Esta
fiesta fue instituida por Pío XII el 1 de mayo de 1955. Por la misma, se honra
a San José en su profesión de carpintero y en su condición de sostenedor
económico de la Sagrada Familia.
Ese
mismo día, el Santo Padre Pío XII dijo a los trabajadores reunidos en la Plaza
de San Pedro: “El humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios
y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián
de vosotros y de vuestras familias”. San José experimentó la dureza de la
pobreza y de una vida de sacrificios, pero no por esto se rebeló de forma violenta
contra los que más tenían. Su mayor riqueza era su Familia, la Sagrada Familia
de Nazareth, en la que resplandecía su Hijo Dios, que al mismo tiempo que era
su Hijo adoptivo, era el Dios que lo había creado, y ahora se encarnaba para redimirlo
y santificarlo por el Don del Espíritu Santo. Su otra mayor riqueza era su
Esposa meramente legal, la Santísima Virgen María. San José se santificó con su
trabajo, no lo usó como herramienta para atacar “a las clases superiores”. Era consciente
de que el trabajo debía ser dedicado a Dios, para santificarse él por medio del
trabajo. San José fue elegido por Dios, con lo que él era y él era carpintero,
un oficio humilde pero digno. Fue Dios quien quiso que el hombre en quien más confiaba
en esta tierra para darle el cuidado de Dios Hijo y de la Esposa del Espíritu
Santo fuera un obrero, por lo tanto fue Dios quien quiso que San José fuera obrero
de Dios, para Dios, con Dios. Éste es el verdadero y único significado del Día
del Trabajador y el modelo para todo trabajador cristiano es San José y sólo San
José. Como San José, todo trabajador cristiano debe ser trabajador de Dios, para
Dios y con Dios y así santificarse en su trabajo.
Ahora
bien, otra cosa muy distinta es el establecimiento del 1º de Mayo como Día del
Trabajador, el cual no se debe a la Iglesia, sino al Comunismo, derivado a su
vez de la Revolución Francesa, la cabeza de hidra o la caja de Pandora de donde
salieron todo tipo de males para la humanidad.
La
II Internacional comunista proclamó en el año 1889 al 1º de Mayo como “fiesta
revolucionaria del trabajo”, en oposición radical a la consideración del
trabajo como medio de santificación del trabajador. Para contrarrestar esta
nefasta influencia del trabajo como “fiesta revolucionaria” contra Dios, el
Papa León León XIII publicó, también en 1889, la Quamquam pluries. Tiempo después, el marxismo internacional fundó la
III Internacional que consagró la hegemonía del Partido Comunista, que tantos
males traería al mundo, puesto que llevaría a cabo la concreción de la idea del
trabajo como acción humana que desafía al reinado social de Jesucristo. El comunismo
y el socialismo -expresión falsamente democrática del comunismo- fueron ideologías
surgidas del satanista confeso Carlos Marx y desde un inicio se mostraron como
mortales enemigos de la Iglesia y del obrero cristiano. Para preservar a los
obreros cristianos de la influencia atea y materialista de estas ideologías, es
que los Papas consideraron oportuno advertir a los fieles y confiarlos al
cuidado de San José.
Por
esto mismo, el socialismo fue condenado por Su Santidad León XIII en la
encíclica Quod Apostolici Muneris, ya
que sus principios -negación de Dios y de la Iglesia, supresión de toda
autoridad, igualdad absoluta de todos los hombres en la esfera jurídica y en el
plano político, disolubilidad del vínculo matrimonial y por consiguiente
disolución de la familia, abolición del derecho a la propiedad privada, acción
política demagógica sostenida por una propaganda revolucionaria y dirigida de
modo violento contra otras clases sociales- constituían una clara amenaza
contra el orden social cristiano que reconoce a Cristo como Rey de las
personas, de las familias y de las naciones.
En
el Motu Proprio Bonum sane et salutare,
el Papa Benedicto XV, el 25 de julio de 1920, advirtió a los fieles respecto
del socialismo y el gobierno mundial, al tiempo que los confiaba al cuidado de
San José:
“Por
lo tanto, hemos de deplorar mucho más que antes que las costumbres sean más
libres y depravadas y que, por la misma razón, se agrave cada día más la que
llaman causa social, de modo que debemos temer males de gravedad extrema… Pues,
en los deseos y la expectativa de cualquier desvergonzado se presenta como
inminente la aparición de cierta República Universal… y en la cual no habría
diferencia alguna de nacionalidades ni se acataría la autoridad de los padres sobre
los hijos, ni la del poder público sobre los ciudadanos, ni la de Dios sobre
los hombres unidos en sociedad… Si esto se llevara a cabo no podría menos de
haber una secuela de horrores espantosos; hoy día ya existe esto en una no
exigua parte de Europa que los experimenta y siente. Ya vemos que se pretende
producir esa misma situación en los demás pueblos; y que, por eso, ya existen
aquí y allá grandes turbas revolucionarias porque las excitan el furor y la
audacia de unos pocos… Por la misma razón, para retener en su deber a todos los
hombres que se ganan el sustento por sus fuerzas y su trabajo donde quiera
vivan y conservarlos inmunes del contagio del socialismo que es el enemigo más
acérrimo de la sabiduría cristiana, ante todo les proponemos fervorosamente a
San José para que lo elijan como guía particular de su vida y lo veneren como
patrono”. San José, entonces, es el verdadero
y único patrono de los trabajadores, de aquellos trabajadores que quieren
santificarse por su trabajo y no utilizarlo como mero pretexto de ideologías anti-cristianas
para subvertir el orden natural y cristiano.
