Nacido
en Polonia, su familia, fervientemente devota de la Santísima Virgen bajo la
advocación de Nuestra Señora de Schesztokowa, le transmitió este gran amor por
la Madre de Dios, amor que habría de marcar toda su vida, a la cual podemos
definir esencialmente mariana. Ingresó en 1910 en los franciscanos, obteniendo en
1915 en la Universidad de Roma el doctorado en filosofía y en 1919 el doctorado
en teología. Fue ordenado sacerdote en 1918.
Decimos
que su vida fue esencialmente mariana, porque todos los esfuerzos de San Maximiliano
estaban dirigidos a hacer conocer a la Santísima Virgen. Para conseguir este
objetivo, fundó en 1927 en Polonia la Ciudad de la Inmaculada, una gran
organización, que tuvo mucho éxito y una admirable expansión. Luego funda en
Japón otra institución semejante, con éxito admirable.
Para
propagar aún más el conocimiento, el amor y la devoción a la Santísima Virgen,
el padre Maximiliano fundó dos periódicos: “El Caballero de la Inmaculada”, y “El
Pequeño diario”, además de organizar una imprenta en la ciudad de la Inmaculada
en Polonia. En Japón fundó una revista católica que pronto llegó a tener una
tirada de quince mil ejemplares, lo cual se considera un verdadero milagro en
ese país donde los católicos casi no existían. También fundó y dirigió una
revista llamada “El caballero de la Inmaculada” y una radiodifusora. Todo lo
que construyó fue destruido por la guerra, ya que el padre San Maximiliano fue hecho
prisionero por los nazis al poco tiempo de iniciada la Segunda Guerra Mundial. Una
vez prisionero en el campo de Auschwitz, San Maximiliano ofrendó su vida en testimonio
de Cristo, intercambiándola por un padre de familia que iba a ser fusilado por
los nazis. Estos aceptaron la propuesta del Padre Maximiliano, de morir él en
lugar del padre de familia y fue así que fue conducido a una celda en donde se
lo dejó morir de hambre junto con otros diez prisioneros. Todos murieron menos
él, por lo que los nazis, que necesitaban la celda para nuevos prisioneros,
pusieron fin a la vida de San Maximiliano Kolbe inyectándole cianuro. Era la
víspera de la Asunción de la Virgen, el 14 de agosto de 1941.
Mensaje de santidad.
Además
de su gran amor a la Virgen, particularmente bajo la advocación de la
Inmaculada Concepción y el deseo ardiente de que la Madre de Dios fuera
conocida por la mayor cantidad de gente posible, podemos decir que el legado de
santidad de San Maximiliano consta de dos coronas: la de la pureza y la del
martirio. En efecto, cuando era niño tuvo un sueño en el cual la Virgen María
le ofrecía dos coronas, si él permanecía fiel a la devoción mariana. Eran dos
coronas, una corona blanca y otra roja: la blanca simbolizaba la virtud de la
pureza, mientras que la roja, el martirio. El santo vivió a la perfección la
doble pureza necesaria para el Reino de los cielos, la pureza del cuerpo y la
pureza del alma, es decir, la castidad perfecta y la fe perfecta, sin contaminaciones
con herejías y también mereció la corona del martirio porque, imitando a
Cristo, que en la Cruz se ofreció como Víctima Inocente por nuestra salvación,
San Maximiliano Kolbe, participando de la Pasión del Señor, se ofreció en
intercambio para salvar la vida de un padre de familia. En su día, le pedimos a
San Maximiliano Kolbe que intereceda para que, a imitación suya, amemos hasta
el extremo a la Madre de Dios y a su Hijo Jesucristo.
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