En 1917 la masonería festeja en Roma el segundo
centenario de su fundación. Como parte de los festejos, la Masonería imprimió
carteles y pancartas en los que se invertía la tradicional imagen de San Miguel
venciendo al Demonio: en la propaganda de la Masonería, se representaba a San
Miguel vencido y derribado por Lucifer. Además, los masones se trasladaron en
grupo hasta la plaza San Pedro, en donde entonaban el siguiente cántico
provocador: “¡Satán tendrá que reinar en el Vaticano, el Papa formará parte de
su guardia suiza!”[1].
En ese entonces, el Hermano Maximiliano María Kolbe,
franciscano conventual polaco, se encontraba estudiando teología en la Universidad
Gregoriana de Roma. Ante tal manifestación amenazante, San Maximiliano se
pregunta: “¿Será posible que nuestros enemigos desplieguen tantas actividades
para dominarnos, mientras que nosotros nos quedamos ociosos, abocados a lo sumo
a rezar, sin pasar a la acción? ¿Acaso no tenemos armas más poderosas, siendo
que podemos contar con el Cielo y la Inmaculada?”. Es decir, San Maximiliano no
solo no era indiferente a las provocaciones de la Masonería, sino que, por una
gracia especial, se dio cuenta que en realidad la Iglesia contaba con numerosas
armas espirituales y toda la ayuda del Cielo, para vencer a la Masonería y se
decidió pasar a la acción.
Luego de meditar las Sagradas Escrituras y las
enseñanzas de los Padres de la Iglesia; inspirándose en la doctrina de los
grandes santos marianos como San Luis María Grignion de Monfort y considerando
también el dogma de la Inmaculada Concepción y las apariciones de Nuestra
Señora en Lourdes, San Maximiliano escribió: “La Virgen sin mancha, vencedora
de todas las herejías, no cederá el paso ante su enemigo amenazante si
encuentra servidores fieles, dóciles a su mandato, Ella obtendrá nuevas
victorias, más grandes de las que podríamos imaginarnos…”.
El paso a la acción de San Maximiliano Kolbe
consistió en la respuesta a la gracia fundacional recibida de parte de Dios,
fundando, en consecuencia, lo que él denominaría: “Milicia
de la Inmaculada”. Lógicamente, la batalla que debía combatir esta milicia no
era material, sino espiritual y su objetivo no era abatir al enemigo, sino
convertirlo y arrebatarlo de las garras de la Masonería, la Iglesia de Satanás.
En un artículo suyo titulado “¡Pobrecillos!”[2],
escribía así, desenmascarando al Talmud: “El hombre ha sido redimido. Cristo ha
fundado su Iglesia sobre la roca. Una parte del pueblo hebreo reconoció en Él
al Mesías; los otros, sobre todo los fariseos soberbios, no quisieron
reconocerlo, persiguieron a sus seguidores y dieron curso a un gran número de
leyes que obligaban a los hebreos a perseguir a los cristianos. Estas leyes,
junto a narraciones y a apéndices, hacia el año 500, formaron un libro sagrado (para
ellos), el “Talmud”. En
este libro, los cristianos son llamados:
idólatras, peores que los turcos, homicidas, libertinos impuros, estiércol, animales de forma humana, peores que los animales, hijos del diablo, etc. Los sacerdotes son llamados adivinos y cabezas peladas (…) a la Iglesia se la llama casa de estulticia y suciedad. Las imágenes sagradas, las medallas, los rosarios, son llamados ídolos. En el “Talmud”, los domingos y las fiestas son considerados días de perdición. En este libro se enseña, entre otras cosas, que a un hebreo le está permitido engañar y robar a un cristiano, pues todos los bienes de los cristianos –está escrito– “son como el desierto: el primero que los toma se hace dueño”. Esta obra que recoge doce volúmenes y que respira odio contra Cristo y los cristianos, es considerada por estos fariseos un libro sagrado, más importante que la Sagrada Escritura”. Como vemos, el P. Maximiliano funda su Milicia para combatir espiritualmente a los fariseos, quienes consideran a los cristianos como “idólatras”, entre muchas otras cosas peores.
idólatras, peores que los turcos, homicidas, libertinos impuros, estiércol, animales de forma humana, peores que los animales, hijos del diablo, etc. Los sacerdotes son llamados adivinos y cabezas peladas (…) a la Iglesia se la llama casa de estulticia y suciedad. Las imágenes sagradas, las medallas, los rosarios, son llamados ídolos. En el “Talmud”, los domingos y las fiestas son considerados días de perdición. En este libro se enseña, entre otras cosas, que a un hebreo le está permitido engañar y robar a un cristiano, pues todos los bienes de los cristianos –está escrito– “son como el desierto: el primero que los toma se hace dueño”. Esta obra que recoge doce volúmenes y que respira odio contra Cristo y los cristianos, es considerada por estos fariseos un libro sagrado, más importante que la Sagrada Escritura”. Como vemos, el P. Maximiliano funda su Milicia para combatir espiritualmente a los fariseos, quienes consideran a los cristianos como “idólatras”, entre muchas otras cosas peores.
