Además de toda su vida de santidad ejemplar, San Pío V es
recordado por el episodio de la Batalla de Lepanto, en el que la armada
católica, inferior en número a los mahometanos que pretendían invadir Europa,
los derrotó con la ayuda de la Virgen. Por orden de San Pío Vi, los jefes de la
armada católica hicieron que todos sus soldados rezaran el rosario antes de
empezar la batalla[1],
de modo que el triunfo fue atribuido directamente por el Santo Padre a la
intercesión e intervención directa de la Virgen.
En
aquel tiempo las noticias duraban mucho en llegar y Lepanto quedaba muy lejos
de Roma. Pero Pío Quinto que estaba tratando asuntos con unos cardenales, de
pronto se asomó a la ventana, miró hacia el cielo, y les dijo emocionado: “Dediquémonos
a darle gracias a Dios y a la Virgen Santísima, porque hemos conseguido la
victoria”. Varios días después llegó desde el lejano Golfo de Lepanto, la
noticia del enorme triunfo. El Papa en acción de gracias mandó que cada año se
celebre el 7 de octubre la fiesta de Nuestra Señora del Rosario y que en las
letanías se colocara esta oración “María, Auxilio de los cristianos, ruega por
nosotros”[2].
De
este episodio de la vida de San Pío V, vemos cómo el Papa pone en manos de la
Virgen un asunto de tanta importancia, al tiempo que se abandona en las manos y
en el amor maternal de María Santísima, confiando en que la Virgen no
abandonará a sus hijos, cuando estos acuden a Ella en situaciones de necesidad
para sus almas. El ejemplo de la gran confianza del Papa Pío V, puesta en el
poder intercesor de la Virgen y en su amor maternal, nos conduce a renovar
también nosotros nuestra confianza, nuestro amor filial y nuestra consagración
a la Virgen y a tener siempre presentes las palabras de la Virgen dichas al
beato Alan de la Rochelle, precisamente con relación al rezo del Santo Rosario,
en cuanto gracias necesarias para la salvación: Promesa 11. “Obtendrán todo lo
que me pidan mediante el Rosario”[3].
Probablemente,
no tendremos que derrotar a un ejército naval, como San Pío V, pero sí tenemos,
con toda seguridad, la necesidad imperiosa de ganar el Reino de los cielos, y
para eso nos sirve el ejemplo de San Pío V: así como él confió en el poder
intercesor y en el amor maternal de la Virgen rezando el Santo Rosario y la Virgen
escuchó sus ruegos, auxiliándolo contra sus enemigos y concediéndole la
victoria, así también nosotros, si acudimos a María, Auxilio de los cristianos,
recibiremos de nuestra Madre del cielo el auxilio necesario para vencer a los
enemigos del alma y así ganar, victoriosos, la batalla final que nos conduzca
al Reino de Dios.
[1] https://www.ewtn.com/spanish/saints/P%C3%ADoV_4_30.htm.
El
Papa Pío Quinto oraba por largos ratos con los brazos en cruz, pidiendo a Dios
la victoria de los cristianos. Era el 7 de octubre de 1571 a mediodía. Todos
combatían con admirable valor, pero el viento soplaba en dirección contraria a
las naves católicas y por eso había que emplear muchas fuerzas remando. Y he
aquí que de un momento a otro, misteriosamente el viento cambió de dirección y
entonces los católicos, soltando los remos se lanzaron todos al ataque. Uno de
esos soldados católicos era Miguel de Cervantes. El que escribió El Quijote. Don
Juan de Austria con los suyos atacó la nave capitana de los mahometanos donde
estaba su supremo Almirante, Alí, le dieron muerte a éste e inmediatamente los
demás empezaron a retroceder espantados. En pocas horas, quedaron prisioneros
10,000 mahometanos. De sus barcos fueron hundidos 111 y 117 quedaron en poder
de los vencedores. 12,000 esclavos que estaban remando en poder de los turcos
quedaron libres.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. http://santamadrededios.blogspot.com.ar/p/promesas-y-bendiciones-del-rosario.html
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