San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 1 de mayo de 2018

San José, obrero de Dios, por Dios y para Dios


Esta fiesta fue instituida por Pío XII el 1 de mayo de 1955. Por la misma, se honra a San José en su profesión de carpintero y en su condición de sostenedor económico de la Sagrada Familia.
Ese mismo día, el Santo Padre Pío XII dijo a los trabajadores reunidos en la Plaza de San Pedro: “El humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias”. San José experimentó la dureza de la pobreza y de una vida de sacrificios, pero no por esto se rebeló de forma violenta contra los que más tenían. Su mayor riqueza era su Familia, la Sagrada Familia de Nazareth, en la que resplandecía su Hijo Dios, que al mismo tiempo que era su Hijo adoptivo, era el Dios que lo había creado, y ahora se encarnaba para redimirlo y santificarlo por el Don del Espíritu Santo. Su otra mayor riqueza era su Esposa meramente legal, la Santísima Virgen María. San José se santificó con su trabajo, no lo usó como herramienta para atacar “a las clases superiores”. Era consciente de que el trabajo debía ser dedicado a Dios, para santificarse él por medio del trabajo. San José fue elegido por Dios, con lo que él era y él era carpintero, un oficio humilde pero digno. Fue Dios quien quiso que el hombre en quien más confiaba en esta tierra para darle el cuidado de Dios Hijo y de la Esposa del Espíritu Santo fuera un obrero, por lo tanto fue Dios quien quiso que San José fuera obrero de Dios, para Dios, con Dios. Éste es el verdadero y único significado del Día del Trabajador y el modelo para todo trabajador cristiano es San José y sólo San José. Como San José, todo trabajador cristiano debe ser trabajador de Dios, para Dios y con Dios y así santificarse en su trabajo.
Ahora bien, otra cosa muy distinta es el establecimiento del 1º de Mayo como Día del Trabajador, el cual no se debe a la Iglesia, sino al Comunismo, derivado a su vez de la Revolución Francesa, la cabeza de hidra o la caja de Pandora de donde salieron todo tipo de males para la humanidad.
La II Internacional comunista proclamó en el año 1889 al 1º de Mayo como “fiesta revolucionaria del trabajo”, en oposición radical a la consideración del trabajo como medio de santificación del trabajador. Para contrarrestar esta nefasta influencia del trabajo como “fiesta revolucionaria” contra Dios, el Papa León León XIII publicó, también en 1889, la Quamquam pluries. Tiempo después, el marxismo internacional fundó la III Internacional que consagró la hegemonía del Partido Comunista, que tantos males traería al mundo, puesto que llevaría a cabo la concreción de la idea del trabajo como acción humana que desafía al reinado social de Jesucristo. El comunismo y el socialismo -expresión falsamente democrática del comunismo- fueron ideologías surgidas del satanista confeso Carlos Marx y desde un inicio se mostraron como mortales enemigos de la Iglesia y del obrero cristiano. Para preservar a los obreros cristianos de la influencia atea y materialista de estas ideologías, es que los Papas consideraron oportuno advertir a los fieles y confiarlos al cuidado de San José.
Por esto mismo, el socialismo fue condenado por Su Santidad León XIII en la encíclica Quod Apostolici Muneris, ya que sus principios -negación de Dios y de la Iglesia, supresión de toda autoridad, igualdad absoluta de todos los hombres en la esfera jurídica y en el plano político, disolubilidad del vínculo matrimonial y por consiguiente disolución de la familia, abolición del derecho a la propiedad privada, acción política demagógica sostenida por una propaganda revolucionaria y dirigida de modo violento contra otras clases sociales- constituían una clara amenaza contra el orden social cristiano que reconoce a Cristo como Rey de las personas, de las familias y de las naciones.
En el Motu Proprio Bonum sane et salutare, el Papa Benedicto XV, el 25 de julio de 1920, advirtió a los fieles respecto del socialismo y el gobierno mundial, al tiempo que los confiaba al cuidado de San José:
“Por lo tanto, hemos de deplorar mucho más que antes que las costumbres sean más libres y depravadas y que, por la misma razón, se agrave cada día más la que llaman causa social, de modo que debemos temer males de gravedad extrema… Pues, en los deseos y la expectativa de cualquier desvergonzado se presenta como inminente la aparición de cierta República Universal… y en la cual no habría diferencia alguna de nacionalidades ni se acataría la autoridad de los padres sobre los hijos, ni la del poder público sobre los ciudadanos, ni la de Dios sobre los hombres unidos en sociedad… Si esto se llevara a cabo no podría menos de haber una secuela de horrores espantosos; hoy día ya existe esto en una no exigua parte de Europa que los experimenta y siente. Ya vemos que se pretende producir esa misma situación en los demás pueblos; y que, por eso, ya existen aquí y allá grandes turbas revolucionarias porque las excitan el furor y la audacia de unos pocos… Por la misma razón, para retener en su deber a todos los hombres que se ganan el sustento por sus fuerzas y su trabajo donde quiera vivan y conservarlos inmunes del contagio del socialismo que es el enemigo más acérrimo de la sabiduría cristiana, ante todo les proponemos fervorosamente a San José para que lo elijan como guía particular de su vida y lo veneren como patrono”.  San José, entonces, es el verdadero y único patrono de los trabajadores, de aquellos trabajadores que quieren santificarse por su trabajo y no utilizarlo como mero pretexto de ideologías anti-cristianas para subvertir el orden natural y cristiano.
