La Virgen se le apareció a San Simón Stock en el año 1251,
dejándole, como uno de los dones más preciados de la Iglesia universal, el
Escapulario. ¿Cuáles son las promesas de la Virgen para el que use el
Escapulario? Podemos decir que son tres promesas, una principal y dos
secundarias. ¿Cuál es la promesa principal? La promesa principal radica en las
palabras mismas de la Virgen a San Simón Stock: “El que muera con este hábito
puesto, no se condenará en el Infierno”. La promesa principal, entonces, es que
el alma que muera con el Escapulario puesto, no se condenará en el Infierno, no
sufrirá los tormentos espirituales y corporales destinados a las almas
condenadas y producidos por el fuego espiritual del Infierno, que quema y
produce ardor insoportable, no solo al cuerpo, sino también al alma. Esto quiere
decir que la Virgen alcanzará, en la hora de la muerte, las gracias necesarias
para que el alma no se condene, concediéndole ante todo la gracia de la contrición
perfecta del corazón, es decir, el dolor perfecto de los pecados, dolor que es
salvífico, ya que abre las puertas del cielo. Según la promesa principal de la
Virgen, quien muera con el Escapulario puesto, no morirá en pecado mortal, ya
que le concederá las gracias suficientes para no caer en pecado mortal o, en
todo caso, si está en pecado mortal, para que alcance la contrición del corazón,
que es el dolor perfecto y salvífico por los pecados cometidos.
La segunda promesa, secundaria, es que si el alma muere con
pecados veniales, la Virgen misma irá en persona, a buscar a su hijo, dentro de
la primera semana, con lo cual, quien usa el Escapulario, no solo tiene
cerradas las puertas del Infierno, sino que, si está en el Purgatorio, no
pasará más de seis días en el Purgatorio. Para que nos demos una idea del valor
del Escapulario, tenemos que pensar que en el Purgatorio se sufre lo mismo que
en el Infierno, porque el alma debe purificarse del amor imperfecto que tuvo a
Dios en esta vida, aunque la diferencia con el Infierno es que en el Infierno
el alma está desesperada, porque sabe que nunca más saldrá de allí, en cambio
en el Purgatorio, sabe que saldrá de allí en algún momento, para entrar al
cielo.
La tercera promesa es consecuencia de las dos primeras: la
vida eterna, porque el Escapulario cierra las puertas del Infierno, como
dijimos, y abre las puertas del cielo, permitiéndole al alma ganar la felicidad
eterna del Reino de los cielos.
Ahora bien, es necesario saber que usar el Escapulario
equivale a estar revestido con el manto de la Virgen –de ahí el color marrón en
los escapularios de tela-, con lo cual hay condiciones para usar el Escapulario
y ser merecedor de sus promesas. ¿Cuáles son esas condiciones? Detestar el
pecado y combatir contra él, estando atentos a no dejarlo crecer en el corazón
y, si se ha caído en él, confesarse prontamente. La otra condición es buscar de
vivir en gracia, para lo cual el modelo a imitar y a seguir es el Inmaculado
Corazón de María. Por último, hacer el propósito de rezar, por lo menos, tres Avemarías
por día, al acostarse, pidiendo la gracia de no caer en pecado mortal. Sólo así
el alma se vuelve merecedora de las promesas del Escapulario, ya que es un
sacramental –un signo establecido por la Iglesia que nos hace desear la gracia-
y no un elemento “mágico”, que puede ser usado viviendo en pecado, sin
propósito de enmienda. Por estas promesas para el que use el Escapulario,
evitando el pecado, viviendo en gracia e imitando a la Virgen, es uno de los
dones más grandiosos de la Iglesia, además de ser un signo de amor maternal
privilegiado de la Virgen hacia sus hijos.
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