Si hay algo que
caracteriza a Santa Edith Stein, es su amor por la verdad, esa Verdad que ella
buscaba en los movimientos filosóficos y que no encontraba particularmente en
la fenomenología. Pero el estar abierta a la Verdad Absoluta, esto es, el estar
dispuesta a seguir la Verdad Absoluta allí donde la encontrase, es lo que
caracteriza el alma de Edith Stein. Esto es sumamente importante en el
itinerario de un alma hacia la conversión, porque abre el intelecto a la luz de
la gracia, que es la que revela al hombre la Verdad Absoluta que es Cristo
Jesús, el Hombre-Dios.
El
Momento de la Conversión llegaría para Edith Stein de un modo particular, con
ocasión de la muerte de un amigo muy cercano en el año 1921. En vez de
encontrar una viuda desconsolada –Hedwig Conrad-, Edith Stein encontró a una
mujer dolorida pero serena y esa serenidad se la daba su creencia, su fe, su
religión, la religión católica[1]. Edith
Stein ya había experimentado un cierto descontento con la filosofía fenomenológica[2],
pues no era capaz de llenar su alma con la plenitud de la Verdad y eso era
imposible que sucediera, porque la plenitud de la Verdad, la Verdad Absoluta en
Sí misma, Increada, es Cristo Jesús. Santa Teresa Benedicta de la Cruz recibió
la iluminación de su intelecto por la gracia, que la iluminó haciéndole saber
que Cristo era Dios y la Verdad Absoluta de Dios, a través de la lectura –que le
pasó la viuda Conrad- de la biografía de Santa Teresa de Ávila. Allí es cuando
Santa Edith Stein encuentra lo que toda su vida había buscado, la Verdad Absoluta
de Dios, Cristo Jesús, por eso, cuando terminó de leer la biografía de Santa Teresa
de Ávila, dijo: “Ésta es la Verdad”. Y se adhirió desde ese momento a la Verdad
Absoluta, Cristo Jesús, al punto de consagrarse como carmelita y luego morir
mártir en Auschwitz.
Si
alguien está buscando la Verdad Absoluta, con un espíritu sincero y humilde, tiene
en Santa Teresa Benedicta de la Cruz a su mejor ejemplo y guía.
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