El Papa Pío XI, sucesor de Benedicto XV y viendo la creciente amenaza en contra de la Iglesia de la pestilente secta comunista, profundizó en la idea de San José como patrono de los trabajadores, idea que habría de contrarrestar la pestilente influencia del comunismo en las clases trabajadoras: “Para acelerar la paz de Cristo en el reino de Cristo, por todos tan deseada, ponemos la actividad de la Iglesia católica contra el comunismo ateo bajo la égida del poderoso Patrono de la Iglesia, San José”. Mientras el comunismo pretende que el trabajo sea un instrumento para esclavizar a las masas y controlarlas para instaurar una sociedad atea y regida por el comunismo, el Patrocinio de San José, por el contrario, defiende a los trabajadores de estas ideas perversas y los tutela para que, por el trabajo, se santifiquen y así conquisten el Reino de los cielos.
San José es un genuino representante de los trabajadores; siendo Padre adoptivo de Dios Hijo y por ello, perteneciendo a la nobleza celestial y poseyendo una fortuna incalculable desde el punto de vista espiritual, sin embargo perteneció a la clase obrera y experimentó personalmente el peso de la pobreza en sí mismo y para mantener económicamente a la Sagrada Familia, de la que era padre solícito y abnegado, tuvo que trabajar arduamente, a pesar de la riqueza espiritual mencionada -de hecho, murió de neumonía por causa de su trabajo, al enfermarse gravemente en medio de una tormenta, cuando se dirigía a cumplir un encargo-. Cumpliendo con toda fidelidad los deberes diarios de su profesión y todavía más, porque fue él quien protegió al Divino Niño cuando Herodes envió a sus sicarios para matarlo, San José es un ejemplo insuperable de vida para todos los que tienen que ganarse el pan con el trabajo de sus manos. Después de merecer el calificativo de justo (2 Pe 3, 13; cfr. Is 65,17; Ap 2,1), ha quedado como ejemplo viviente de la justicia cristiana, que debe regular la vida social de los hombres, además de ser ejemplo de santidad y de cómo un trabajador puede y debe santificarse por el trabajo, convirtiendo su lugar de trabajo en altar que se ofrece a Dios para su mayor honra y gloria.
Finalmente, fue el Papa Pío XII quien estableció que la fiesta de San José Obrero se celebre anualmente en la Iglesia Universal el 1 de mayo, fecha elegida específicamente para contrarrestar el feriado predominantemente socialista y comunista, conocido como “Día internacional de los trabajadores” o “Primero de Mayo”. En su discurso a los trabajadores italianos el Papa Pío XII, el 1° de mayo de 1955 dijo a los trabajadores: “Si quieres estar cerca de Cristo, te repito “Ite ad Ioseph”: ¡Ve a José!”. El Santo Padre no dice a los trabajadores: “Ve a Marx”, sino “Ve a José”. Marx es instaurador de la religión del odio, el comunismo, porque esta secta lo que hace es instaurar artificialmente el odio entre las clases sociales, además de exacerbarlo exprofeso. Dice así el Santo Padre: “El Cristianismo se funda en el amor, el marxismo parte del odio, de la lucha de clases, cree en el inmisericorde aniquilamiento de los adversarios. El Cristianismo es un llamado a todos los hombres, el marxismo convoca sólo a los proletarios, a los explotados. Uno cree en la Redención, el otro en la revolución”. Y una revolución no del hombre contra el hombre, sino del hombre contra Dios, porque es la revolución del ángel caído trasladada a los hombres.
El comunismo encierra un falso ideal de aparente redención y es falso porque es materialista y ateo por esencia y por lo tanto, “intrínsecamente perverso”. Su método para lograr el poder es enfrentar a las clases sociales por el odio y azuzar la lucha entre ellas. La difusión del comunismo se explica por las deslumbradoras promesas que hacen a los incautos -son los “espejitos de colores” con los que engañan a los hombres- y a los ignorantes, apoyándose en las injusticias del régimen económico liberal y es así como vemos hoy en tantas partes del mundo la difusión de los errores del comunismo, por medio del marxismo cultural. Las palabras de la Virgen en Fátima son de una actualidad estremecedora: “Si no se consagra a mi Inmaculado Corazón, Rusia esparcirá sus errores [esto es, el comunismo, N. del R.] por todo el mundo”. Y esta difusión de los errores del comunismo -con su secuela de violencia, destrucción, miseria y muerte por donde se asienta- es lo que estamos viviendo hoy, incluso dentro de la Iglesia Católica, con la Teología de la Liberación”. Por todo esto, no cabe duda de que el patrocinio de San José Obrero, es de inusitada urgencia.

Los trabajadores católicos no deben dejarse manipular por la secta comunista, que pretende utilizar el Día del Trabajador como una herramienta de control social dirigida a la destrucción del orden natural cristiano y deben acudir a San José, para amar a Dios en el trabajo y así santificarse, como dice el Papa Pío XII: “Ve a José”, Ite ad Joseph.

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