San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 4 de mayo de 2018

El Sagrado Corazón y las comuniones sacrílegas



         Muchas veces pensamos que nuestras comuniones son algo común, intrascendente, a juzgar por la manera indiferente y la falta de preparación interior -actos de fe, de amor y adoración- con la cual comulgamos. Pensamos que basta con levantarnos del asiento y acercarnos a comulgar, para luego volver a nuestro lugar y esperar el fin de la Santa Misa. Pensamos que no importa lo que pensemos en el momento de la comunión, que casi nunca es, paradójicamente, pensar en la comunión, sino en los asuntos más banales e intrascendentes. Pensamos que no importan nuestros pensamientos, ni lo que hayamos hecho más o menos recientemente, ni el estado en el que está nuestra alma al momento de comulgar. Creemos que la comunión pasa desapercibida, como pasa desapercibido quien en la multitud come un poco de pan a escondidas. Y sin embargo, Jesús en la Eucaristía tiene ante sí nuestros pensamientos más ocultos y nuestros deseos más ocultos, sobre todo en el momento de la comunión. Y se queja de nosotros, los cristianos católicos, que deberíamos comulgar y llorar de alegría en cada comunión, si al menos no exteriormente, por lo menos sí interiormente. Jesús le dice así a Santa Gemma Galgani, refiriéndose a las comuniones –en donde recibimos al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús- de los cristianos: “Nadie se cuida ya de Mi amor; Mi corazón está olvidado, como si nada hubiese hecho por su amor, como si nada hubiera padecido por ellos, como si de todos fuera desconocido. Mi corazón está siempre triste. Solo Me hallo casi siempre en las iglesias, y si muchos se reúnen, lo hacen con motivos bien distintos de los que Yo quisiera; y así tengo que sufrir viendo a mi Iglesia convertida en teatro de diversiones; veo que muchos, con semblante hipócrita, me traicionan con comuniones sacrílegas”[1].
         Si nos parecen duras las palabras del Señor, es porque más duros son nuestros corazones en el momento de comulgar.

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