Vida de santidad.
Acerca de su biografía, dice así Wikipedia[1]: “Bernard
de Fontaine, conocido como Bernardo de Claraval o en francés, Bernard de
Clairvaux, (castillo de Fontaine-lès-Dijon, (Borgoña), 1090 — Abadía de
Claraval, Ville-sous-la-Ferté, Champaña-Ardenas, Francia, 20 de agosto de 1153)
fue un monje cisterciense francés y abad de la abadía de Claraval. Con él, la
Orden del Císter se expandió por toda Europa y ocupó el primer plano de la
influencia religiosa. Participó en los principales conflictos doctrinales de su
época y se implicó en los asuntos importantes de la Iglesia. En el cisma de
Anacleto II se movilizó para defender al que fue declarado verdadero papa, se
opuso al racionalista Abelardo y fue el apasionado predicador de la segunda
Cruzada. Es una personalidad esencial en la historia de la Iglesia católica y
la más notable de su siglo. Ejerció una gran influencia en la vida política y
religiosa de Europa. Sus contribuciones han perfilado la religiosidad
cristiana, el canto gregoriano, la vida monástica y la expansión de la
arquitectura gótica. La Iglesia católica lo canonizó en 1174 como san Bernardo
de Claraval, y lo declaró Doctor de la Iglesia en 1830”.
Mensaje
de santidad.
Debido a
lo extenso de su mensaje de santidad, nos circunscribiremos a tres aspectos
solamente: su oposición al racionalista Abelardo; su predicación a favor de la
Segunda Cruzada y, por último, la difusión que hizo del canto gregoriano.
Con relación a su oposición al racionalista Abelardo,
hay que decir que el peligro del racionalismo es uno de los más grandes en lo
que se refiere a la fe de la Iglesia Católica. En efecto, la Iglesia Católica
se caracteriza porque el conjunto de sus dogmas y de su fe, en su totalidad, se
derivan de verdades sobrenaturales, supraracionales, es decir, verdades que están
más allá de la capacidad de la mente humana, porque se originan directamente en
Dios Uno y Trino. ¿Çuáles son esas verdades sobrenaturales? Son los denominados
“misterios absolutos sobrenaturales de Dios”, que se caracterizan que no pueden
ser conocidos por la inteligencia creada –ni humana ni angélica- si no son
revelados por el mismo Dios. Por ejemplo, la constitución íntima de Dios como
Uno en naturaleza y Trino en Personas y la Encarnación del Verbo en el seno
purísimo de María Santísima por obra de la Tercera Persona de la Trinidad. A esto,
le podemos agregar el hecho de que el Verbo continúa y prolonga su Encarnación
en la Eucaristía. Si estas verdades no son reveladas, es imposible conocerlas. Pues
bien, el racionalismo se caracteriza por negar esas verdades absolutas y
sobrenaturales y por descartar todo aquello que supere el alcance de la razón. En
este sentido, San Bernardo se opuso con todas sus fuerzas al hereje Abelardo,
afirmando la existencia y la revelación de estas verdades sobrenaturales
absolutas por parte de Dios Hijo encarnado, Jesucristo. Nuestra religión
católica es una religión de misterios sobrenaturales absolutos que deben ser
creídos tal cual han sido revelados; de lo contrario, se cae en la herejía de
Abelardo, que se llama “racionalismo”.
Otro hecho
que caracteriza a la vida de San Bernardo es el haber sido un gran promotor,
predicador y defensor de las Cruzadas, especialmente la Segunda. Esto es
sumamente importante conocer porque en nuestros días se presenta a las Cruzadas
con una visión anti-cristiana, distorsionada, como si las Cruzadas hubieran
sido guerras de agresión de la Cristiandad contra sus enemigos, especialmente el
Islamismo. Nada está más lejos de la realidad, porque en realidad las Cruzadas
fueron guerras defensivas, implementadas por la Cristiandad, para recuperar los
Lugares Santos de Medio Oriente, pertenecientes a los cristianos, que habían
sido arrebatados ilegalmente por la fuerza por el Islam. San Bernardo se dio
cuenta de esto y llamó a formar un ejército cristiano que se enfrentara al
Islam en Tierra Santa y recuperara lo que legítimamente pertenecía a la
Cristiandad, esto es, los Santos Lugares. El Catolicismo es una religión de
paz, pero no pacifista y esta es la razón por la cual las Cruzadas fueron
legítimas, porque en realidad los cristianos fueron a recuperar lo que les
había sido arrebatado por la fuerza.
Por último,
un legado sumamente importante de San Bernardo es el impulso que el santo le
dio al canto gregoriano, un canto que por su belleza y atemporalidad debe
ocupar un lugar de preeminencia y debe ser preferido a cualquier otro canto, en
toda ceremonia religiosa católica, especialmente en la Santa Misa. Aquí hay que
rescatar dos verdades: no es verdad que todo lo antiguo es malo –en este caso,
el canto gregoriano- ni tampoco es verdad que todo lo nuevo es bueno –los cantos
de misa no gregorianos, sobre todo los que se acercan mucho al canto profano- y
esto porque el Ser, la Verdad, el Bien y la Belleza son atemporales. Aun siendo
“antiguo” el canto gregoriano es el más apropiado para la liturgia católica y
esto lo sabía y lo defendió con todas sus fuerzas San Bernardo Abad.
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