A San Cayetano lo solemos asociar, generalmente, con una
imagen estereotipada: es el santo que da “pan y trabajo”, y ésa es la razón por
la cual en su día, acuden a sus santuarios, capillas y lugares de devoción,
miles de fieles para solicitarle esta ayuda al santo. Está bien que pidamos
esto al santo, pero su mensaje de santidad es infinitamente más rico que el
simplemente ser el intercesor para darnos “pan y trabajo”. En todo caso, además
del pan y del trabajo materiales y terrenos, debemos pedirle a San Cayetano por
“otro pan” y “otro trabajo”, según las palabras de Jesús: “Trabajad, no por el
alimento que perece, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el
que les dará el Hijo del hombre” (Jn
6, 27). Claramente, Jesús nos está hablando también de “pan y trabajo”, pero de
un pan y de un trabajo que no son de este mundo, sino del Reino de los cielos,
porque el pan al cual Él hace referencia, es el “Pan Vivo bajado del cielo”, la
Eucaristía, porque es el único Pan que da la vida eterna: “El Pan que Yo les
daré es mi Carne para la vida del mundo”. Y para conseguir este Pan celestial,
debemos “trabajar” dice Jesús. Ahora bien, ¿en qué consiste este “trabajo” con
el cual debemos conseguir el Pan celestial, la Eucaristía? Puede referirse a
dos cosas: por un lado, puede referirse al trabajo que como bautizados y
católicos debemos hacer en la Iglesia, para que la Eucaristía, la Santa Misa,
pueda celebrarse todos los días y así el Pan Eucarístico pueda ser repartido a
nuestros hermanos: en las Parroquias, se necesita del trabajo y del esfuerzo,
no sólo del párroco y de los sacerdotes, sino también de todos los que están
involucrados en las distintas instituciones parroquiales, y es deber de todos
cooperar –con tiempo, talento y dinero-, para que la Santa Misa pueda
celebrarse, para que el templo pueda sostenerse, para que pueda darse Catecismo
a todos, así todos pueden acceder al Pan de Vida eterna.
El otro tipo de “trabajo” que nos dice Jesús, es el
personal, el interior, que consiste en cargar la cruz de todos los días,
negarnos a nosotros mismos, y seguir en pos de Jesús, la única manera por la
cual no solo viviremos en gracia, sino que la conservaremos y la acrecentaremos,
y así nos haremos dignos de alimentarnos con el Pan que da la vida eterna, la
Eucaristía.
Pidamos, entonces, a San Cayetano, “pan y trabajo”, pero no
solo el pan y el trabajo terrenos, sino ante todo, que interceda para que
Nuestro Señor Jesucristo nos conceda el “Pan de Vida eterna”, la Eucaristía, y
nos dé las fuerzas para trabajar en su Viña, que es la Iglesia, de modo que procuremos
esta Pan celestial, no solo para nosotros, sino para nuestros hermanos, sobre
todo los más necesitados, los más alejados de Jesús.
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