El
Papa Pío XI, sucesor de Benedicto XV y viendo la creciente amenaza en contra de
la Iglesia de la pestilente secta comunista, profundizó en la idea de San José
como patrono de los trabajadores, idea que habría de contrarrestar la
pestilente influencia del comunismo en las clases trabajadoras: “Para acelerar
la paz de Cristo en el reino de Cristo, por todos tan deseada, ponemos la
actividad de la Iglesia católica contra el comunismo ateo bajo la égida del
poderoso Patrono de la Iglesia, San José”. Mientras el comunismo pretende que
el trabajo sea un instrumento para esclavizar a las masas y controlarlas para
instaurar una sociedad atea y regida por el comunismo, el Patrocinio de San
José, por el contrario, defiende a los trabajadores de estas ideas perversas y
los tutela para que, por el trabajo, se santifiquen y así conquisten el Reino
de los cielos.
San
José es un genuino representante de los trabajadores; siendo Padre adoptivo de
Dios Hijo y por ello, perteneciendo a la nobleza celestial y poseyendo una
fortuna incalculable desde el punto de vista espiritual, sin embargo perteneció
a la clase obrera y experimentó personalmente el peso de la pobreza en sí mismo
y para mantener económicamente a la Sagrada Familia, de la que era padre
solícito y abnegado, tuvo que trabajar arduamente, a pesar de la riqueza
espiritual mencionada -de hecho, murió de neumonía por causa de su trabajo, al
enfermarse gravemente en medio de una tormenta, cuando se dirigía a cumplir un
encargo-. Cumpliendo con toda fidelidad los deberes diarios de su profesión y todavía
más, porque fue él quien protegió al Divino Niño cuando Herodes envió a sus
sicarios para matarlo, San José es un ejemplo insuperable de vida para todos
los que tienen que ganarse el pan con el trabajo de sus manos. Después de
merecer el calificativo de justo (2 Pe
3, 13; cfr. Is 65,17; Ap 2,1), ha quedado como ejemplo
viviente de la justicia cristiana, que debe regular la vida social de los
hombres, además de ser ejemplo de santidad y de cómo un trabajador puede y debe
santificarse por el trabajo, convirtiendo su lugar de trabajo en altar que se
ofrece a Dios para su mayor honra y gloria.
Finalmente,
fue el Papa Pío XII quien estableció que la fiesta de San José Obrero se
celebre anualmente en la Iglesia Universal el 1 de mayo, fecha elegida
específicamente para contrarrestar el feriado predominantemente socialista y
comunista, conocido como “Día internacional de los trabajadores” o “Primero de
Mayo”. En su discurso a los trabajadores italianos el Papa Pío XII, el 1° de
mayo de 1955 dijo a los trabajadores: “Si quieres estar cerca de Cristo, te
repito “Ite ad Ioseph”: ¡Ve a José!”. El Santo Padre no dice a los trabajadores:
“Ve a Marx”, sino “Ve a José”. Marx es instaurador de la religión del odio, el
comunismo, porque esta secta lo que hace es instaurar artificialmente el odio
entre las clases sociales, además de exacerbarlo exprofeso. Dice así el Santo
Padre: “El Cristianismo se funda en el amor, el marxismo parte del odio, de la
lucha de clases, cree en el inmisericorde aniquilamiento de los adversarios. El
Cristianismo es un llamado a todos los hombres, el marxismo convoca sólo a los
proletarios, a los explotados. Uno cree en la Redención, el otro en la
revolución”. Y una revolución no del hombre contra el hombre, sino del hombre
contra Dios, porque es la revolución del ángel caído trasladada a los hombres.
El
comunismo encierra un falso ideal de aparente redención y es falso porque es
materialista y ateo por esencia y por lo tanto, “intrínsecamente perverso”. Su método
para lograr el poder es enfrentar a las clases sociales por el odio y azuzar la
lucha entre ellas. La difusión del comunismo se explica por las deslumbradoras
promesas que hacen a los incautos -son los “espejitos de colores” con los que
engañan a los hombres- y a los ignorantes, apoyándose en las injusticias del
régimen económico liberal y es así como vemos hoy en tantas partes del mundo la
difusión de los errores del comunismo, por medio del marxismo cultural. Las
palabras de la Virgen en Fátima son de una actualidad estremecedora: “Si no se
consagra a mi Inmaculado Corazón, Rusia esparcirá sus errores [esto es, el comunismo,
N. del R.] por todo el mundo”. Y esta difusión de los errores del comunismo
-con su secuela de violencia, destrucción, miseria y muerte por donde se
asienta- es lo que estamos viviendo hoy, incluso dentro de la Iglesia Católica,
con la Teología de la Liberación”. Por todo esto, no cabe duda de que el
patrocinio de San José Obrero, es de inusitada urgencia.
Los
trabajadores católicos no deben dejarse manipular por la secta comunista, que
pretende utilizar el Día del Trabajador como una herramienta de control social
dirigida a la destrucción del orden natural cristiano y deben acudir a San José,
para amar a Dios en el trabajo y así santificarse, como dice el Papa Pío XII: “Ve
a José”, Ite ad Joseph.
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