Según
la tradición, San Jorge, que era capitán del ejército[1],
al llegar a una ciudad de Oriente, se encontró con un dragón de un pantano –otros
dicen que era un caimán de enorme tamaño-, que devoraba a mucha gente y nadie
se atrevía a acercársele. San Jorge lo enfrentó valientemente y acabó con tan
feroz animal, luego de lo cual reunió a todos los vecinos del pueblo, que estaban
llenos de admiración y de emoción, y les habló tan fervorosamente de Jesucristo,
que muchos de ellos se convirtieron y se hicieron cristianos.
Fue
en esa época que el emperador Diocleciano ordenó que todos los súbditos, en su
imperio, debían adorar a los ídolos o dioses falsos, prohibiendo al mismo tiempo
la adoración al verdadero y único Dios Jesucristo. Lejos de acatar tan sacrílega
e impía orden, San Jorge declaró que él nunca dejaría de adorar a Cristo y que
jamás adoraría ídolos. Entonces Diocleciano decretó la pena de muerte contra el
santo. Según las actas del martirio, cuando San Jorge era conducido hacia el
lugar de su ejecución, fue llevado al templo de los ídolos, para tentarlo y ver
si los adoraba, pero al entrar San Jorge en el templo, en su presencia varias
de esas estatuas cayeron derribadas por el suelo y se despedazaron. En su
muerte martirial, imitó a Nuestro Señor Jesucristo en muchos aspectos, como
todo mártir, pero sobre todo en dos momentos: como Jesús, fue azotado y
mientras lo azotaban, meditaba en la flagelación de Nuestro Señor, uniéndose a
Jesús sin pronunciar un solo quejido; y también como Jesús, antes de morir,
encomendó su alma a Dios, pues se le oyó decir: “Señor, en tus manos encomiendo
mi alma”. Su última alegría en la tierra, preludio de la alegría eterna de la
cual ya goza eternamente en el Reino de los cielos, fue saber que iba a ser
decapitado por su fe en Jesucristo, pues de esa manera conquistaría
inmediatamente un puesto de honor junto al Rey de los mártires, Jesús. Su entereza
y valentía al momento de morir y su testimonio de fe en Jesús, llevaron a
muchos a la conversión, porque al verlo con tanta fortaleza interior, decían: “Es
valiente. En verdad que vale la pena ser seguidor de Cristo”.
La
vida y la muerte martirial de San Jorge, es un ejemplo para todos nosotros: así
como San Jorge luchó y venció al dragón en nombre de Cristo, así también nosotros,
armados con la armadura de la fe y levantando en alto el estandarte
ensangrentado de la cruz de Jesús, así nosotros venceremos al dragón infernal,
que pretende arrebatarnos la vida de la gracia con sus tentaciones. El ejemplo
de un gran santo y mártir como San Jorge, que movido por el amor del Espíritu
Santo, prefirió morir antes que postrarse ante los ídolos, es sumamente necesario
en nuestros días, en los que abundan los ídolos neo-paganos: la vida de santos
como San Jorge nos recuerda que el único Dios verdadero ante el cual debemos
doblar las rodillas en adoración, es Nuestro Señor Jesucristo, el Cordero de
Dios, Presente en la Cruz y en la Eucaristía.
[1]https://www.ewtn.com/spanish/saints/Jorge_4_23.htm;cfr.https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=124
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