Escrito centenares de años antes del Nacimiento del Redentor,
el libro del Profeta Isaías describe las esperanzas del Pueblo Elegido ante la
Llegada del Salvador, y por eso mismo posee la esencia del espíritu de
Adviento¨.
Isaías (25, 6-10a) dice que “El Señor de los ejércitos ofrecerá a todos
los pueblos sobre esta montaña, un banquete de manjares suculentos, un banquete
de vinos añejados, de manjares suculentos, de vinos añejados, decantados”, y esto
no es otra cosa que el Niño Dios, que naciendo en Belén, Casa de Pan, se
ofrecerá a sí mismo en el Banquete Eucarístico como Pan de Vida eterna, como
Carne de Cordero, asada en el fuego del Espíritu Santo, y como Vino de la Nueva
Alianza, que da la vida eterna.
Será el Niño de Belén quien, extendiendo sus bracitos en el
Pesebre para abrazar a quien se acerca a contemplarlo, “destruirá la Muerte
para siempre”, como dice el Profeta Isaías, cuando ya adulto extienda sus brazos
en la Cruz para derrotar definitivamente a la muerte, al demonio y al pecado.
Isaías dice que “el Señor enjugará las lágrimas de todos los
rostros, y borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo”, y quien haga
esto será el Niño nacido en Belén, quien con su Sangre derramada en la Cruz
quitará el oprobio del pecado y, más que enjugar las lágrimas, hará sonreír,
con gozo eterno, a los que se dejen
salvar por Él, al concederles la alegría de ser hijos de Dios, la gracia que brota
de su Corazón traspasado como de una fuente inagotable.
Isaías profetiza que “en esos tiempos” se dirá: “Ahí está
nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación: es el Señor, en quien nosotros
esperábamos: ¡alegrémonos y regocijémonos de su salvación!”, y quien viene a
salvarnos es el Niño de Belén, y por Él y por la salvación que nos trae, nos
alegramos en su espera en Adviento; el Niño al que esperamos que nazca para
Navidad, al cual esperamos con ansias en Adviento, es el Señor, el Redentor del
mundo, el Emmanuel, Dios con nosotros, que viene a derrotar a las tinieblas del
infierno y a iluminarnos desde el Pesebre y desde la Eucaristía con su luz, la
luz eterna del Ser divino, como anticipo de la vida eterna en los cielos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario