Vida de santidad[1].
San
Pantaleón o Pantalaimón (significa en griego “el que se compadece de todos”), murió
mártir, alrededor del 305. Nació en Nicomedia, ciudad de Bitinia, y fue venerado
en Oriente por haber ejercido como médico sin recibir retribución alguna. Era
el hijo de un pagano rico, que se llamaba, Eustorgius de Nicomedia, y fue
instruido en el Cristianismo por su madre que era Cristiana, Ebula. Luego se
convirtió en extraño al Cristianismo. Estudió medicina y llegó a ser médico del
emperador Galerio Maximiano en Nicomedia. Fue en la corte del rey, en donde se
vivía en la vanagloria mundana y en el paganismo, en donde cayó en la
apostasía, renegando del cristianismo. Sin embargo, regresó al Redil de Cristo
gracias a los prudentes consejos del sacerdote Hermolaus. San Pantaleón tenía
una gran fortuna, producto de la herencia recibida luego de la muerte de su
padre, pero cuando comenzó la persecución de Diocleciano en Nicomedia, el año
303, Pantaleón distribuyó todos sus bienes entre los pobres y se quedó sin nada.
Al
poco tiempo y denunciado por algunos médicos que le tenían envidia, fue delatado a las autoridades, las cuales le
arrestaron junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El emperador, que
deseaba salvar a Pantaleón, le exhortó a apostatar, pero éste se negó a ello y para
demostrar la verdad de la fe curó milagrosamente a un paralítico. Luego de sufrir
numerosos tormentos, los cuatro fueron condenados a ser decapitados, aunque la
ejecución de san Pantaleón se retrasó un día. Precisamente, en su ejecución, las
actas de su martirio nos relatan sobre hechos milagrosos, que prueban cómo el
Espíritu Santo inhabita en los mártires y hace dulces y livianos los tormentos
aplicados por los hombres: los verdugos trataron de matarle de seis maneras
diferentes; con fuego, con plomo fundido, ahogándole, tirándole a las fieras, torturándole
en la rueda, atravesándole una espada, arrojándole flechas, lanzándolo en medio
de tigres y leones para que lo devoraran vivo. Con la ayuda del Señor,
Pantaleón salió ileso[2]:
el fuego se apagó, la espada se dobló, las fieras salvajes se amansaron ante su
voz, etc. Finalmente, el mártir permitió libremente que lo decapitaran,
llegando así San Pantaleón al más extremo grado de heroicidad, al derramar su
sangre por Cristo, lo cual es, para la Iglesia Católica, un signo inequívoco de
santidad[3]. San
Pantaleón murió mártir a la edad de 29 años el 27 de julio del 304.
Mensaje
de santidad.
Si bien San Pantaleón tuvo
un momento de debilidad, que es cuando estuvo en el palacio y se dejó seducir
por el paganismo y la vida mundana, sin embargo después, haciendo caso de los
consejos de un sacerdote, quien le dijo que morir por Jesús era lo más hermoso
que le podía pasar a una persona en esta tierra, porque así se ganaba el cielo,
el santo dio su vida por Jesús, reparando así su debilidad para con Jesús y brindando
la máxima muestra de amor que un cristiano puede dar por Jesús, que es dar la
vida por Él. En otras palabras, llevado por el espíritu mundano, que mira a lo
malo como bueno y a lo bueno como malo, San Pantaleón renegó de su fe, pero
luego dio su vida y murió por esa fe que un día había negado, reparando su
falta y manifestando su amor al Señor. El mensaje de San Pantaleón es que cae en
la apostasía, pero se arrepiente, se convierte y da testimonio de Cristo con su
propia vida; desprecia los bienes terrenos, pues los reparte entre los pobres,
pero ante todo, desprecia su propia vida, con tal de ganar el cielo. En nuestros
tiempos, en los que el espíritu mundano y pagano llevan al hombre a olvidarse
de los Mandamientos de Dios y de la vida eterna, el ejemplo de fe y de amor a
Jesucristo, por encima de todas las cosas, es más válido y actual que nunca,
para todos los cristianos.
[1] http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=saintfeast&localdate=20170727&id=12423&fd=0;
cfr. Vidas de los santos de A. Butler, Herbert Thurston, SI.
[2] http://www.corazones.org/santos/pantaleon.htm
[3] Las vidas que
contienen estas características legendarias son todas tarde en fecha y sin
valor. Con todo el hecho del martirio, por sí mismo parece probar por
veneración, por lo cual es un testimonio temprano, entre otros de Theodoret
(Graecarum affectionum curatio, Sermo VIII, De martyribus, en Migne, P. G.,
LXXXIII 1033) Procopius de Caesarea (De aedificiis Justiniani I, ix; V, ix) y
el Martyrologium Hieronymianum (Acta SS., Nov., II, 1, 97).
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