José
Sarto, después Pío X, nació en Riese, poblado cerca de Venecia, Italia en 1835
en el seno de una familia humilde siendo el segundo de diez hijos. Ingresó en
el seminario y luego ocupó los puestos de vicepárroco, párroco, canónigo,
obispo de Mantua y Cardenal de Venecia. Muchas son las anécdotas de este santo
que reflejan tanto su santidad como su lucha por superar sus defectos, entre
ellas destacan tres:
En 1903 al morir León XIII fue convocado a Roma para
elegir al nuevo Pontífice. En Roma no era candidato para algunos por no hablar
francés y él mismo se consideraba indigno de tal nombramiento. Fue elegido Papa
pero se negó, aduciendo que era indigno; los Cardenales le dijeron que no
aceptar el nombramiento era no aceptar la voluntad de Dios, luego de lo cual
aceptó el cargo. Tres eran sus más grandes características: la pobreza, ya que
fue un Papa pobre que nunca fue servido más que por dos de sus hermanas para
las que tuvo que solicitar una pensión para que no se quedaran en la miseria a
la hora de la muerte de Pío X; la humildad: Pío X siempre se sintió indigno del
cargo de Papa e incluso no permitía lujos excesivos en sus recámaras y sus
hermanas que lo atendían no gozaban de privilegio alguno en el Vaticano; la
bondad: nunca fue difícil tratar con Pío X pues siempre estaba de buen genio y
dispuesto a mostrarse como padre bondadoso con quien necesitara de él. Fundó el
Instituto Bíblico para perfeccionar las traducciones de la Biblia y nombró una
comisión encargada de ordenar y actualizar el Derecho Canónico. Promovió el
estudio del Catecismo. Murió el 21 de agosto de 1914 después de once años de
pontificado.
Mensaje
de santidad.
Dentro de sus obras destaca el combate contra dos
herejías en boga en esa época: el Modernismo, herejía a la cual la combatió en
un documento llamado “Pascendi” estableciendo que los dogmas son inmutables y
la Iglesia sí tiene autoridad para dar normas de moral; la otra herejía que
combatió fue la del Jansenismo que propagaba que la Primera Comunión se debía
retrasar lo más posible; en contraposición Pío X decretó la autorización para
que los niños pudieran recibir la comunión desde el momento en que entendía
quien está en la Santa Hostia Consagrada. Este decreto le valió ser llamado el
Papa de la Eucaristía. Al recordarlo, recordemos entonces que los dogmas de la
Iglesia son inmutables, es decir, que no cambian, aun cuando las costumbres y
las culturas de los hombres cambien con el tiempo y esta inmutabilidad se debe
a que los dogmas no dependen de elucubraciones de teólogos ni de razonamientos
humanos, sino del Ser divino trinitario y de la constitución íntima de Dios
como Uno y Trino. Pretender cambiar los dogmas es algo imposible, además de una
herejía y un atentado contra el Ser de Dios y contra la fe de la Iglesia
Católica, fe que es inmutable hasta el fin de los tiempos.
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