de la Virgen Santísima”. Entonces le
dieron muerte con palos y machetes, alcanzando a decir, antes de morir: “Padre,
perdónalos”.
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