San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 21 de agosto de 2018

San Pío X y su lucha contra el Modernismo laxista y el Jansenismo rigorista



El Papa San Pío X se caracterizó porque combatió a dos grandes herejías de su época: una, llamada “Modernismo”, que afirmaba que los dogmas no son inmutables y que la Iglesia no tiene autoridad para dar normas de moral. Según esta herejía, por ejemplo, no es dogma el hecho de que la Virgen sea la Inmaculada Concepción, con lo cual se puede enseñar que tenía pecado original, lo cual es una ofensa contra la Virgen; también según esta herejía, la Iglesia no tendría autoridad para enseñar, por ejemplo, cómo deben comportarse los esposos entre sí y en relación a los hijos. Para esta herejía, están bien entonces el divorcio y la ideología de género. A esta herejía el Papa San Pío X la combatió en un documento llamado Pascendi en el que establecía que los dogmas son inmutables –pueden progresar en su entendimiento, pero siempre según el sentido original- y la Iglesia sí tiene autoridad para dar normas de moral, por lo tanto, la Iglesia sí puede decir a los esposos que tienen prohibido divorciarse y que la ideología de género está equivocada y hay que combatirla.
La otra herejía que combatió el Papa Pío X fue la del “Jansenismo”, que propagaba que la Primera Comunión se debía retrasar lo más posible porque decían que Dios había predestinado a unos a la salvación y a otros a la condenación por lo que no tiene sentido dar la Comunión a los niños, porque muchos de ellos se condenarán; además, para recibirla, los jansenistas[1] sostenían una moral muy estricta, lo cual demostraba una gran desconfianza, tanto en la libertad del hombre, como en la gracia de Dios: entonces, el Papa dijo que los niños sí podían recibir la comunión, porque Dios quiere que todos nos salvemos y por eso nos da la gracia suficiente para salvarnos; por el otro lado, está la libertad del hombre, en la que hay que confiar, ya que es de suponer que todo hombre quiere salvarse. Entonces, en contraposición al Jansenismo, Pío X decretó la autorización para que los niños pudieran recibir la comunión desde el momento en que entendía quien está en la Santa Hostia Consagrada[2]. Este decreto le valió ser llamado el Papa de la Eucaristía y por esto es el Patrono de los Catequistas.
Las dos herejías, el Modernismo y el Jansenismo, que propiciaban dos extremos, la primera, una relajación de fe y moral y la segunda, un endurecimiento de la moral, ambas, dejaban de reflejar el verdadero rostro de la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica.
Lo que nos dice el Papa Pío X es que, por un lado, los dogmas son inmutables y la Iglesia sí puede fijar normas de moral; por otro lado, Dios quiere que todos los hombres se salven y que accedan prontamente, en la niñez, al Sacramento de la Eucaristía, para responder con su libertad al llamado de Dios de la conversión y la salvación.
Siguiendo el ejemplo del Papa Pío X, procuremos nosotros mismos no caer en los mismos errores.


[1] Según los jansenistas, la predestinación es la razón por la que algunos hombres poseen la gracia eficaz y otros no. Dios ha predestinado a unos a la salvación y a otros a la condenación. Según esta doctrina, las obras son buenas o malas. No puede existir la moral probabilista, porque lleva al laxismo. Cfr. https://es.wikipedia.org/wiki/Jansenismo. En relación con los sacramentos es la ascética propia del movimiento la que los aleja progresivamente de su práctica, en especial de la Eucaristía. Esto se fijó con el escrito De la fréquente communion de Arnauld, que, argumentando desde la praxis penitencial de la Iglesia Antigua, invocaba esa práctica para usarla en una serie de condiciones que era necesario cumplir para poder recibir la Reconciliación o la comunión. De ahí también que su rigorismo en materia moral fuera cada vez más extremo.


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