El
Papa San Pío X se caracterizó porque combatió a dos grandes herejías de su
época: una, llamada “Modernismo”, que afirmaba que los dogmas no son inmutables
y que la Iglesia no tiene autoridad para dar normas de moral. Según esta herejía,
por ejemplo, no es dogma el hecho de que la Virgen sea la Inmaculada Concepción,
con lo cual se puede enseñar que tenía pecado original, lo cual es una ofensa
contra la Virgen; también según esta herejía, la Iglesia no tendría autoridad
para enseñar, por ejemplo, cómo deben comportarse los esposos entre sí y en
relación a los hijos. Para esta herejía, están bien entonces el divorcio y la
ideología de género. A esta herejía el Papa San Pío X la combatió en un
documento llamado Pascendi en el que
establecía que los dogmas son inmutables –pueden progresar en su entendimiento,
pero siempre según el sentido original- y la Iglesia sí tiene autoridad para
dar normas de moral, por lo tanto, la Iglesia sí puede decir a los esposos que
tienen prohibido divorciarse y que la ideología de género está equivocada y hay
que combatirla.
La
otra herejía que combatió el Papa Pío X fue la del “Jansenismo”, que propagaba
que la Primera Comunión se debía retrasar lo más posible porque decían que Dios
había predestinado a unos a la salvación y a otros a la condenación por lo que
no tiene sentido dar la Comunión a los niños, porque muchos de ellos se
condenarán; además, para recibirla, los jansenistas[1]
sostenían una moral muy estricta, lo cual demostraba una gran desconfianza,
tanto en la libertad del hombre, como en la gracia de Dios: entonces, el Papa
dijo que los niños sí podían recibir la comunión, porque Dios quiere que todos
nos salvemos y por eso nos da la gracia suficiente para salvarnos; por el otro
lado, está la libertad del hombre, en la que hay que confiar, ya que es de
suponer que todo hombre quiere salvarse. Entonces, en contraposición al
Jansenismo, Pío X decretó la autorización para que los niños pudieran recibir
la comunión desde el momento en que entendía quien está en la Santa Hostia
Consagrada[2].
Este decreto le valió ser llamado el Papa de la Eucaristía y por esto es el
Patrono de los Catequistas.
Las
dos herejías, el Modernismo y el Jansenismo, que propiciaban dos extremos, la
primera, una relajación de fe y moral y la segunda, un endurecimiento de la
moral, ambas, dejaban de reflejar el verdadero rostro de la Iglesia, que es
Una, Santa, Católica y Apostólica.
Lo
que nos dice el Papa Pío X es que, por un lado, los dogmas son inmutables y la
Iglesia sí puede fijar normas de moral; por otro lado, Dios quiere que todos
los hombres se salven y que accedan prontamente, en la niñez, al Sacramento de
la Eucaristía, para responder con su libertad al llamado de Dios de la
conversión y la salvación.
Siguiendo
el ejemplo del Papa Pío X, procuremos nosotros mismos no caer en los mismos
errores.
[1] Según los
jansenistas, la predestinación es la razón por la que algunos hombres poseen la
gracia eficaz y otros no. Dios ha predestinado a unos a la salvación y a otros
a la condenación. Según esta doctrina, las obras son buenas o malas. No puede
existir la moral probabilista, porque lleva al laxismo. Cfr. https://es.wikipedia.org/wiki/Jansenismo.
En
relación con los sacramentos es la ascética propia del movimiento la que los
aleja progresivamente de su práctica, en especial de la Eucaristía. Esto se
fijó con el escrito De la fréquente
communion de Arnauld, que, argumentando desde la praxis penitencial de la
Iglesia Antigua, invocaba esa práctica para usarla en una serie de condiciones
que era necesario cumplir para poder recibir la Reconciliación o la comunión.
De ahí también que su rigorismo en materia moral fuera cada vez más extremo.
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