En
ocasión del Congreso Internacional
de los Masones, realizado en Bucarest en el año 1926, el Padre
Kolbe, escribió un artículo, dirigido esta vez hacia quienes forman la “milicia
del Diablo”, los masones. En dicho artículo el P. Kolbe advertía acerca de un
documento llamado “Protocolos de los Sabios de Sión”, documento que el P. Kolbe llamaba:
“el verdadero libro fundamental de la Masonería”.
Dice
así San Maximiliano: “El protocolo número 11 afirma: “Crearemos y pondremos en vigencia las
leyes y los gobiernos (…) y, en el momento oportuno, (…) bajo la forma de una
revuelta nacional, (…) Es necesario que las poblaciones, desconcertadas por la
revuelta, puestas todavía bajo la influencia del terror y de la incertidumbre, comprendan
que somos de tal modo intocables, de tal modo llenos de poder que en ningún
caso tendremos en cuenta sus opiniones y sus deseos sino, antes bien, que
estamos en grado de aplastar sus manifestaciones en cualquier momento y en
cualquier lugar (…) Entonces, por temor, cerrarán los ojos y permanecerán a la
espera de las consecuencias (…) ¿Con qué objeto hemos ideado e impuesto a los
masones toda esta política, sin darles a ellos la posibilidad de examinar el
contenido? Esto ha servido de fundamento para nuestra organización masónica
secreta (…) cuya existencia ni siquiera sospechan estas bestias engatusadas por
nosotros en las logias masónicas”.
En
este punto, el Padre Kolbe se dirige a los masones diciendo: “¿Habéis oído,
señores masones? Los que os han organizado y secretamente os dirigen, los
hebreos, os consideran bestias, reclutadas en las logias masónicas para fines
que vosotros ni siquiera sospecháis (…) Pero ¿sabéis, señores masones, qué es
lo que os espera el día en que os venga a la mente comenzar a pensar por
vosotros solos? He aquí, escuchad el mismo protocolo: “La muerte es inevitable
conclusión de toda vida (…) Ajusticiaremos a los masones de tal manera que
ninguno (…) podrá sospechar, ni siquiera las mismas víctimas: morirán todos en
el momento que sea necesario, aparentemente a causa de enfermedades comunes
(…)”.
Y
continúa el Santo: “Señores masones, vosotros que, recientemente, durante el Congreso de
Bucarest, os habéis alegrado del hecho de que la Masonería se está
fortaleciendo por doquier, reflexionad y decid sinceramente: ¿no es mejor
servir al Creador en la paz interior (…), antes que obedecer las órdenes de
quien os odia?”.
Finalmente, San
Maximiliano se dirige a quienes denuncia como los Jefes Ocultos de la Masonería,
con estas palabras: “Y a vosotros, pequeño escuadrón de hebreos, “Sabios de
Sión”, que habéis provocado ya conscientemente tantas desgracias y todavía
seguís preparando otras, a vosotros me dirijo con la pregunta: ¿qué ventaja
obtenéis? (…) Gran cúmulo de oro, de placeres, de diversiones, de poder: nada
de todo esto vuelve feliz al hombre. Y si aún esto diera la felicidad, ¿cuánto
podría durar? tal vez una decena de años, quizás veinte (…) Y vosotros, jefes
hebreos, que os habéis dejado seducir por Satanás, el enemigo de la humanidad,
¿no sería mejor si también vosotros os volviéreis sinceramente a Dios?”.
En
otro artículo de 1926, el Padre Kolbe, citando siempre los “Protocolos de los
Sabios de Sión”, escribía: “Ellos dicen de sí mismos: “¿Quién o que cosa está en grado de asestar
una fuerza invisible? Nuestra fuerza es, precisamente, de esta clase. La
Masonería externa sólo sirve para esconder sus objetivos, pero el plano de
acción de esta fuerza será siempre desconocido para la gente”.
Pero
el Santo subraya con sutil ironía: “Nosotros somos un ejército, cuyo “Comandante” os
conoce uno a uno, ha observado y observa cada una de sus acciones escucha cada
una de sus palabras, más aún… ni siquiera uno de vuestros pensamientos escapa a
su atención. Decid vosotros mismos: en tales condiciones, ¿se puede hablar de
secreto en los planes, de clandestinidad y de invisibilidad?” Y aquí el Padre Kolbe
revela el nombre del “Comandante” de su ejército: “Es la Inmaculada, el refugio
de los pecadores, pero también la debeladora de la serpiente infernal. ¡Ella
aplastará su cabeza!”. La fundación de la Milicia de la Inmaculada es,
entonces, para luchar y vencer, bajo la dirección y el auxilio de la Virgen
Santísima, a la Iglesia de Satanás, la Masonería. Es una lucha que se
desarrollará hasta el último día, pero cuyo resultado es el triunfo del Inmaculado
Corazón de María, tal como la Virgen misma lo dijera en Fátima: “Al final, mi
Inmaculado Corazón vencerá”.
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